sábado, 11 de junio de 2016

Lettre de Cioran à Guerne

Le 28 mai 1978



Mon cher Guerne,
Le contraste entre votre vigueur spirituelle et votre condition physique, si bien perçu et expliqué par vous,
5 juin.
La phrase que j’avais commencée il y a une semaine, je devais la finir maintenant, puisque sur le coup il me fut impossible de l’achever. Que s’est-il passé ? Mon cerveau cessa soudain de fonctionner. Ce fut le début d’une très mauvais grippe que je traîne encore. Plus malchanceuse que moi, Simone fait de la température depuis trois semaines. Un jour, à la suite d’une hémorragie, elle m’annonça qu’elle était certaine d’avoir un cancer. Douleurs nocturnes, compressements, etc. Nous avons vécu des journées de cauchemar, car pour avoir le résultat il a fallu attendre une dizaine de jours. Vous imaginez nos angoisses et nos imaginations, les radiologistes ne voulant faire aucune prévision susceptible d’atténuer l’anxiété : ce refus de se prononcer, quand on sait qu’il n’y a rien de grave, participe du sadisme. Tous ces instruments sont maniés par des tortionnaires. il faut attendre le verdict du spécialiste, telle est leur thèse. Nous sommes plus calmes maintenant, bien que l’homme de l’art ne parvienne pas à déceler la cause de cette fièvre persistante. Le drame d’avoir un corps, vous le connaissez mieux que personne mais ce que j’admire chez vous ce sont ces moments que vous évoquez pendant lesquels aucun trouble ne vous atteint : merveilleux détachement qui annihile la mort, laquelle ne fait plus qu’une piètre figure d’intruse. N’empêche qu’un endroit de votre lettre m’a déchiré le coeur : « Le temps est étalé autour de moi, prenant des proportions inimaginables avec tous ces instants qui n’ne finissent pas. » Je comprends cela, je sais ce que cela veut dire, et je ne trouve aucun mot, aucun conseil, aucun mensonge qui puisse vous aider à en triompher. C’est l’horreur pure. Toute ma vie j’ai eu des accès d’ennui, qu’il ma été impossible de combattre et qui m’ont empêché de faire quelque chose de suivi, de consistant, de sérieux. Je leur dois du moins le privilège de saisir les malaises des autres, de me les figurer en détail, singulièrement lorsqu’il s’agit de la perception du temps, du plus grand ennemi que l’homme ait à affronter.
A partir de demain je vais sortir et j’irai chercher le Nuage. Jaujard a bien fait de rééditer Le Temps des Signes. Jamais vous n’avez été aussi présent qu’en ce moment. Quelle injustice (ou quel dessein secret !) d’être cloué au lit au tournant, littérairement s’entend, le plus favorable de votre « carrière ». La Providence a des ces ironies…
Bon courage et affectueuses pensées, Cioran.
cioran

miércoles, 8 de junio de 2016

KAWABATA, EXÓTICA MODERNIDAD_Luis Antonio de Villena


(Este artículo se publicó en el suplemento literario de El Norte de Castilla)
Yasunari Kawabata. “La bailarina de Izu”.  Trad. María Martoccia. Seix-Barral, Barcelona, 2016.  236 págs.
Cuando en 1968 se le dio el Premio Nobel (por primera vez a un japonés) la mayoría _visd_0000JPG01TS6descubrimos a un autor que desgraciadamente traducido del inglés -sigue siendo hoy el peor defecto de esta edición- parecía difícil situarlo.  Kawabata ya no era joven o él no se lo sentía  -tenía 69 años- y en gran parte su obra se basaba en la tradición japonesa, pero pocos supieron decir (de ahí la fascinación de Mishima) que había sido uno de los grandes renovadores estilísticos y formales de la literatura japonesa desde los años 20, con novelas como “La pandilla de Asakusa” cuyo protagonista en verdad es ese barrio tokiota, o esta colección de cuentos o relatos, “La bailarina de Izu” –toma el nombre del primer texto y uno de los más sugestivos- que se publicó en  1925. Interesado en la manera de contar (en este libro hay relatos tan breves que prácticamente35C758184son leves estampas)  al tiempo Yasunari creía en la gran cultura tradicional del Japón que sintió herida tras la derrota del país en 1945. A partir de ese momento Kawabata se cierra en una sugestiva y feraz melancolía.  Mishima (que lo tenía por maestro) se suicidó como es bien sabido  a fines de 1970 y beautysad-splshapenas dos años después lo hizo Kawabata de un modo –dejando abierto el gas- menos violento.bellasdurmientes
Todo el conjunto de “La bailarina de Izu” refleja un modo distinto de narrar, sin embargo casi todos los relatos (con bastante fondo autobiográfico) se sitúan en un mundo aún del Japón tradicional, como ese grupo de actores itinerantes que recorren la península de Izu, que recorre  asimismo un joven estudiante de veinte años, en quien es fácil adivinar al propio Kawabata, y que se une a ellos en el relato inicial que titula el libro. Muy pronto se fija en una muchachita muy bella, a veces maquillada, que se inicia como actriz bailando. No tiene más de dieciséis años y ambos –que se observan- comprenden que no ocurrirá nada, pero el relato se entreteje en una refinada combinación de situaciones, que resaltan en silencio belleza y erotismo. Es ya el mundo de las adolescentes sobre el que KawabataYasunariKawabata compondrá esa espléndida novelita que es “La posada de las bellas durmientes”. Un gran alarde de refinamiento y de técnica, como aparece –en un ámbito muy distinto- en  “Diario de mi decimosexto año”,  que el autor dice haber reelaborado cuando tenía 27 y que cuenta con un raro sosiego desesperado, la vida del muchacho –de nuevo lo autobiográfico- que va perdiendo  desde sus padres a su abuelo ciego a todos sus familiares directos.  Los muchos y muy breves relatitos de la segunda parte (con apenas un mínimo esbozo argumental) son una sinfonía de matices líricos, muy novedosa en la prosa japonesa del momento.  Para muchos, tantos años después, todo un descubrimiento. Insisto en la traducción, pese a que (desdekawabata1 (1)el inglés) esté cuidada. Habiendo ya una notable escuela de niponólogos en España, resulta pobre y malo que una editorial como Seix-Barral siga acudiendo a la traducción de otra traducción. Bueno, Yasunari…

lunes, 6 de junio de 2016

Artículo de Ramón Irigoyen publicado en “Diario de Navarra”. Lunes, 6 de junio de 2016

