lunes, 7 de mayo de 2018

Itaca_Kavafis




Itaca es un poema casi taoista. Sublima la necesidad del viaje como superior al destino del mismo. El objetivo es llegar a Itaca, pero la sabiduría y el conocimiento se encuentran en el camino, en el Tao. Lluis Llach musicó el poema en 1975, convirtiéndose en el disco más vendido del cantautor hasta entonces. Últimamente Artur Mas utiliza de vez en cuando esta metáfora para simbolizar el largo y duro camino que lleva a la independencia de Catalunya.

Itaca

Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguardar a que Itaca te enriquezca.
Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.




domingo, 6 de mayo de 2018

PLEASE, SCROLL DOWN FOR THE ENGLISH VERSION PERSONAL Y TRANSFERIBLE Ponencia presentada por Xabier Arakistain el 2 de febrero de 2013 en Charming for the Revolution. A Congress on Gender Talents and Wildness en Tate Modern, Londres.







Para muchas feministas europeas, y entre ellas la filósofa española Amelia Valcárcel (2008), el feminismo surge en los albores de la modernidad del pensamiento racionalista. Desde entonces, ha generado tres períodos históricos consecutivos, que se conocen como las tres grandes olas del feminismo, en los que progresivamente se han elaborado y propagado su pensamiento político, su movimiento social, su producción científica y su corriente artística. Sin embargo, el feminismo, lejos de hallar el camino abierto para incluir a las mujeres y al resto de los sujetos excluidos en los conceptos modernos de igualdad y justicia, se ha ido encontrando con que un orden socio-sexual dominante de larga duración ha reaccionado contundentemente contra cada una de estas olas liberadoras.
Según la cronología propuesta por Valcárcel en Feminismo en el mundo global, la Primera Ola del feminismo abarca el período que va “desde la publicación de De la igualdad de los dos sexos de Poulain de la Barre, en 1673, (...) (hasta) la Vindicación de Wollstonecraft, en 1792” (: 20). Con ella, añade Valcárcel, “el feminismo se apropia de la enorme potencia de la idea de igualdad y forja su terminología, su tópica y su primera agenda” (: 21). Pero, resalta que, “contra la vindicación de igualdad se respondió con la naturalización del sexo” (: 21). La Segunda Ola, también conocida como sufragismo, comprende “desde el Manifiesto de Séneca en 1848 hasta el fin de la Gran Guerra” (: 21). El sufragismo, que partió de las mismas filas que el abolicionismo, “fue un movimiento de agitación internacional, presente en todas las sociedades industriales, que tomó dos objetivos concretos: el derecho al voto y los derechos educativos, y consiguió ambos en un período de ochenta años,” (: 84,85) lo que Valcárcel destaca que “supone al menos tres generaciones militantes empeñadas en el mismo proyecto, de las cuales obvio es decirlo al menos dos no llegaron a ver ningún resultado.” (: 85) Contra la Segunda Ola se utilizó la “misoginia romántica” y contra sus conquistas se respondió con “la mística de la femineidad”. Precisamente, Valcárcel señala la publicación en 1963 del texto de Friedan, en el que se acuña este último concepto, como comienzo de la Tercera Ola. Una ola que tomó cuerpo con la revuelta feminista que protagonizaron las mujeres que se estaban formando en la Universidad a finales de los sesenta y principios de los setenta y que “realizaron un ágil diagnóstico: el orden patriarcal se mantenía incólume.” (: 98) Además, “Patriarcado” “fue el término elegido para significar el orden sociomoral y político que mantenía y perpetuaba la jerarquía masculina. Un orden social, económico e ideológico que se autoreproducía por sus
propias prácticas de apoyo con independencia de los derechos recientemente adquiridos” (: 98). Inmediatamente, la teoría feminista irrumpe en un sin fin de disciplinas del conocimiento ya que “había que someter a crítica (...) los saberes heredados, por cuanto distorsionaban la imagen de las mujeres o servían ideológicamente para perpetuar la dominación masculina” (: 136). Así, el feminismo empezó a borrar las fronteras tradicionales entre lo privado y lo público y los grandes lemas de esta ola: “lo personal es político”, “mi cuerpo es mío” y “abolición del patriarcado” condensaron los temas de una agenda que se presentó por primera vez entonces y que aún sigue abierta.
