domingo, 16 de julio de 2017

Walter Benjamin

Diario parisino*


Queridos lectores les ofrecemos un texto de Walter Benjamin para recordar que ayer sábado, 15 de julio de 2017, se cumplieron ciento veinticinco años de su nacimiento.
Los editores de las Gesammelte Schriften dicen sobre este texto lo siguiente: “Benjamin estuvo en París entre diciembre de 1929 y febrero de 1930. En esas semanas redactó, seguramente por encargo de la revista Literarische Welt, un informe extenso, con formato de diario, sobre su estancia en esa ciudad. La versión definitiva del Diario parisino seguramente la entregó tras haber regresado a Berlín.”
Walter Benjamin toca en estas páginas muchos temas, y no nos debemos dejar engañar por el aparente tono desenfadado y de cotilleo que hay en algunos pasajes. Aparte del interés que tiene por Proust –evidente si recordamos que lo tradujo al alemán a cuatro manos con su amigo Franz Hessel– nos permitimos llamar la atención de nuestros lectores sobre el final de la primera conversación que mantuvieron él y la librera Monnier el 4 de febrero.

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(...) Algunas cosas sobre Proust: Monnier habla de la repugnancia que en ella ha despertado su transfiguración de los diez mil de arriba, de la rebeldía y protesta que le han impedido amar a Proust, y a continuación, fanáticamente, casi con odio, habla de Albertine, que sería ce garçon du Ritz –Albert– de una manera absurda, y cuyo cuerpo y andar masculinos percibe constantemente en Albertine. Su persona moral le ha impedido amar a Proust, más aun, querer amarlo. Lo que dice me lo pone fácil, y así le cuento las dificultades con las que Proust se encuentra en Alemania, lo necesarios que resultan estudios profundos sobre el escritor para superarlas, lo escasos que son dichos estudios en Alemania, pero también en Francia. Su sorpresa ante esta frase me da pie para dibujarle a grandes rasgos mi imagen de una interpretación de Proust. No es el lado psicológico, ni la tendencia analítica, sino la metafísica que hay en sus escritos, le explico, lo que sigue pendiente de ser descubierto. Las cien puertas que franquean el acceso a su mundo siguen cerradas: la idea del envejecer, la afinidad de los seres humanos con las plantas, su imagen del siglo XIX, su sensibilidad hacia el moho, el desecho, el resto pendiente. Y le cuento que cada estoy más convencido de que para entender a Proust hay que considerar que su tema es el envés, le revers -moins du monde que de la vie même.
Esa misma tarde, al cabo de un rato, conversación con Gabriel Audisio. Puedo decirle muchas cosas sobre su Heliotrop, lo que le alegra. Cuenta entonces las condiciones en que escribió este libro, lo que nos lleva a hablar del trabajo en el clima meridional. Estamos completamente de acuerdo en que es absurda la opinión según la cual el sol del sur es un enemigo de la concentración mental. Audisio confiesa su plan de escribir una Défense du soleil. Empezamos a considerar las diferentes maneras de contemplación mística según se trate de la medianoche septentrional o del mediodía meridional. Jean Paul por un lado, la mística oriental por el otro. La postura romántica del norteño, que en su urdir de un mundo onírico intenta parecerse al infinito, y el rigor del sureño que, más bien tercamente, entra en competencia con la infinitud del azul del mediodía para concebir algo que también sea perenne. En esta conversación me acuerdo de cuando escribí las primeras cuarenta páginas, en Capri y en pleno julio, del libro sobre el drama barroco: no tenía nada salvo pluma, tinta, papel, una silla, una mesa y el calor del mediodía. Esta carrera con la duración sin fin, cuya imagen evoca el cielo del mediodía en el sur de modo tan perentorio como el cielo nocturno la de un espacio infinito, hace que la mística del sur tenga un carácter cerrado, algo que se expresa arquitectónicamente, por ejemplo, en los templos del sufismo.

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