“La guía gastrocómica” de María Díaz


La incombustible periodista en prensa, radio y televisión María Díaz acaba de presentar en la madrileña Sala Mirador La guía gastrocómica (Roca Editorial),  un libro excelente cuyo subtítulo “Donde comen los actores y actrices en sus giras por España” aclara el contenido de la obra. María Díaz explica el título así: guía + cómicos de la legua + gastronomía = guía gastrocómica. Y el Diccionario de la Real Academia Española da esta definición de ‘cómico de la legua’: ‘El que anda representando en poblaciones pequeñas’. Por tanto, en este contexto ‘cómico’  significa que el actor o la actriz representa una obra teatral en una gira por España  independientemente de que la obra sea una comedia escrita para hacer reír, un drama, una tragedia o cualquier otro subgénero teatral. La editora del libro, Blanca Rosa Roca, ya expresó, con razón,  en la presentación del libro su inicial reticencia ante este título que es muy ingenioso pero, como ocurre con muchos chistes conceptistas de Quevedo, es  tirando a oscuro.      Ayudemos un poco a los libreros a colocar este libro en la sección adecuada de su librería. Este libro debe colocarse en la sección de cocina y restaurantes donde están expuestas las guías gastronómicas. Ese es su lugar. Y, aunque la quevedesca  palabra ´gastrocómica’ del título puede llevar a un librero muy dotado para la risa a creer que “La guía gastrocómica” es  el libro que podrían firmar los humoristas Martes y Trece o José Mota y, por tanto, habría que colocarlo en la sección de humor de la librería, el error de colocación sería total. Es un libro magnífico pero no es un libro específico de humor, aunque sea un libro bienhumorado. “La guía gastrocómica” es el fruto de la generosidad y sabiduría de 116 cómicos de la legua, o sea, de actores y actrices que han viajado mucho por España y por otros países del mundo  representando sus  obras teatrales. Estos actores y actrices recomiendan más de 900 restaurantes de todas las comunidades autónomas y también, claro, de la comunidad foral de Navarra,  donde han comido y bebido. Y, por supuesto, también están aquí nuestras ciudades autónomas Ceuta y Melilla.
El libro está bien concebido y bien parido con la lógica que les recomienda Aristóteles a  los autores de guías gastronómicas. Tras una introducción de María Díaz, que tiene como epígrafe la divertida sentencia de Antonio Gamero “Como fuera de casa, en ninguna parte”,  nos topamos con nuestras comunidades autónomas que han tenido el impagable detalle de aparecer en el libro por orden alfabético. Es fantástico encontrar en primer lugar a Andalucía porque, aunque  parezca mentira, ni Aragón, ni Asturias, y mucho menos  Madrid, o Murcia, tienen derecho a preceder a Andalucía en el orden alfabético. También en orden alfabético encontramos todas las provincias de cada comunidad.  Tras la localidad aparece el nombre del restaurante recomendado con un texto del actor o actriz que lo recomienda. Ya en la página 201 María Díaz incluye “Mis recomendaciones” y nos encontramos con sus restaurantes  favoritos de toda España.
Cierra el libro la sección “De ruta con…” donde aparecen los 116 actores y actrices que nos han recomendado sus restaurantes preferidos.  Actores y actrices, identificados por una oportuna foto, y también en orden alfabético, nos informan de las obras que están representando o representarán próximamente. Tras la información profesional, se citan los restaurantes, con su respectiva página,  donde podemos leer sus opiniones sobre  los locales  recomendados.  Cito los cinco primeros nombres de actores y actrices por orden alfabético de apellido para que no se me encrespe nadie:  Susana Abaitua, Roberto Álamo, Daniel Albaladejo, Sonia Almarcha y Héctor Alterio. El ángel exterminador me conmina a que incluya también a Adolfo Fernández y a Marta Fernández-Muro. Y, roto ya el pacto de los cinco actores y actrices por las amenazas  de un ángel, incluyamos también a la gran actriz Amparo Pamplona, que, con este fantástico nombre, se ha ganado a pulso una estatua  en la mismísima plaza del Castillo de la capital navarra.
Presentó el acto el periodista navarro Antonio Gil. Basta decir que es tudelano para saber que fue una fantástica presentación que derrochó alegría porque en Tudela son alegres hasta los muertos.

domingo, 5 de junio de 2016

Salvador Pániker: «La decrepitud me asusta mucho más que la muerte»



Salvador Pániker (Barcelona, 1927) se mueve estos días con algo más de dificultad. Parece haberle agarrado uno de esos virus que andan despistados, causando estragos, sin saber si estamos en primavera, otoño, invierno o en todas las estaciones al tiempo. Pese a esos achaques físicos y a la edad, que avanza más rápido que el propio tiempo, el autor catalán se muestra, aún, coqueto y encantador. Ni rastro de la vanidad que tanto se le ha reprochado, probablemente por ese «exceso de emotividad» que él advierte como el «defecto principal» de esta España nuestra. Pániker recibe a ABC en su casa barcelonesa de Pedralbes poco antes de que llegue a las librerías «Diario del anciano averiado» (Literatura Random House), el último tomo de una serie en la que ha reconocido, por fin, su propia vida. Una vida de la que asegura sentirse «satisfecho» y ante la que sigue sorprendiéndose, cada día.


