domingo, 7 de junio de 2015

HERTA MÜLLER: “EN LA TRAMPA”





Herta Müller.  Trad. Isabel García Adánez.  Siruela, Madrid, 2015.  97 págs
Como Paul Celan, Herta Müller pertenece a un grupo de población alemana (importante antes de la 2ª Guerra Mundial) instalada en Rumanía, donde ella nació en 1953. Desde 1989 vive en Berlín y en el año 2009 recibió el Premio Nobel de literatura. Poeta y ensayista, hija de alemano-rumanos que, velis nolis, debieron colaborar con el III Reich, su obra se sitúa en la frontera del dolor, la historia y lo que resulta de ambos. “En la trampa” es un libro muy atractivo, aunque habla de tres poetas alemanes aquí no bien conocidos Theodor Kramer, Ruth Klüger y la suicida  Inge Müller a quien nuestra autora presta singular atención, analizando poemas –duros- de su único libro édito y póstumo, “Si tengo que morir…”
Todos son poetas notables que hacen una poesía herida por su situación histórica. A Herta le gusta recordar que para Inge Müller “la historia siempre fue un desprecio al ser humano como individuo.” Inge es una joven que asiste a la caída del III Reich como soldado de la Wehrmacht. Vivió luego en la Alemania comunista y sintió que nunca salía del horror de la carencia de libertad y opresión a la propia vida. Se suicida en 1966 dejando poemas muy singulares. Con Theodor Kramer (superviviente a los campos de concentración) damos un giro en la misma trampa. Él va notando como el nazismo cierra los grilletes entorno a los diferentes, pero cuando quiere reaccionar (pues no da crédito a lo que pasa) ya es tarde.  Hay un poema hermoso al respecto que a Herta le recuerda a su padre, reclutado a la fuerza como SS. Dice el inicio del texto: “La verdad es que nadie me ha hecho nada./ Tengo prohibido escribir en los periódicos,/ a mi madre le permitenquedarse en su casa./ La verdad es que nadie me ha hecho nada.” (…) Es el horror –como todo lo que dirimen estos tres ensayos- que se cuela por la ranura casi sin que te des cuenta.  Pensando en la feroz soledad de Kramer, Herta Müller escribe: “Las personas que pasan miedo tienen hambre de vida.” Como Celan, Primo Levi o Jean Améry, todos los dañados tienen el deber de testimoniar, aunque ello parezca avivar más aún la honda herida.  Ruth Klüger (la única de estos tres poetas suficientemente traducida al español, su libro “Seguir viviendo”)  es la jovencita que se medio salva de los horrores de la deportación y el mayor daño (no del pánico ni de la eterna sospecha) mintiendo, como le recomienda una mujer mientras aguarda en fila:  “Di que tienes quince…” Con los doce años que en verdad tenía a Ruth la hubiesen gaseado, con quince podía seguir todavía en otros menesteres de esclavitud.  Como a Celan, a Klüger se le hará duro escribir y hablar en la misma lengua que los verdugos. Escribe, porque sólo se salva por los resquicios: “en el diminuto espacio antes del cero, allí está la libertad.”
El gran mérito de este sencillo pero hermoso libro de Herta Müller es hablar del daño de laHistoria (que ella no desconoce) a través del análisis de la voz de tres buenos poetas sorprendentes por su inmensa y fértil vecindad con el espanto, con la Medusa.

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