lunes, 12 de septiembre de 2016

Enrique Vila-Matas, escritor español: "Lo ideal es escribir las teorías en papel de fumar y luego fumárselas"


Metaliteratura, autoficción, exceso de citas célebres (a veces inventadas), referencias “intertextuales”, mezcla de géneros, apócrifos. De estos y otros crímenes se ha acusado a Enrique Vila-Matas (1948), aunque tal vez es inimputable, porque es un hombre enfermo. Está, como algunos de sus personajes  -en El mal de Montano (2002) o Doctor Pasavento (2005)- “enfermo de literatura”, y escribe de forma terapéutica. 
También parece algo enfermo el protagonista de Dublinesca (2010), quien elaboró una teoría de la novela, que pensó destruir. Pero no lo hizo y en Perder teorías un escritor, tan parecido a Vila-Matas que incluso escribe sus artículos (y los relee con fascinación), está  invitado a un congreso internacional literario, pero es dejado a su suerte. En la soledad de su hotel escribe una teoría general de la novela.
Por otra parte, si en Kassel no invita a la lógica (2014) Vila-Matas recreaba su experiencia como escritor invitado en la Documenta de Kassel (una de las exposiciones de arte contemporáneo más importantes del mundo), ahora en Marienbad eléctrico refiere su amistad, encuentros e intercambios con la artista francesa Dominique Gonzalez- Foerster.
¿Considera que hay un cambio en su obra a partir de Dublinesca?
No, ninguno. La  presencia del arte -más concretamente de Duchamp- recorre toda mi obra y se encuentra ya de un modo evidente en Historia abreviada de la literatura portátil, publicada en 1985. 
Allí mencionaba una instalación de Gonzalez-Foerster e imaginaba, al menos el título, de Marienbad eléctrico... 
Sí, era el nombre de la orquesta que imaginé que en la vida real mi amiga Dominique  incluiría en el montaje de su instalación en la Tate Modern. Era una orquesta que interpretaba  “el desfigurado jazz del futuro, quizás un estilo híbrido que habrá de llamarse algún día Marienbad eléctrico”. No sabía entonces que ese fragmento de Dublinesca iba a proyectarse tanto sobre mi futuro.
 ¿Perder teorías es como el lado ensayístico de Dublinesca?
Lo es. No lo incluí en Dublinesca porque era demasiado largo y habría roto el ritmo de la trama. 
¿Hay que tomarse en serio las teorías?
No mucho porque mire: cada novela mía constituye su propia teoría, y en un cierto sentido la destruye. Tengo tantas novelas como teorías. Lo ideal es escribir las teorías en papel de fumar y luego fumárselas. Porque lo importante es crearlas. Después, uno ha de pasar a otra cosa. 
¿Le ocurre mucho que un artículo está en el origen de un libro?
No llevo la cuenta de las veces que me ha ocurrido. Pero sé que me pasó, por ejemplo,  con Impostura y  también con Historia abreviada de la literatura portátil, que son libros de los años 80. Antes de libros fueron artículos que publiqué en La Vanguardia. 
¿Son John Banville y Rick Moody dos de sus escritores favoritos?
No, en absoluto. Si en Perder teorías el narrador dice que esos dos novelistas están entre sus escritores favoritos, es porque el “yo” de ese texto corresponde al “yo” de un personaje de ficción que he construido basándome en una experiencia propia, pero sin permitir que sea yo mismo sino, como le digo, un personaje o, mejor, una voz. 
¿Cree posible encontrar nuevas formas para la novela?
¡Y tanto! Porque el problema que vienen teniendo los novelistas en las últimas décadas  es simplemente no seguir con el género tal como se formó hace dos siglos y buscarle otras posibilidades. Y eso en realidad es fantástico, porque le da a uno, como novelista,  trabajo para toda la vida. Y no sólo trabajo, sino gran entretenimiento y diversión, pues es una espléndida aventura inagotable dedicar todo tu tiempo a buscarle otras posibilidades a un género literario en permanente crisis. 
Al parecer hay bastante literatura en el trabajo de Gonzalez-Foerster. ¿Cuánto hay de instalación en el suyo?
Marienbad eléctrico lo han visto algunos curadores de arte como una instalación y quieren llevarla a un museo en forma de exposición, y no se equivocan. Pero no ideé el libro como instalación, quería tan sólo contar la historia de una amistad: cómo puede ocurrir que día a día, a lo largo de una serie de encuentros, se vaya forjando una relación sumamente creativa entre dos personas que parecen salidas de la película El año pasado en Marienbad. 
¿Le gusta el arte contemporáneo?
Todos somos Kafka, me dijo una vez una amiga. Y yo me asusté, le dije: mujer, unos lo somos más y otros menos. Lo mismo pasa con el arte contemporáneo, hay de todo. Tino Sehgal, Ryan Gardner, Parreno, Roger Bernat, Dominique Gonzalez, Tom McCarthy, Pierre Huyghe, Tacita Dean… son artistas que han heredado las inquietudes de los literatos modernistas: la repetición, la serialidad, los medios de comunicación… Las artes visuales es el lugar al que ha ido a parar el legado de Joyce y compañía. Actualmente el marco artístico tiene más flexibilidad, inquietud  y amplitud de miras que el literario, que es rehén de la lógica del mercado y de unos editores que en un alto porcentaje son sólo vendedores de coches.
¿Es posible la amistad a través del arte?
En Marienbad eléctrico se puede comprobar.
¿Tiene curación estar “enfermo de literatura”?
¿Hay que curarse de algo tan estimulante?
Si le dijeran transgenérico, ¿se ofendería?
Si me lo dicen cuando voy por la calle, soy capaz de darme un buen susto y acabar estrellado contra la pared más próxima. Pero peor es que te llamen “inclasificable”.  

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