- Pese a la advertencia del título, me da la sensación de que el anciano no está tan averiado.
- En realidad, toda mi vida he tenido un sistema neurovegetativo muy traidor; pero es verdad, todavía conservo algo de vigor, aunque ahora estoy más averiado que cuando escribí esto.
- Algo de vigor y una enorme lucidez, que al final es lo más importante.
- Eso espero, sí.
- A medida que avanza en este diario, escrito entre el año 2000 y el 2004, sí que se resiente de achaques físicos, que van haciendo mella, al tiempo, en su ánimo.
- No es que tengamos un cuerpo, es que somos cuerpo. A mí me ha influenciado mucho. Lo que pasa es que, últimamente, no sé si por el aumento de mis dolencias, me disocio un poco de mi cuerpo, me veo desde fuera, lo cual es un síntoma de enfermedad, en cierto modo. Pero es evidente que no puedes escribir un texto autobiográfico sin referirte al cuerpo. Yo he tratado de obedecer al cuerpo pero, de algún modo, conteniéndolo.
- Y cuando se disocia del cuerpo, ¿qué es lo que ve?
- Me veo de una manera extraña, tengo una especie de visión mística, porque me veo desde fuera, como una conciencia sin yo. Esto es muy interesante, porque me declaro agnóstico y místico. Es decir, tengo sentido de la trascendencia.
«Mi fe no 
- Asusta un poco la palabra trascendencia.
- Sí, asusta, pero yo entiendo por trascendencia lo que uno pueda sentir escuchando una sonata de Bach. Yo, que soy enormemente musical, tengo oído para la trascendencia. No creo en el puro azar, pero tampoco puedo comulgar con ruedas de molino. Por eso digo que tengo una fe que no es religiosa; la fe no es monopolio de los creyentes. En este momento, con las cosas que pasan en el mundo, es difícil no ser muy nihilista, pero yo tengo la sensación, quizás porque tuve una infancia feliz, de que el mundo no es una completa tomadura de pelo.
- En el libro dice que sólo hay tres salidas posibles para eludir el yo: la trascendencia, la trivialidad y el suicidio.
- Sí, claro.
- Además, está del lado de los suicidas lúcidos.
- No de los meramente depresivos. Yo creo que el día de mañana la gente morirá así. Y no hay tantos suicidas lúcidos.
- No, son contados, la verdad.
- Exacto, no hay tantos. El puro suicida lúcido me parece un hallazgo. Soy partidario de que haya siempre una posibilidad de salirse de la vida, de dimitir.
- Bueno, eso tiene mucho que ver con la muerte digna.
- Mucho.
«Soy parti
- Hay una anotación, de mayo de 2003, en la que dice que todo ser humano, en un momento dado de su vida, debería preguntarse cuál es su relato. Yo le traslado esa cuestión a usted: ¿por qué causas está dando su vida?
- Hay unas cuantas causas, una de ellas es la muerte digna, otra es el ecumenismo cultural, otra la idea de que cada cual tiene una música propia… Todo eso forma parte de mi relato y, últimamente, escribiendo mi diario, voy afinando, porque la mayoría de la gente no sabe verbalizar sus emociones y eso es una fuente de patología, de lo que yo llamo desenfoque. Yo veo a la gente muchas veces desenfocada, no son lo que tendrían que ser, y el escribir un diario te habitúa a ir enfocándote mejor y, al final, a reconocer tu propia vida. En este contexto, yo creo que sí es muy útil que cada cual se pregunte cuál es su relato. Al fin y al cabo, terminarás dando la vida, entonces al menos dala por algo que te importe más que tú mismo. Esto forma parte de lo que yo llamo la mística: encontrar algo que te importe más que tú mismo. En ese sentido puede haber tantas místicas como personas.
- Pero usted dice que la vida está para vivirla, no para buscarle un sentido.
- Exacto.
- ¿Y cómo se articulan ambas cosas?
- Se articulan bastante bien, porque el sentido es una cosa penúltima, que le ponemos nosotros. Ahora, está muy bien puesta la objeción, porque al mismo tiempo que haces tu relato le das un cierto sentido. Yo no pretendo dejar de ser un poco contradictorio, reclamo mi derecho a la contradicción.
- Bueno, el ser humano es esencialmente contradictorio.
- Contradictorio, sí. Y mi derecho a la espontaneidad. Me gustan los escritores espontáneos. El exceso de preocupación por encontrarle un sentido último a la vida genera muchos absolutismos. Cuando comienzan las palabras con mayúsculas, ya sea patria, partido, Dios, empiezan los crímenes y, desgraciadamente, lo estamos viendo estos días. La vida está aquí para experimentarla, no para buscarle un sentido.
«La mayo
- Acaba de aludir, sin mencionarlos, a los trágicos atentados de París. En el libro, escribe después del 11-S y dice que es el momento de buscar las respuestas políticas adecuadas. ¿Ahora también?
- No lo sé. El 11-S era inaugural. Bush se equivocó al invadir Irak y todavía estamos sufriendo las consecuencias. Ahora, en este momento, habrá que verlo, no me atrevería a decirlo… El Estados Islámico es de las cosas más monstruosas que hemos visto últimamente y hay que pasar a la acción, sin duda. Es todo una monstruosidad, se mire por donde se mire.
- Usted alertaba entonces de que el peligro era que se generalizaran los ataques suicidas. Hoy, el terrorismo es eso.
- Es eso, sí. Yo creo que vamos a una sociedad multiétnica, multicultural y la convivencia entre las distintas etnias, religiones y culturas será el tema del futuro. Esto son síntomas de que, de momento, está mal resuelto. Yo le doy una importancia enorme a la pedagogía.
- A la educación.
- A la educación, sí, es básico. Los franceses que se han sublevado no estaban integrados, han fracasado escolarmente, y son pasto de cualquier doctrina. La solución cultural y pedagógica, además de la militar, es importantísima.
- De hecho, usted defiende que la primera tarea pedagógica debería ser el fomento de la curiosidad intelectual.
- Sí.
- Pero, entonces, ¿por qué se tiende a menospreciar las humanidades?
- Eso es un suicidio total. ¿Cómo vas a suprimir las humanidades si tienes que enfrentarte a una vida donde ya no hay absolutos? Tienes que conocer los esfuerzos que ha hecho el ser humano para tenerse en pie a lo largo de la historia. ¿Cómo vas a ir por la vida sin saber qué es el materialismo, el hinduismo, el taoísmo? Tienes que tener un mapa del territorio y eso sólo te lo da la cultura de letras, para después escoger tu propio camino. No puedes privar a la gente de eso, porque entonces lo que tienes son animales amputados, que sólo tienen un poco de tecnología y para de contar.