El congreso de hoy, en torno a “The Sexual and Gender Politics”, es una buena muestra de que la agenda feminista de la Tercera Ola sigue vigente. Lo es también de la complejidad que entrañan las diferentes teorizaciones sobre la construcción cultural del sexo, el género y la sexualidad, e indica, además, el interés y la relevancia que estas cuestiones tienen en el ámbito de lo social y en el campo artístico del presente. Sin embargo, estas investigaciones se iniciaron a principios de los setenta y han evolucionado con el desarrollo de la antropología feminista, bien dentro de la disciplina, bien en paralelo a ella. De hecho: “las antropólogas feministas de los setenta, además de definir el androcentrismo y denunciar el sesgo androcéntrico de las disciplinas cientifico-sociales y humanas, distinguieron analíticamente sexo y género, acuñaron las definiciones de sexo social y de sistema de sexo/género, insistieron en el carácter social de las relaciones entre ambos sexos y, algunas, afirmaron que podía concebirse a hombres y mujeres como dos clase/sexo” (Méndez, 2007: 168). En “Antropología Feminista”, publicado en 2007, su autora, la antropóloga feminista española Lourdes Méndez, recorre esta evolución. El libro es el primer texto que sistematiza las aportaciones teóricas de esta disciplina desde sus inicios, tanto en Europa como en EE.UU, y permite por primera vez observar la panorámica completa del estado de la cuestión. O mejor dicho, permite discernir y confrontar las diferentes consecuencias políticas que entrañan las diferentes posiciones. En él, Méndez analiza cómo las corrientes teóricas feministas: universalista, diferencialista, postestructuralista y posmoderna incidirán sobre el desarrollo de estas investigaciones. Además, aclara que en contra de la creencia extendida entre un buen número de feministas anglófonas de que fueron “las postertructuralistas primero, y las posmodernas después, las primeras en cuestionar las categorías “mujeres” y “hombres”, y las que se encuentran en el origen de las perspectivas radicalmente antiesencialistas sobre el género” (: 99), en realidad, “fueron las científicas sociales materialistas francesas de los años setenta las que, siguiendo la vía iniciada por Simone de Beauvoir [con su afirmación “no se nace mujer, se llega a serlo”] (...) insistieron en el carácter social del sexo y cuestionaron las categorías de mujer y hombre” (: 99). Y lo hicieron “centrando su atención sobre los aspectos sociales e institucionales de la dominación masculina ampliamente ausentes en la obra de De Beauvoir” (: 99). A finales de los 80, una de estas
teóricas, Nicole Claude Mathieu, previamente a su L'anatomie politique de 1991, demuestra que, al contrario de lo que afirma la concepción occidental dominante actual, no existe una sola manera de concebir la articulación entre sexo, género y sexualidad, sino tres:
“Modo I: Identidad «sexual», basada en una consciencia individualista del sexo. Correspondencia homológica entre sexo y género: el género traduce el sexo. Modo II: Identidad «sexuada», basada en una consciencia de grupo. Correspondencia analógica entre sexo y género: el género simboliza el sexo (y viceversa). Modo III: Identidad «de sexo», basada en una consciencia de clase. Correspondencia socio-lógica entre sexo y género: el género construye el sexo.” (Mathieu, 2005: 134)
A día de hoy, el estudio de Mathieu mantiene intacta su vigencia y es de una excepcional relevancia para los debates actuales en torno al género ya que, como resalta Méndez cuando dicha autora “nos advierte del peligro que supone hablar exclusivamente de género, (olvidando que el sexo es su fundamento y que tan simbólicos socialmente son el uno como el otro), nos está abriendo una vía de investigación en la que el género debe ser interpretado como el operador (y no sólo como el simbolizador), del poder de un sexo sobre el otro” (Méndez, 1993:54). Y prosigue Méndez, “hablar sólo en términos de género equivale a no acotar analíticamente la complejidad de las relaciones entre los sexos y a renunciar a la posibilidad de pensar a las mujeres como una clase/sexo. Una clase que, tal y como recalcó Gayle Rubin en 1975, tenemos que definir en base a los sistemas sexuales, y no en base a los sistemas económicos.” (: 54)
Los trabajos citados de Valcárcel, de la Barre, Wollstonecraft, Friedan, Méndez, de Beauvoir, Mathieu y Rubin forman parte del ingente y radical monto de conocimiento feminista, porque, el feminismo es conocimiento. Un conocimiento especialmente útil para lxs disidentes de sexo, género y sexuales.
En el plano personal, descubrir el feminismo en su tercera ola, que lo “personal es político” y la constatación científica de que tanto el sexo, como el género y la sexualidad son construcciones culturales, que no naturales, supuso un alivio para combatir la aplastante presión ejercida por el orden socio sexual dominante de larga duración que todos lo seres humanos sufrimos en relación con estas categorías y las cuestiones que consideramos personales e intimas. Me proporcionó un mapa indispensable para entender la posición personal, pero también para comprender la génesis y las dinámicas de la opresión de sexo, género y sexual. Además, y como T G Atkinson (1974) y Weeks (1985) han señalado, adoptar una decisión identitaria “disidente” es sobre todo una acción de naturaleza política, que a menudo implica
