domingo, 8 de enero de 2017

Una librería en la que se puede pasar la noche



La suya es una de esas calles que a todo el mundo suena pero casi nadie ubica: Campomanes. De espacio fértil a la intimidad, Desperate Literature está hecha de recovecos, al igual que las personas y también que los libros. Una librería como un organismo vivo, como hogar, con su cocinilla estrecha, su colchón en el suelo de la habitación dedicada a la ficción, su escritorio y sus paredes que sujetan libros hasta el techo. 
En verano, ofrecen agua con lima y hielo. En invierno, té en vasos pequeños -rápidamente esto se ha hecho cuento- y salientes en las esquinas que aparecen para posarlos. Escaleras, carteles que informan, el rincón de los niños, los distintos idiomas. Librería tesoro con mapa en la entrada del laberinto.
Hermanada con otros cuerpos literarios en Santorini (Atlantis Books) y Nueva York (Book Thug Nation y Human Relations), las personas que acogen, sonríen y conversan en Desperate Literature son Terry Craven y Charlotte Delattre, hasta 2014 libreros en la parisina Shakespeare and Company. Corrió la voz de que la antigua librería de la calle Campomanes, Petra, cerraba. Y comenzó este relato.
«Nos interesan los libros raros, nuevos y de segunda mano, de ficción, poesía, ciencia-ficción... Mantenemos secciones de filosofía, historia, arte, ciencia, sociología, religión y música en los tres idiomas de nuestra librería: inglés, francés y español», explica a EL MUNDO Charlotte. Pero si este es un lugar de cuento no es sólo porque alberga libros. También acoge personas, al igual que la parisina Shakespeare and Company: «Escritores viajeros» que, «a cambio de un par de horas de trabajo al día, pueden dormir en la habitación de la ficción».
«Nada glamuroso, tan sólo un colchón, pero acogedor. Somos exigentes a la hora de recibir visitas porque compartimos con ellas las 24 horas del día, organizamos abundantes comidas para todos, normalmente se trata de gente joven y entusiasta con pasión por la lectura. Les pedimos dos cosas: que dejen en la librería algo permanente y algo que no lo sea. Queremos que dejen algo de sí, algo que dure, una planta, un poema, y algo volátil como un abrazo o una comida», detalla.
¿Y los que se acercan a comprar? No tiene Desperate Literature un cliente tipo. Se acercan «estudiantes, vecinos, excéntricos, coleccionistas. Resulta tranquilizador que haya lectores españoles que se acerquen hasta aquí para adquirir su literatura anglófona», reconoce Charlotte. 
Uno de esos escritores para quien esta librería es importante es el poeta Hasier Larretxea: «A mí lo que me gusta de la librería es su calidez, el trato tan cercano de los libreros, Terry y Charlotte, y que sea hogar y librería, un espacio donde rezuma su energía». Larretxea destaca sus «ediciones artesanales», su «colección de libros de segunda mano y el ciclo de poesía coordinado por James Womack».
«Hay espacio para cantautores y para la música internacional. Es de admirar el cuidado y el esmero con el que cuidan y realizan cualquier acción, cartel, diseño o actividad y la calidez que emana la librería como punto de encuentro», considera este navarro.
«Pequeña y grande a la vez», así define el escritor y editor británico afincado en Madrid James Womack este lugar preciado. «Terry y Charlotte son dos personas muy profesionales, muy inteligentes, y es evidente que para ellos la librería no es sólo un trabajo o una manera de ganar un sueldo, sino un proyecto que es una reflexión íntima de sus personalidades. Cuando entras en la librería, tienes la impresión de que estás en un espacio cuidado, amado, donde el catálogo no es sólo una colección de los libros que han llegado a la librería por casualidad, sino algo pensado, organizado», cuenta Womack, responsable también de la editorial Nevsky.
Por si fuera poco, la librería es rentable. «Desde que abrimos hemos sido afortunados y la tienda no ha parado de crecer pero no se trata sólo de las ventas sino de generar una comunidad alrededor», matiza Charlotte, que en la foto de arriba posa junto a la máquina de escribir que, en Desperate Literature, invita a todos a escribir poemas. Un cajón del escritorio alberga los versos de los clientes valientes que se atrevieron a hacerlo, y quién sabe si, en el futuro, los pliegos sueltos se conviertan en una antología poética de quienes un día se sentaron en esta silla.

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