lunes, 28 de diciembre de 2015

Luis Francisco Pérez







El poeta Manuel Moya, traductor de la poesía de Fernando Pessoa, de la de sus heterónimos y del "Libro del Desasosiego", ha declarado recientemente que el gran poeta portugués "es la clave para encajar ese puzzle que somos o al menos para familiarizarnos con él". No puedo estar más de acuerdo. Pessoa no es tanto un poeta inmenso como un filósofo voluntariamente alejado de su propia grey, como si él mismo siempre hubiera sospechado que la filosofía clásica, o sus moldes originales, únicamente lograrían sobrevivir con la ayuda extraordinaria de la poesía (idea ésta que para Heidegger, pero sobre todo en Gadamer, ha sido un auténtico quebradero de cabeza para la ampliación, o dilatación del discurso, de su propio pensamiento). De alguna manera Pessoa es un "eslabón perdido" en la cadena y transmisión del conocimiento occidental. El problema es que resulta terriblemente complicado llegar a conocer a qué exacta cadena, o sub sistema de pensamiento, pertenecía el eslabón concreto que es su inacabable y complejísima obra. Por eso pienso que lleva mucha razón Moya cuando habla de él como "una clave para encajar el puzzle que somos". Es cierto, pero esa clave jamás la encontraremos. El mismo Pessoa utilizó la poesía para esconder la solución del enigma -al considerar que era más profunda y difícil de encontrar que en la filosofía- de lo que somos, de lo que podemos llegar a ser, de lo que nunca seremos. El "Libro del Desasosiego" es la gran cifra, el gran arcano, del misterio de la existencia. Es también la única gran obra filosófica pensada y escrita por un ser humano que puede permitirse el lujo de ser intemporal o no estar datada. Al ser un muy inteligente y maravilloso ejercicio de pensamiento transversal en el tiempo es tan contemporánea de Platón como de Zizek. Casi nada.









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