abrazar un proyecto político e incluso adquirir un compromiso con su programa. En este sentido, quiero recordar que esa misma ola feminista hizo posible que a partir de finales de los años 60 del siglo pasado, las mujeres se incorporasen a la práctica y la teoría artística por primera vez de forma continuada y masiva. En el plano profesional, me dedico a contribuir con este movimiento utilizando el sexo como categoría curatorial y trabajando las perspectivas Nochlin y Pollock como complementarias dentro de un proyecto contemporáneo de transformación feminista del campo del arte y de las sociedades que lo producen. Tanto la complejidad, como la operatividad de la aplicación de este marco conceptual y político en el campo del arte se puso especialmente de manifiesto en el proyecto que desarrollé como director del Centro Cultural Montehermoso Kuturunea de Vitoria-Gasteiz, de 2008 a 2011, junto a mi colega Beatriz Herráez. Allí pudimos demostrar que incluir la perspectiva feminista (que es diferente a la perspectiva de género) y a las mujeres en paridad en los programas de arte y cultura contemporánea no sólo es posible, sino que además mejora sustancialmente la calidad del programa. Los virulentos ataques que recibió el proyecto hasta que finalmente se clausuró, al igual que la creciente hostilidad con la que los discursos y los proyectos de otras colegas feministas son recibidos en la actualidad forman parte, sin duda, de la gran reacción del orden socio-sexual dominante de larga duración a la Tercera Ola del feminismo.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
ATKINSON, T. G. (1974) Amazon OdysseyNew York. Link Books.MATHIEU, Nicole Claude (2005) [1989] “¿Identidad sexual/sexuada/de sexo? Tres modos de conceptualización de la relación entre sexo y género”, en: El patriarcado al desnudo. Tres feministas materialistas: Colette Guillaumin - Paola Tabet - Nicole Claude Mathieu (130-175). Ochy Curiel / Jules Falquet (Compiladoras). Buenos Aires. Brecha Lésbica.
MÉNDEZ, Lourdes (1993) “Influencia de la teoría feminista sobre las Ciencias Sociales. Una revisión conceptual” en: 
Teoría feminista, identidad, género y política. (45-57) Arantza Campos y Lourdes Méndez (ed). San Sebastian. Servicio Editorial Universidad del País Vasco. MÉNDEZ, Lourdes (2007) Antropología feminista. Madrid. Editorial Síntesis.
NOCHLIN, Linda (1989) [1988] 
Women, Art and Power and Other Essays. Boulder, Colorado. Westview Press.
POLLOCK, Griselda (2005)[1988]
Vision and Difference. New York. Routledge Classics. VALCÁRCEL, Amelia (2008) Feminismo en el mundo global. Madrid. Ediciones Cátedra. WEEKS, Jeffrey (1985) El malestar de la sexualidad. Significados, mitos y sexualidades modernas. Madrid. Talasa Ediciones.
PERSONAL AND TRANSFERABLE
A talk given by Xabier Arakistain on February 2nd 2013 during “Charming for the Revolution. A Congress on Gender Talents and Wildness” at Tate Modern, London.
For many European feminists, including the Spanish philosopher Amelia Valcárcel (2008), feminism emerged at the dawn of modernity with rationalist thought. Since then it has generated three consecutive historical periods, which are known as the three great waves of feminism. In these periods it has progressively elaborated and propagated its political thought, its social movement, its scientific production and its artistic current. However, far from finding the path open for the inclusion of women and the rest of the excluded subjects within the modern concepts of equality and justice, feminism found that a dominant socio-sexual order of “long duration” reacted forcefully against each of these liberating waves.
According to Valcárcel’s chronology, the First Wave of feminism covers the period “from the publication of Poulain de la Barre’s The Equality of the Sexes in 1673 (...) [upto] Wollstonecraft’s A Vindication of the Rights of Women in 1792” (: 20). With this wave, according to Valcárcel, “feminism appropriates the enormous potential of the idea of equality and forges its terminology, its subject and its first agenda” (: 21). But, she stresses that “the response to the vindication of equality was the naturalization of sex” (: 21). The Second Wave, also known as suffragism, covers the period “from Seneca Falls’s Manifesto in 1848 to the end of the Great War” (: 21). Suffragism, which arose from the same ranks as abolitionism, “was a movement of international agitation, present in all industrial societies, which set itself two concrete aims: the right to vote and educational rights, attaining both in a period of eighty years”. (: 84,85) Valcárcel stresses that “it involved at least three militant generations committed to the same project, and it hardly needs saying that at least two of them did not see any results” (: 85). The response