«El exces
- Cuando ve casos como el de Andrea, la joven gallega que murió a principios de octubre, ¿piensa que la sociedad está avanzando?
- La sociedad está madura, quienes no están maduros son los políticos.
- O sea que los ciudadanos sí están preparados.
- Sí, las encuestas dicen que el 70% de la población española está de acuerdo con una ley de eutanasia activa, voluntaria.
- Quizás lo que le haga falta a nuestros políticos sea andar con un poco menos de ego.
- Por supuesto, por supuesto, y trascender los motivos electorales. Todo eso ya lo sabemos.
- Bueno, lo sabemos, pero cada vez que vamos a votar seguimos cometiendo los mismos errores.
- Sí, sí [ríe].
- En ese sentido, me gustaría preguntarle por la situación de Cataluña; ¿cómo lo está viviendo usted?
- Yo no soy nacionalista. El nacionalismo fue útil para mantener la cohesión social, a partir de la Revolución Francesa. Ahora, en un mundo globalizado, y yo soy muy partidario de la globalización, el nacionalismo separa y va en contra de la marcha de la tecnología, de la cultura. A mis amigos independentistas les respeto, pero les digo que nos dejen en paz a todos y tengan un poco de paciencia, porque si España se incorpora del todo a Europa, ese problema se solucionará, porque Cataluña será ya más parte de Europa que de España. Y por ahí debe ir la solución.
«El Estad
- ¿Y cree que el problema podrá resolverse en un corto espacio de tiempo? Porque andamos muy justos.
- Andamos muy justos de tiempo y tenemos políticos locales que no están a la altura.
- Pero el ciudadano está muy hastiado.
- Lo está, y en este caso con razón.
- Bukowski decía que la muerte era la última de una serie de bromas pesadas. En este momento de su vida, ¿usted teme a la muerte?
- En contra de lo que decía Heidegger de que la muerte provoca angustia, yo creo que la muerte es algo tan brutal que ni siquiera provoca angustia. Si uno termina con el ego, la muerte se esfuma. Las sociedades arcaicas tenían la muerte mucho mejor asimilada. Si estás mínimamente sano, la postura frente a la muerte ha de ir unida a la trascendencia del ego. La solución es vivir aquí y ahora, donde no hay tiempo; el tiempo es el gran enemigo.
- Hace poco, en una charla con la escritora Anne Tyler, me confesó que ya no temía a la muerte, sino al sufrimiento.
- Sí, a mí me pasa lo mismo. La decrepitud me asusta mucho más que la muerte. Me gustaría morirme yéndome a dormir y no despertando. Eso estaría muy bien.
- Antes ha mencionado a Heidegger; él decía que uno de los mayores problemas de nuestra época es que no pensamos. Yo me pregunto cómo se puede vivir sin pensar.
- Pues, al parecer, se vive bastante bien [reímos ambos]. Se vive pensando con tópicos. Yo detesto los tópicos, pero comprendo que mucha gente necesita pensar. La mayoría de la gente se apoya en la trivialidad, que es muy descansada. No soy contrario a un cierto grado de trivialidad, pero como pensar no es fácil la mayoría de la gente se apoya en estas muletas que llamamos tópicos.
- Le advierto que yo soy muy defensora de la frivolidad.
- Yo también.
«Respeto
- Llegado un determinado momento, hay que ser frívolo, es la única manera de disfrutar.
- Claro, claro. Yo digo que soy frívolo por cortesía [reímos].
- ¿Ha logrado ya resolver el problema de la vejez?
- La vejez es una devastación. No la senectud, que puede ser sabia. Yo siempre me pregunto qué veo ahora que antes no veía, como una prerrogativa de la vejez, y algunas cosas las veo más claras. Quizás, en mi caso, que me han acusado de vanidoso, soy mucho menos vanidoso; esto es, quizás, una característica de los años. La idea de la vejez como un señor que se sienta en un sillón a contemplar pasar el tiempo no me interesa. Si cada día no descubro algo nuevo, aunque sea una periodista nueva, es un día perdido. Si puedo conciliar el afán de novedad, que quiero que me acompañe hasta el final, con una mayor sabiduría, está conseguido.
- ¿Y qué piensa cuando mira a las generaciones jóvenes?
- En la educación hay que fomentar tres cosas: la curiosidad, porque veo a los jóvenes hoy en día bastante adormilados; la fe, que no debe ser religiosa, sino esa confianza en la realidad, en que el mundo no es una tomadura de pelo; y aprender a aprender. Por eso doy tanta importancia al bachillerato, que debería estar más prestigiado e incluso mejor pagado que la enseñanza universitaria. Se lo digo yo, que tengo dos carreras universitarias y lo importante lo he tenido que aprender por mi cuenta.
- Usted ha defendido durante toda su vida, y practicado, el erotismo inteligente. Es muy hermoso eso que dice de «no disociar el espíritu de la sensualidad».
- He intentado siempre no hacerlo. En realidad, he tenido una vida sentimental bastante afortunada, pero no he sido un adicto al sexo, sino a la comunicación; lo cual es un fenómeno mucho menos frecuente de lo que parece. Puesto que no soy homosexual, me he entendido mejor con las mujeres que con los hombres y en la comunicación erótica he podido encontrar esa trascendencia de la que hablábamos antes. El erotismo, espíritu y cuerpo unidos al máximo, es una de las cosas por las que merece la pena haber vivido. Los mejores ratos de mi vida, más que espirituales, son ratos totales, donde interviene el cuerpo; bueno, ahora soy un anciano retirado, no me haga caso, pero mirando al pasado esto ha sido así.
«El Papa 
- Me gusta aquello que dijo Vicente Aleixandre de que usted era «un poeta que no sabía que era un poeta» [reímos].
- Para ser puro poeta, me ha pesado mucho la parte intelectual; a mí se me deslizan ideas y mi propio ideario está compuesto tanto de imágenes como de ideas. Enseguida echo a volar por el mundo intelectual, pero es posible que Aleixandre, que tenía mucha vista, acertase.
- ¿Por qué nunca ha escrito una novela?
