martes, 29 de septiembre de 2015

La vida al desnudo


Se llama extimidad y usted, en mayor o menor medida, la practica, aunque acabe de conocer el término. Si es de los que se resiste a adentrarse en universos digitales, habrá observado la tendencia en otros: una exposición constante en internet, especialmente en las redes sociales, desde que éstas existen. Un primer escenario éxtimo fue el Fotolog, una primigenia red social que causó furor en el inicio del Tercer Milenio sobre todo en Latinoamérica (se generó hasta una tribu urbana, los floggers) y que consistía en mostrar cada día una foto y un texto. En fotolog primaba el anonimato, los usuarios empleaban seudónimos y eran prudentes a la hora de dar información sobre sí mismos.
Justo lo contrario de lo que sucede ahora. Cualquiera tiene su pequeña biografía en Twitter: Apasionado del buen vino y amigo de mis amigos. Hija, madre, hermana, me gusta pintar y pasear. Idealista pero práctica. Escritor, performer, poeta. O, como la Venus de Milo deconstruida de la derecha, conocida como laDoctora Glas, en cuya cuenta de Twitter se lee: "Lamia moderna. Feminista sin peros. Pro sex. Bisex. Femme. Bilabial. Pornófila. Escribo para no morirme deprisa. Soy caliente y festiva como la palabra verano". Lo avisó el fundador de Facebook, Marck Zuckerberg, en 2010: "La privacidad ha dejado de ser una norma social".
Casi cinco años después, la red social por antonomasia acaba de lanzar la función Privacy Basis, pensada para ayudar al usuario a proteger su intimidad. La antropóloga argentina Paula Sibilia analizó el fenómeno en su libro La intimidad como espectáculo en 2008 ("desde entonces no deja de expandirse") y sostiene ahora que se trata de un concepto que "forma parte de un conjunto de nuevos hábitos que son sintomáticos de algo más importante". "Creo que está ocurriendo una transformación histórica en nuestra sociedad occidental y globalizada, es decir, cambios en los modos de ser y estar en el mundo, transformaciones en las maneras en que construimos lo que somos y en los recursos que utilizamos para ese fin", argumenta.
A la Doctora Glas, o @DoctoraGlas, exhibirse desnuda a través de sublog o de su Twitter y escribir textos crudos -su primer libro lo publica en unos días la Editorial Tuertas- sobre su vida le ha permitido ganar confianza en sí misma. "Ahora tengo menos reparos en expresar abiertamente mis ideas o enseñar mi cuerpo en público, pese a la censura, insultos o represalias. Recibo acoso cibernético y amenazas de muerte o violación como cualquier otra persona que tenga repercusión en las redes sociales y cuestione las violencias y discriminaciones de la sociedad actual. Obviando esto, la exposición me parece positiva", explica. Y el resumen de sus acciones encaja con la descripción que Sibilia aporta sobre la extimidad: "alude a una intimidad que, curiosamente, tiene que exhibirse para poder realizarse y ser, puesto que sólo gana legitimidad si los demás la observan, algo que parece contradecir la misma definición de intimidad, que fue tan importante en la era moderna".
Pero esa época tiene poco que ver con la actual, donde "es importante que los demás vean lo que somos y, sobre todo, que digan que les gusta para confirmar que uno existe". Si en el siglo XIX la tendencia era la introspección, la de ahora es la visibilidad y la conexión. "Un emblema de todo ello es el auge del smartphone. No es casual que, en menos de cinco años, casi todos nos hayamos equipado con este tipo de aparatos y que los usemos con tanto fervor, ya que nos permiten construirnos a nosotros mismos y relacionarnos con los demás y con el mundo de este modo tan distante de la anticuada instrospección, y tan funcional al mundo contemporáneo", explica esta especialista argentina.
En este sentido, La Doctora Glas cuenta que se ha percatado de que, a través de su extimidad, ofrece "un soporte sobre feminismo y sexualidad para muchos jóvenes, colectivos feministas y personas anónimas".
También analiza la confluencia entre lo individual y lo colectivo la especialista en comunicación digital interactiva Cristina Miguel, que en la actualidad ultima una tesis donde analiza el concepto de intimidad en el contexto de las redes sociales en la Universidad de Leeds (Reino Unido). Admite que "algunos autores apuntan a que puede haber algún tipo de narcisismo involucrado en las prácticas de extimidad, pero también hay una gran necesidad de la otra persona, de la atención de otro para luchar contra la soledad que provoca el ritmo de vida moderno". "Hace sólo 10 años, los sociólogos y psicólogos afirmaban que la interacción online estaba aislando a las personas. Sin embargo, en los últimos años hay estudios que muestran que ex usuarios y no usuarios de internet experimentan sensaciones de soledad dos veces más que los usuarios", apunta.
E incluso sugiere que, "en la sociedad contemporánea, las vidas íntimas están cada vez más representadas y articuladas en ámbitos públicos; los reality shows y el fenómeno camgirl han hecho que alguna gente se vuelva adicta a ver intimidad". Ésta parece ser la clave para entender el cambio: "La naturaleza de la intimidad se ha transformado en el proceso de convertirse en pública, como resultado de destruir el secretismo y, por lo tanto, se instala un concepto nuevo: la extimidad", prosigue De Miguel.
Según esta experta en cuestiones de privacidad y exposición en redes sociales, "los que participan en prácticas de extimidad son minoría" pues, tras una fase de experimentación con el uso de los medios sociales, la mayoría de los usuarios ha interiorizado las nuevas normas sociales". Es decir, a través de la prueba y el error, los usuarios de redes sociales, primero deslumbrados, aprenden las técnicas de una nueva vida social.
Dolors Reig, autora del libro Socionomía, una defensa de la revolución social, también cree que "aprenderemos a dominar" la necesidad social de conexión. "Es algo temporal y hay que reservar tiempo a la desconexión, necesaria por ejemplo en ciertos estadios del proceso creativo o para encontrarnos con nosotros mismos y conocernos mejor", explica. Así que calma, siga usted colgando sus postres en Instagram, especialmente si son caseros. Hasta el escritor Antonio Muñoz Molina practica la extimidad en su última novela, Como la sombra que se va.

