lunes, 7 de marzo de 2016

Fray Luis de León (1527-1591) Vida retirada

¡Qué descansada vida la del que huye el mundanal ruïdo y sigue la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido! 5 Que no le enturbia el pecho de los soberbios grandes el estado, ni del dorado techo se admira, fabricado del sabio moro, en jaspes sustentado. 10 No cura si la fama canta con voz su nombre pregonera, ni cura si encarama la lengua lisonjera lo que condena la verdad sincera. 15 ¿Qué presta a mi contento si soy del vano dedo señalado, si en busca de este viento ando desalentado con ansias vivas y mortal cuidado? 20 ¡Oh campo, oh monte, oh río! ¡Oh secreto seguro deleitoso! roto casi el navío, a vuestro almo reposo huyo de aqueste mar tempestuoso. 25 Un no rompido sueño, un día puro, alegre, libre quiero; no quiero ver el ceño vanamente severo de quien la sangre ensalza o el dinero. 30 Despiértenme las aves con su cantar süave no aprendido, no los cuidados graves de que es siempre seguido quien al ajeno abritrio está atenido. 35 Vivir quiero conmigo, gozar quiero del bien que debo al cielo a solas, sin testigo, libre de amor, de celo, de odio, de esperanzas, de recelo. 40 Del monte en la ladera por mi mano plantado tengo un huerto, que con la primavera de bella flor cubierto, ya muestra en esperanza el fruto cierto. 45 Y como codiciosa de ver y acrecentar su hermosura, desde la cumbre airosa una fontana pura hasta llegar corriendo se apresura. 50 Y luego sosegada el paso entre los árboles torciendo, el suelo de pasada de verdura vistiendo, y con diversas flores va esparciendo. 55 El aire el huerto orea, y ofrece mil olores al sentido, los árboles menea con un manso ruïdo, que del oro y del cetro pone olvido. 60 Ténganse su tesoro los que de un flaco leño se confían: no es mío ver al lloro de los que desconfían cuando el cierzo y el ábrego porfían. 65 La combatida antena cruje, y en ciega noche el claro día se torna; al cielo suena confusa vocería, y la mar enriquecen a porfía. 70 A mí una pobrecilla mesa, de amable paz bien abastada me baste, y la vajilla de fino oro labrada, sea de quien la mar no teme airada. 75 Y mientras miserable- mente se están los otros abrasando en sed insacïable del no durable mando, tendido yo a la sombra esté cantando. 80 A la sombra tendido de yedra y lauro eterno coronado, puesto el atento oído al son dulce, acordado, del plectro sabiamente meneado. 85

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