- La motivación de un escritor de diario y de un novelista es la misma. El yo es el personaje desconocido que uno tiene más a mano. A mí, generalmente, quizás por ese intelectualismo, por ese pathos metafísico que tengo, la gente no me sorprende lo suficiente, el personaje que me puede sorprender soy yo mismo. Como me echa a volar el intelecto, esto me incapacita para escribir novelas.
- Precisamente, Hemingway decía que la labor de un escritor, con el paso de los años, debía ser, fundamentalmente, pulir su prosa.
- Sí, sí, sí, estoy completamente de acuerdo. Pulir, como decía mi amiga Ana María Matute, es suprimir. Yo suprimo mucho, me gusta mucho la idea de la elipsis. Me gusta la elipsis que manejaba Salinger en los cuentos cortos.
- A mí me gustan más sus cuentos que «El guardián entre el centeno».
- Sí, los cuentos son magistrales.
- Antes ha dicho que el intelecto le incapacita para escribir novelas. Yo le pregunto: ¿qué papel desempeña, hoy en día, el intelectual en la sociedad?
- Poco, poco. Aquel papel que desempeñaban en Francia Zola, Sartre, Camus…
«En Esp
- ¿Y cuándo empezó a perder importancia la figura del escritor?
- Cuando empezaron las ciencias. Hoy en día tiene más importancia un neurocientífico que un intelectual a la vieja usanza; ahora, es muy importante el que da la perspectiva global, filosófica, lo que pasa es que está menos prestigiado que antes. Afortunadamente, está naciendo una tercera cultura de gente que sabe hablar de ciencias y letras.
- ¿Qué me dice de la informática?
- Yo no soy reduccionista de la informática. No creo que la conciencia pueda explicarse en términos puramente informáticos. Como incluso el propio Turin ya vio, no todo es computable. Pero, como instrumento, me parece formidable.
- ¿Y cree que puede llegar a explicar tantas cosas como algunos pretenden?
- La conciencia no la puede explicar. Yo, además, creo que al animal humano es demasiado profundo como para que se pueda hacer una copia informática del mismo.
- Pero usted sí que usa ordenador.
- Sí, lo uso. Desde hace no mucho, diez o doce años. El ordenador me ha hecho más paciente, porque sé que lo puedo modificar y borrar; ha influido en mi sintaxis.
- ¿Escribe a diario?
- No, escribo cuando me siento estimulado.
- Yo, que he estado al lado de personas muy queridas en el umbral de su muerte, tengo la extraña sensación de que quienes tienen fe empiezan a perderla, se resquebraja, y los que no la tienen se aferran a ella, la buscan.
- Es usted muy sutil, estoy de acuerdo. En «Diario de otoño» hablo mucho de la muerte de mi hija, que me influyó muchísimo; aquello era un ejemplo de resquebrajamiento. Últimamente pienso bastante en mi madre y en mi hija; el nuevo libro que escribiré, si hay suerte, había pensado dedicárselo a mi madre. Ella era una mujer honesta, veraz, lo contrario de la vulgaridad. Yo soy agnóstico, pero dejo un margen para la oscuridad; no lo sé, de algún modo siguen vivos mi madre, mis amigos, mi familia, mi hija...
«No tengo 
- Le cito: «Dios es la inocencia trágica de mi hija Mónica, su bellísima mirada».
- Sí, claro, o el cuarteto número 15 de Beethoven.
- ¿Qué relación mantiene ahora con Dios?
- Hubo un tiempo que me llevaba mejor. No sé si me importa saber si Dios existe o si sirve para algo.
- ¿Y sirve para algo?
- A mí todavía me sirve algo. Esta especie de fe secularizada que yo tengo… Hombre, el gran escándalo es el mal, el sufrimiento, la monstruosidad. Me llevo con una especie de melosa distancia.
- Bueno, de hecho usted reconoce ser un escritor y un ser humano distanciado.
- Sí. Decía André Gide que con buenos sentimientos se hace mala literatura. Esta especie de hallazgo neopositivista de dejar que el lector se las apañe como pueda, y no darle demasiadas pistas, en ese sentido sí soy un escritor distanciado.
- ¿Y como ser humano?
- [Ríe] No lo sé, tendría que preguntarle a viejas amistades mías. No he sido muy distanciado, no.
- Dice que uno de sus problemas es que cree demasiado poco en lo que cree.
- Sí, eso sí. Yo siempre estoy en la paradoja, esa es un poco mi postura. Porque las grandes guerras las ha hecho gente con convicciones demasiado firmes; yo tengo convicciones, pero no son demasiado firmes, estoy dispuesto a relativizarlas enseguida. Al contrario que ese Papa retirado, que todavía vive, Benedicto XVI, que era antirelativista, yo soy muy relativista.
«He teni
- ¿Y qué le parece el Papa Francisco?
- A mí el Papa Francisco me gusta mucho. Sólo le encuentro un defecto: que es católico [ríe].
- Cuando escribió estos diarios se cumplían 25 años de la muerte de Franco; ahora se cumplen 40. ¿Qué queda en la España actual de todo aquello?
- Hombre, yo creo que queda muy poco, felizmente. Franco pensó siempre mediante tópicos, tuvo mucha suerte y la ventaja de ser un flemático en un país de emotivos. En España, más que la envidia, el defecto principal es la emotividad.
- ¿Se morirá siendo nihilista?
- No, es que yo no soy nihilista, soy demasiado taoísta para ser nihilista. Yo concilio el agnosticismo con la trascendencia, y por eso no puedo ser totalmente nihilista. Piensas que algo hay. Si ponemos en una parte de la balanza todas las galaxias y en la otra la primera parte del clave bien temperado de Bach, pesa más Bach; si piensas esto, no puedes ser nihilista.
- ¿Y cómo le gustaría ser recordado?
- No lo sé, no he pensado en esto. ¿Usted qué diría?
«Cuando
- Bueno, yo le recordaré como un pensador, como un sabio.
- Bueno, pues como un pensador. Decía Nietzsche que él siempre había puesto su vida en sus escritos, y este es el motivo por el que me he decantado por los diarios, para poner la vida en los escritos. Lo que no tengo es sentimiento de culpabilidad, no me siento culpable de nada, quizás soy demasiado superficial para sentirme culpable. Pero, en cierto modo, al no sentirme culpable, he jugado con una cierta virginidad y una cierta espontaneidad, una cierta honestidad. Soy un pensador, dentro de lo que cabe, relativamente honesto. Ahora me tomo un poco más en serio a mí mismo, y algo de sabio tengo.
- ¿Se siente orgulloso de la vida que ha vivido?
- Orgulloso no es la palabra; satisfecho, sí. He tenido fama de tener una vida bienaventurada y, efectivamente, las cosas no me han ido mal. Toquemos madera...