lunes, 28 de septiembre de 2015

Saludos cordiales ENRIQUE VILA-MATAS





Han descubierto las empresas que un liderazgo amable da un mejor resultado que el ordeno y mando del jefe de siempre, aquel que en los chistes de La Codorniz y en la vida real no te subía nunca el sueldo y, encima, ladraba.
Parece que estudios sobre el funcionamiento del cerebro (realizados con resonancia magnética funcional), han detectado que un trato irrespetuoso con el empleado sube la tensión sanguínea y genera estrés. En consecuencia, es más productivo que el líder despliegue respeto, confianza y motivación.
Todo está cambiando. ¿No lo oímos por todas partes? Pero me acuerdo de que en Entre tinieblas, la película de Almodóvar, una monja comenta que los tiempos han cambiado y la vida ya no es la misma. Y una hermana le dice:
"Anda, mira. Eso son fantasías de monja. Qué estáis locas, porque como no pisáis la calle os pensáis que en la calle pasan cosas. En la calle no pasa nada. Todo, todo, todo sigue exactamente igual que cuando tú entraste aquí".
Entre tinieblas se rodó en 1982, año en el que también se dijo que con los cambios a España no la iba a conocer ni la madre que la parió. Sin embargo, uno tiene la impresión de que cambiar, lo que se dice cambiar, no hemos cambiado tanto, seguimos en una atmósfera de crimen de Puerto Hurraco.
Puede que en algunas empresas el estilo sea distinto, pero el despido salvaje sigue igual. En Saludos cordiales (Siruela) el joven italiano Andrea Bajani se acerca a esta cuestión a través de una historia en la que puede apreciarse cómo a veces un humor inteligente es más eficaz que toda una tragedia española en tres actos aplicada a la crisis. Saludos cordiales narra, del modo más cómico y despiadado, la historia de un empleado al que le encargan que escriba las cartas de despedida de la empresa. Son cartas amabilísimas, redactadas por alguien dotado para los mensajes sublimes, pero también dotado para la más refinada brutalidad: "Gracias por la fidelidad, entrega y entusiasmo de más de treinta años. No le olvidaremos. Pero piense que ahora por fin podrá hacer lo que quiera, le espera una vida maravillosa fuera de la empresa. Saludos cordiales".En estos días del verano de 2015 vuelve a decirse que en la calle pasan cosas cuando en la calle no pasa nada, la vida sigue igual, Julio Iglesias sigue igual, los partidos emergentes siguen igual, la desesperación sigue igual, Google cambia para que su liderazgo siga igual.
La novela de Bajani disecciona a la perfección la estilizada miseria moral de nuestras empresas más encantadoras. Parte de la crítica italiana ha creído que Bajani es un escritor social. Y quizás lo es, pero va más allá: se interroga sobre el mundo a partir de la propia condición existencial; no le interesa decir solo que el mundo se está rompiendo. Lo que Bajani necesita es "mostrar cómo contemplamos ese hundimiento". Por su posición moral ha sido comparado con Pavese, pero Bajani es también heredero de aquel marino de Moby Dick que sólo abre la boca para decir: "No sé bien qué me espera, pero, de cualquier modo, iré hacia eso riendo".