jueves, 25 de mayo de 2017

Artículo de Ramón Irigoyen publicado en “Diario de Navarra”. Miércoles, 17 de mayo de 2017



Gloria Fuertes nació en Madrid el 28 de julio de 1917, el año de las apariciones de la Virgen en Fátima, de la Revolución bolchevique en Rusia y del nacimiento del célebre torero Manolete, a quien mató un  miura, de nombre Islero, en 1947. El día y mes del  nacimiento de Gloria Fuertes es una fecha grabada a fuego  en mi memoria porque, ese día, siempre me acuerdo del cumpleaños de un tío mío fallecido, hace 50 años, en un accidente de tráfico. A partir de este año, el 28 de julio, me acordaré de mi tío y de Gloria Fuertes, la poeta española de mayor éxito en la segunda mitad del siglo XX y cuya obra, por su inmensa calidad, sigue tan fresca como en las fechas en que se publicó.
Asistí recientemente en la Biblioteca Nacional de España (BNE) al homenaje organizado  para celebrar el centenario de su nacimiento.   Participaron en este homenaje Paloma Porpetta, presidenta de la Fundación Gloria Fuertes, José Manuel García Gil, vinculado a la Fundación Carlos Edmundo de Ory, presidida por la pintora Laura Lachéroy, viuda de Ory, y Agustín Palacios, excelente poeta y autor de diarios.
Antes de asistir al acto organizado en la BNE visité la soberbia exposición Gloria Fuertes  instalada en el Centro Cultural de la Villa Fernán Gómez, con sede en la plaza de Colón, a 50 metros de la Biblioteca Nacional. Paloma Porpetta, que, en un  acto anterior de homenaje a Gloria Fuertes   – Todas con Gloria – celebrado en el Instituto Cervantes con el brillante recital de poemas de Fuertes  a cargo de  no sé si 15 poetas mujeres o 15 mujeres poetas – que ellas decidan cómo quieren ser nombradas -, me dio la orden literalmente militar de que la llamara cuando fuera a ver la  exposición del Fernán Gómez. Yo, que soy alérgico a recibir órdenes – mi querido padre nacido bajo el signo militar de Aries me molió a órdenes  -, pero que soy un manso corderillo cuando las cosas me las piden por favor, en este caso, me sometí a la orden marcial de Paloma Porpetta, la telefoneé  y en el Fernán Gómez escuché con unción  sus sabias palabras  que  comentaban  las espléndidas fotografías y poemas de Gloria Fuertes.
El único inconveniente de visitar una exposición con la presidenta de la Fundación Gloria Fuertes que, además, es la comisaria de la exposición y del maravilloso catálogo que ha impreso el Ayuntamiento de Madrid, es que, en el despliegue de su sabiduría, avanzamos tan poco en la sala que  solo vi una quinta parte de la exposición y, al empalmar la visita a la exposición con el mencionado acto de la BNE, me quedé  sin ver las cuatro partes restantes.  Y digo esto para dejar bien claro que una exposición dedicada a un escritor – y, en este caso, soberbia escritora – con un despliegue  de tan amplísimo espacio y, a la vez, tan bellamente distribuido, no recuerdo haber visto nunca. Tambén el catálogo de homenaje a Gloria Fuertes es una maravilla.
En el acto de la BNE, presentado por Carlos Alberdi, el emperador de la  gestión cultural, Paloma Porpetta, que habla con velocidad de youtuber, defendió  con pasión la enorme calidad de la poesía de Gloria Fuertes y el enorme éxito de sus libros infantiles en las décadas de los ochenta y noventa del siglo pasado. José Manuel García Gil, biógrafo de  Carlos Edmundo de Ory, relató la historia de la amistad entre este espléndido poeta y prosista gaditano y Gloria Fuertes. García Gil es autor de la recomendabilísima  edición de Cuentos de hadas de Carlos Edmundo de Ory,  publicada por Cátedra. Una documentadísima introducción de 100 páginas dice todo lo que hay que decir sobre el cuento en España en los años 50,  sobre el cuento fantástico en los años del Dúo Dinámico, sobre los espléndidos cuentos de Ory y sus fuentes literarias y sobre su obra inédita.
Agustín Palacios comentó un par de errores  que circulan por ahí sobre Gloria Fuertes y Paloma Porpetta, con un encaje digno de una jugadora de jockey – un deporte, que, por cierto, practicó Gloria Fuertes: una foto de la exposición daba fe de ello  – se prestó a corregirlos con celeridad de patinadora.
El pasado domingo, 14 de mayo, se clausuró esta exposición que han visitado 33.000 personas. A las cinco de la tarde, la hora taurina que  cantó Lorca, volví a  la exposición para ver lo que no llegué a ver el primer día. En la entrada de la sala de la exposición sentí no asistir al recital, un auténtico maratón de 10 horas,  en el que el publicó leyó – o recitó, según los casos – poemas de Gloria Fuertes. En la visita de la exposición tuve mi mente dividida entre las maravillas allí expuestas y el Real Madrid-Sevilla y el Las Palmas-Barcelona, que se televisaban a las ocho de la tarde, y que se  me cruzaban por el cerebro más de lo que yo quisiera. Luego me arrepentí de no haberme parado en la sala  a leer un poema de Gloria Fuertes, a quien en una ocasión presenté  en la sala pamplonesa de la Caja de Ahorros de Pamplona, y a cuyo entierro asistí en Madrid el 27 de noviembre de 1998.

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