DIÁLOGO CON REBECA YANKE, POR JORDI COROMINAS I JULIÁN



El siete de octubre de 2009 era jueves y estaba en La Buena Vida de Madrid, al lado de Ópera. Acabábamos de presentar Matar en Barcelona y me puse a charlar con gente en la puerta. De repente, apareció Rebeca Yanke, que pasaba para saludar a Claudia Apablaza. Nos presentaron y al cabo de un tiempo una tal u minúscula dejó un comentario en mi blog: Corominas toca todos los palos. Me quedé intrigado, y cuando descubrí la asociación empecé a hablar mucho con Rebe y ahora somos muy amigos, sin que la frase sea de pacotilla, nada de carcoma del mundillo. Me sabe mal no poder entrevistarla en el coreano de al lado de su casa mientras reímos y comentamos la jugada. Sin embargo, suplimos muy bien la distancia Madrid-Barcelona con el correo, y este diálogo ha sido una continuación de nuestras conversaciones, quizá más seria, pero es que no cada día Rebeca Yanke publica un poemario, Infinitos corpúsculos, editado por la Diputación Provincial de Málaga en su colección Puerta del Mar.

Rebeca Yanke
En un momento del poemario hay una combinación donde se reflexiona sobre tu naturaleza de u minúscula. ¿Podrías explicar a los mortales que significado tiene para ti esa letra?
El significado que tiene para mí es absoluto, en tanto que es el nombre, o sobrenombre, que en un momento dado decidí ponerme a mí misma. Me siento una u minúscula más que Rebeca Yanke,  Rebe, Rebecaria, Rebecoide o cualquier otro mote posible que me hayan puesto. Este nombre me lo puse yo, no me lo puso nadie. Esto para mí es importante. La historia comienza de la forma más tonta, una conversación con mi amiga María Robles, hace por lo menos  siete años. Creo que nos preguntamos la una a la otra cuál era nuestra vocal preferida, y coincidimos en la u, en aquel momento sin pensar en minúsculas o mayúsculas. Nos pareció la vocal que nos describía, es más, la letra, y no consonante, vocal, y además la última. Nos interesó en aquel momento su fondo, sus fuertes paredes, la idea de que para alcanzar la superficie tuviera que escalar, y el abismo que se encuentra cuando llega arriba. Con el tiempo nos fuimos dando cuenta de que la u sólo se puede mantener estable cuando está del revés, y que al derecho tiende al desequilibrio, es decir, a columpiarse, pero no por propia iniciativa, sino por inercia. También tiene mucho que ver con un poema de Rimbaud, el de las Vocales y el juego de la sinestesia. U verde, dice Rimbaud, y también nos pareció correcto. Minúscula porque me parece lo más honesto, como la gracia, casi invisible, de la que habla Simone Weil:
“La Gracia es secreta, silenciosa, casi invisible, infinitamente pequeña, pero decisiva. Aunque sea infinitamente pequeña, la Gracia es una fuerza activa. Es exterior al mundo pero sus efectos son visibles. Permite al alma escaparse de las leyes similares a las de la gravedad material”.
Aunque se supone cerrada, la u es una vocal abierta, tiene cierta forma de vagina y a lo Whitman contiene multitudes.
Tienes un blog que se llama “Infinitos corpúsculos”. ¿Cual es su relación directa con el poemario visto que en el blog más bien sueles escribir aforismos? ¿Hay hermanamiento o infinitos corpúsculos tiene un significado que va mucho más allá de la red?
Me pareció  adecuado que mi primer poemario se titulara como el blog, en tanto que todos los poemas del libro se escribieron en el blog, en primera instancia. Me pareció inevitable, en ningún momento concebí ningún otro título. Quizá, ahora que me haces pensar en ello, fue una forma de rendir tributo al lugar que desde 2007, ha hecho acopio de mi expresión minúscula, un espacio donde me he sentido muy libre de decir lo que me viniera en gana en cualquier momento. Tú dices que hago aforismos, yo no lo tengo tan claro, quizá algún escrito toma esa forma, pero no todos. Si algo ha primado en ese blog es la espontaneidad, todo está dicho al vuelo, en el momento en el que lo pienso, sin pensar más allá de eso. No ha habido ni hay preparación, pensamiento previo, sólo el discurrir de un pensamiento. El titulo proviene de un libro de Michel Houellebecq, el pasaje en el que el personaje de Christiane, tras acostarse con Bruno, le habla así:
“Todo es cosa de los corpúsculos de Krause… -Christiane sonrió-. Tienes que perdonarme, soy profesora de ciencias naturales. -Bebió un trago de Bushmills-. El tallo del clítoris, la corona, y el surco del glande están cubiertos de corpúsculos de Krause, llenos de terminaciones nerviosas. Al acariciarlos se desencadena en el cerebro una fuerte liberación de endorfinas. Todos los hombres y todas las mujeres tienen el clítoris y el glande cubiertos de corpúsculos de Krause; casi en idéntico número, hasta ahí es muy igualitario; pero hay otra cosa, tú lo sabes…”.
Lo que yo extraigo de esta lectura es que la u minúscula está formada por infinitos corpúsculos, pero no únicamente en el clítoris, sino en todo su yo, de ahí que se mencione, también en el blog, la idea de una u minúscula como una sensibilidad suspendida. Una hiperestesia que trata de controlarse a sí misma, una uminúscula que se reconoce tan capaz de gozar como de sufrir, y a veces incluso al mismo tiempo.
¿Cómo surgió la posibilidad de pasar de la red al papel?
La propuesta me llegó desde Málaga en septiembre u octubre del año pasado. La poeta malagueña Carmen López me dijo que le había hablado de lo que escribía en el blog a María Eloy-García, que en ese momento se hacía cargo, junto a Jesús Aguado y David Leo, de la colección Puerta del Mar. Carmen me preguntó si tenía algo preparado ya, pues corría prisa, al parecer. Increíblemente, ese agosto, es decir hace exactamente un año, había comenzado a ordenar algunas cosas, la primera vez que le daba un sentido más allá de lo inmediato a lo que escribía. Lo que intenté en ese momento, antes de saber lo que pasaría después, fue organizar una historia, o lo que a mí me parecía una presentación de Rebeca Yanke como uminúscula. Cuando me pidieron que enviara un poemario lo que intenté fue completarlo, sacarle verdadero sentido. Hice poca edición. Apenas hago edición, en ningún contexto. Quité algunos poemas y añadí algún otro.
Aclarado este punto me gustaría que comentaras cómo seleccionaste los poemas. ¿Buscaste una unidad temática, que en ocasiones es totalmente mental, o los elegiste en función de su variedad estética? Ya que te conozco un poco, matiza si quieres lo de variedad estética.
La unidad temática, si es que la tiene, es únicamente la u minúscula, como concepto, como  personalidad, como desafío y, en ocasiones, como destrucción personal, es decir la diseminación de yoes, y la descripción de ciertos estados mentales, de las lecturas que me revolvían. También hay muchos escritos que me parecen más coloquiales, o más referenciales, ¿más pragmáticos, quizá? Más ligados a un devenir, pero el del día a día en mi vida, en el periódico, en el autobús, en el viaje que me esté sucediendo en ese momento, bien real, bien imaginario, o cosas tan tontas, pero que cobran tanto sentido tras la reflexión, como abrir la puerta a un testigo de Jehová, ya sabes, teniendo en las manos un libro titulado Lo real.
El día a día se percibe por pequeñas reflexiones que me llevan a otro punto: el carácter confesional del poemario, que parece afirmar y lanzar deseos desde una contradicción porque estás siempre dispuesta al cambio, pero preferirías no hacerlo, y eso que a veces únicamente estás. ¿Es la unión de los puntos opuestos lo que configura tu yo poético? 
Es bastante probable que así sea, que sea la contradicción la que me opera, si se entiende la expresión. La que hace la fuerza o me fuerza. Me impele o me lleva. Desde luego que preferiría no hacerlo, por eso este libro seguramente ha tardado tanto tiempo en serlo. También es cierto lo del carácter  confesional. Es una confesión de la primera a la última página, en ocasiones un tanto críptica, y creo que esto tiene mucho que ver con mi actividad periodística, donde prima, supuestamente, la claridad de conceptos, y también con otro tipo de forma de escritura que desarrollé durante mucho tiempo  y que, posiblemente, siga haciendo en el futuro. Yo era muy story-teller, y por profesión muy ligada al reportaje, a las cosas que se cuentan, o se intentan contar, tal como son, o parecen. Quizá por eso me nace la u minúscula, la necesidad de expresarme de forma más velada, y al mismo tiempo demasiado impulsiva y espontánea. Por tanto sí, seguramente la unión de polos opuestos configura mi yo poético.
En los no lugares no llueve. Creo que en tus corpúsculos hay un gen de mostrar el espacio desde el interior de la mente, no paseas, el exterior es un punto de partida para reflejar moralidades o máximas, ¿me equivoco?
El exterior es una excusa, pero una excusa poderosísima, para llegar al adentro. El Afuera, que tanto juega da, a la hora, valga la redundancia, de jugar. En general casi todo me genera una posibilidad, y en cualquier circunstancia veo otras, y en cualquier palabra infinitos contextos. Ahora bien, no tengo claro que llegue a hacer moralidades, ni máximas. Más bien mínimas, si me permites el guiño.
Bueno, pero esas mínimas son máximas de comportamiento personal imperfecto, y eso es precioso porque la poesía suele ser muy atribulada, una señora emperifollada que siempre que surcar los mares de la excelencia, y en cambio tu hablas de sentirte más yo con el error, un yo herido cíclicamente que quiere abrirse al mundo como sea: si no puedes querer a unos, quiere a otros.
Lo que yo tengo, o tiene la u minúscula, es una tendencia a recortar, a decir cuánto menos posible, a ceñirse a lo estrictamente necesario. En ese sentido sí son máximas de comportamiento personal imperfecto, expresión que me parece un corpúsculo sin dudarlo. Comportamiento personal imperfecto, y en el proceso posiblemente huyo de lo barroco, y pienso siempre, o más, en restar. Tengo un freno, creo, y esto puede ser tanto bueno como malo, pero que a veces consigue sostener un concepto en pocas palabras. Y en realidad es algo complicado llegar a decir algo diciendo poco.
Por otro lado el error me parece un arma de creación, y la excelencia sin embargo no es algo que yo tenga en absoluto presente a la hora de escribir. No es la excelencia lo que me interesa, ni en mí ni en los demás. A mí lo que me interesa es la intención. No las intenciones, la intención.  Uso mi herida pero sobre todo uso mi cicatriz.
Por otra parte esa imperfección se manifiesta en una voluntad de ir más allá. ¿Lo expresas sólo en sentido vital o crees que tu poesía puede virar hacia otras formas?
En cuanto al más allá, que es exactamente donde se sitúa la u minúscula en el blog, es ése su asiento, lo cierto es que dudo. In dubbio pro nobis, titulé el otro día algo.  El hecho de lo mínimo es en realidad un acto de valentía y de cobardía al mismo tiempo. Pero es que a mí me da mucha pereza hablar en largo, contar muchas cosas, decir, decir, opinar, todo eso me resulta bastante agotador, en realidad. No sé si me instalé en la brevedad, no creo. Pienso que ha sido un proceso que me ha dado mucho, pero no descarto otras formas de expresión. En ellas trabajo.
¿Y cuales son estas otras formas de expresión en las que trabajas?
No sé  cómo llamarlas. No sé qué son. Trabajo en una especie de revisión de las Notas sobre el cinematógrafo de Robert Bresson, uno de mis libros preferidos, ése sí que es un libro de máximas. También trabajo últimamente con Sade y Masoch. Seguramente habrás leído a Alain Robbe-Grillet pero, ¿sabes que su mujer escribía novelas sadomasoquistas? Trabajo sobre lo que leo, en realidad. Reimpresiones y desvelos. Lectura hecha carne. A veces pienso que debería dejarme de historias y escribir cuentos para niños, o para jóvenes. Ya que me preguntas por el periodismo. Durante varios años trabajé en un suplemento llamado Aula, especializado en jovenzuelos entre 14 y 18 años. Durante ese tiempo releí todos los libros que fueron lectura en mi adolescencia para hacer reseñas, fue bastante increíble para mí todo aquello, muy revulsivo y a veces bastante doloroso.
Dices que te resulta agotador contar muchas cosas, y seguramente por eso lo haces en poco espacio. Gil de Biedma decía que escribía poesía porque lo de la novela era demasiado cansado, demasiadas horas entregado a la literatura. Sabiendo que eres periodista, ¿Qué te aporta tu profesión en tu yo poético? (Y viceversa).
Creo que la formación y la profesión periodística aporta poco a mi poesía (me parece algo grandilocuente usar esta palabra, en realidad). El periodismo es, lamentablemente, antipoético en la mayoría de los casos. Pero sí da fogonazos, instantes que sí son poéticos y eso es en realidad lo que a mí me interesa. Me interesa la gente que vive poéticamente más que la que escribe poesía. En cuanto a lo que, tra virgolette, mi lado poético puede aportar al trabajo periodístico, lamentablemente también, es de nuevo poco. A veces consigues que algo suene bien, pero en contadas ocasiones se da la oportunidad puesto que en una redacción, aunque es triste y paradójico, no manda la palabra.
¿A qué obedecen los cinco apartados del poemario?
Hasta el momento esta cuestión es la más complicada, Jordi. Lo cierto es que cuando comencé a pensar en la respuesta agarré un ejemplar de los corpúsculos  y sentí si no verdaderamente que lo observaba y lo tocaba por primera vez, es decir como hago con cualquier libro de cualquier persona que llega a mis manos, al menos sí de una forma distinta. Un encuentro con la textura del libro, no sé si me explico. Y una observación desde lo más Afuera que haya podido sentir hacia él. Todavía sigo ahí. Pensando en la división de capítulos. Pero ya he pensado bastante rato. Los capítulos, per se, me parecieron necesarios en el momento en que, además de estar yo con unos textos, alguien se interesó por ellos. Supongo que necesité, o me pareció adecuada, algún tipo de estructura. Pero esto te lo digo a posteriori, no creo que fuera pensado.
Estados rudimentarios donde todas las estupideces andan sueltas. Qué largo, ¿no? Me parece que es una mención a mi concepto de uminúscula, a qué se cree ella que es, río un poco aquí. Estado rudimentario. Su forma de encajar en un abecedario. En un alfabeto. En una frase. En un compendio. En un libro. No sé si me explico bien. La segunda parte, que es muy breve, me parece que contiene alguna de las reflexiones más difíciles, de hacer, aunque quizá no tanto de sobrellevar. O sea, entre vivirlo en carne y ponerlo en papel, que es carne también, y que conduce a la tercera parte, Eg(g)o, que es en realidad donde está una idea que me parece bastante general. Esa lucha, esa g que se interpone. Ser huevo  y encontrar el ego. El capítulo 4, el de las Austeridades, me gusta especialmente, porque contiene algo de humor. Cosa que tampoco pretendí en su momento, o cuando lo escribí. Pero hay gente que dice que ha reído leyendo esos poemas sobre mis encuentros con los Testigos de Jehová, y eso me parece genial, porque yo cuando he reído leyendo poesía me he sentido muy feliz. Me parece algo muy grande. Y el quinto, Entre púa y punzón, es la quinta punta. Un espacio ofrecido a la lujuria. A una lujuria minúscula pero, no diré poderosa, diré capaz.
Edipo en las colonias
Entre tus referentes siempre parecen estar en un podio imaginario Derrida, Deleuze, Bresson. ¿Qué influencia tienen en tu poesía y en tu pensamiento?
Es posible que los periodistas tengan una parte de responsabilidad en esta crisis de la literatura. Es obvio que siempre los periodistas han escrito libros. Pero, cuando lo hacían, se introducían en otra forma diferente de la del diario, se convertían en escritores. La situación ha cambiado, porque el periodista ha llegado a convencerse de que la forma libro le pertenece de pleno derecho, de que no cuesta ningún trabajo llegar a esta forma. Inmediatamente, el cuerpo periodístico ha conquistado la literatura. De ahí una de las figuras de la novela estándar, algo así como Edipo en las colonias, los viajes de un reportero, incluyendo su búsqueda personal de mujeres o de padres. Esta situación repercute sobre todos los escritores: el escritor ha de convertirse en periodista de sí mismo y de su obra. En el fondo, todo queda entre el periodista–autor y el periodista–crítico, y el libro no es más que un testigo que ambos se pasan, apenas necesario. Porque el libro no es más que un resultado de experiencias, de actividades, de intenciones, de finalidades que se despliegan en otro lugar. Se ha convertido él mismo en un registro. Así que todo el mundo parece llevar un libro dentro (y se siente como si lo llevase), a poco que tenga un empleo o simplemente una familia, un padre enfermo, un jefe abusivo. Cada uno tiene su novela en su familia o en su profesión… Se ha olvidado que la literatura implica, para todo el mundo, una búsqueda y un trabajo muy especial, una intención creadora específica que sólo puede tener lugar en la propia literatura, que no se encarga para nada de recibir los residuos directos de las actividades o intenciones de otra naturaleza. Es la “secundarización” del libro, bajo la máscara de promoción mercantil.
Ahí  te dejo ese Deleuze, por lo pronto. No sé, me gusta leerlos. Me gusta sentirme atacada por hacerlo. Hay una especie de batalla, lo noto. Hay apasionados por Deleuze y Derrida y hay quien no puede soportarlos. Mi amigo Ángel me explicó una vez que eso es lo que suele pasar con las personas que realmente son interesantes, que a veces, sobre todo cuando comienzas a conocerlas, no sabes con seguridad si te parecen muy grandes o bien gilipollas. Como si en esa inquietud, en esa intriga, se encontrara la grandeza. Me gusta leer filosofía pero creo que a estos dos los leo como poetas. Y Bresson…  es que tengo predilección, sobre todo por la peli del burrito, Au hasard Baltasar, y porque las Notas sobre el cinematógrafo me parecen, hablando en plata, acojonantes.
Partiendo de esa base, y de otras, todo libro es un artefacto, pero el periodista, al dominar determinadas técnicas más efectistas, puede ser más artificial en la construcción del manuscrito, y eso choca con tus Infinitos corpúsculos, que en mi modesta opinión tienen una especie de pureza pensada, hay una naturalidad que nunca se halla en el relato periodístico. ¿Me puedes decir algo en relación a eso o es que se me va demasiado la cabeza?
Como diría el poeta Neorrabioso, hay que devolver a la bondad todo lo que le hemos robado.  No creo que se te vaya la cabeza, a ti, nunca. En serio. A mí el periodismo me sostiene y me gusta. El periodismo me importa. Hacer entrevistas es algo precioso, reportajes a veces más. Preguntar, preguntar, aprender y entender. Puede ser algo maravilloso. Pero yo necesito bordear. La u bordea, quizá a veces incluso se extralimita y, sobre todo, elige donde, o hacia donde, se da.
Ya casi a  modo de conclusión me parece adecuado resaltar que hablas de extralimitarte, verbo contradictorio porque significa que aceptas la existencia de un límite, cuando en poesía, pese a todo el agobio de la tradición y lo pacato del panorama, lo ideal seria no ponerse ningún tipo de traba.
Lo ideal es que las personas hagan lo que les nace.  Lo ideal es también que los limites de cada uno no sean los de los demás.  Pero yo creo mucho en los límites, sí. Creo que existen, creo que a veces pueden superarse y creo que sirven. Por ejemplo, el concepto de responsabilidad puede ser un límite: ¿Qué estoy haciendo, de verdad quiero decir esto, de verdad quiero que alguien lo lea, de verdad creo que es algo, que merece la pena?
La mera decisión de publicarlo implica que algo en tu inconsciente cree que merece la pena que otros lo vean. ¿Qué  le dirías como motivo para leer y empaparse de tus Infinitos corpúsculos?
Bien visto. No hubiera podido publicarlo sin el ánimo que me infunden muchas personas. No creo que el libro sea un acto personal. No únicamente, al menos. El Neorrabioso me dice que mi aparato de propaganda es fatal, que es casi contrapropaganda. No lo sé. Me da pudor. Esta entrevista me da pudor, ya te lo he dicho, en la pregunta cinco, creo, pero aquello era off the record, ¿no? Un mail muy Rebe: Jordiiiiiiii, me da pudorrrrrrrrr.  Así que la razón que puedo dar para que alguien lo lea es precisamente ésa, que intenté atravesar un límite, superarlo, y que fue el límite del pudor.
Pudor en catalán significa peste, tufo, y en la literatura española de los últimos años lo que dices de superar esa barrera del pudor me parece un ejercicio de honestidad, máxime cuando día a día nos quieren vender a grandes escritores mediante fotos, una notable sobreexposición de actitudes modernas y desfiles de moda en dominicales que poco o nada tienen que ver con lo literario, porque se ignora el contenido y se tiende hacia un estúpido barroco mediático. Cómo analizas el fenómeno desde la doble óptica poética y periodística. ¿Es una especie de suicidio de la calidad para privilegiar la banalidad?
Qué pregunta tan difícil. Lo que puedo decir, desde la óptica periodística, por ejemplo, es que a menudo lo que sale adelante en los medios está más impregnado de arbitrariedad de lo que podamos imaginar. Eso es un problema. Si nos atenemos estrictamente a lo literario, es realmente complicado ‘colocar’ un libro, para que se escriba sobre él, para que alguien diga algo de ese libro, una crítica elogiosa, o no, o que lo incluya en un reportaje sobre algo, preferiblemente, ‘novedoso’, o que aglutine una serie de conceptos que, en ese momento, pueden interesar, y esto es así, a la persona encargada de turno. Arbitrariedad y dificultades varias. ¿Poesía? Venga. Yo soy la rara de un periódico porque todo lo relaciono con poemas. Otros lo serán por su afición a la numismática o a las setas. Así que una forma de hacer interesante la poesía, si es que me preguntas exactamente sobre sus mecanismos hacia fuera, una forma de conseguir que hagan algo de caso a esa poesía, entiendo que es, inevitablemente, decir que es  nueva, distinta, diferente, revolucionaria, generacional, moderna, innovadora, o eso que se suele decir en casi todos los reportajes de moda femenina: dinámica y urbana. Moda dinámica y urbana. Poesía dinámica y urbana. Mujer dinámica y urbana… No sé si me explico un poco.  Si debo analizarlo desde una óptica poética, según tu pregunta, la verdad es que no sabría cómo. Déjame pensarlo un poco.