to the Second Wave was “romantic misogyny” and its achievements were countered with “the feminine mystique”. Valcárcel points precisely to the publication of Friedan’s text in 1963, in which the latter concept is coined, as the beginning of the Third Wave. A wave that took shape with the feminist revolt led by women who were attending the university in the late sixties and early seventies and who “made an agile diagnosis: the patriarchal order remained unscathed” (: 98). Moreover, “‘Patriarchy’ was the term chosen to signify the socio-moral and political order that upheld and perpetuated the masculine hierarchy. A social, economic and ideological order that reproduced itself through its own practices of support independently of recently acquired rights” (: 98). Feminism at once irrupted into numerous disciplines of knowledge since “it was necessary to subject the totality of inherited knowledge to criticism, insofar as it distorted the image of women or served
ideologically to perpetuate masculine domination” (: 136). Thus, feminism began to erase the traditional frontiers between the private and the public, and the great slogans of this wave: “the personal is political”, “my body is mine” and “abolish patriarchy” condensed the issues of an agenda that appeared for the first time then and continues to be open.
Today’s congress on “the sexual and gender politics” is a good proof that the feminist agenda of the Third Wave still stands. It is also a sign of the complexity entailed in the different theorizations on the cultural construction of sex, gender, sexuality, and moreover indicates the interest and relevance that these questions currently hold in the social arena and the field of art. However, these research undertakings began in the early seventies and have evolved within or parallel to the start and development of feminist anthropology. In fact: “as well as defining androcentrism and denouncing the androcentric bias of the human and social-scientific disciplines, the feminist anthropologies of the seventies distinguished analytically between sex and gender, coining the definitions of social sex and the sex/gender system; they insisted on the social character of relations between both sexes and some affirmed that men and women could be conceived as two sex-classes” (Méndez, 2007: 168). In “Antropología Feminista”, published in 2008, its author, the Spanish feminist anthropologist Lourdes Méndez, makes a detailed review of this evolution. The book is the first text that systematizes the theoretical contributions of this discipline from its beginnings, both in Europe and the United States, making it possible for the first time to observe the complete panorama of the state of the question. Or better put, it makes it possible to distinguish and confront the different political consequences entailed by the different positions. In her book, Méndez analyzes how the feminist theoretical currents – universalist, differentialist, poststructuralist and postmodern – influence the development of these research undertakings. Moreover, she opposes the widespread belief held by many Anglophone feminists that it was “the poststructuralists first, and the postmoderns next, who were first in questioning the categories ‘women’ and ‘men’; and that they are the ones found at the origin of radically anti-essentialist perspectives on gender” (: 99). Instead, she points out that in reality “it was the French materialist social scientists of the seventies who, continuing on the course started by Simone de Beauvoir [with her statement ‘one is not born a woman, but becomes one’] (...) insisted on the social character of sex and questioned the categories of woman and man” (: 99). And they did so by “centering their attention on the social and institutional aspects of male domination that are broadly absent in the work of de Beauvoir” (: 99). At the end of the eighties, one of these theoreticians, Nicole Claude Mathieu, prior to herL’anatomie politique 1991, demonstrated that, contrary to what is asserted by the currently dominant western conception, there is not just one way of conceiving the articulation of sex, gender and sexuality, but three:
“Mode I: ‘sexual’ identity, based on an individualist consciousness of sex. Homologous correspondence between sex and gender: gender translates sex. Mode II: ‘sexed’ identity, based on a group consciousness. Analogous correspondence between sex and gender: gender symbolizes sex (and vice versa). Mode III: ‘sex’ identity, based on class consciousness. Sociological correspondence between sex and gender: gender constructs sex.” (Mathieu, 2005: 134)
Mathieu’s study continues to be as valid today as it was fourteen years ago, and is exceptionally relevant to current gender debates since, as Méndez notes, “when Mathieu (1989) warns us of the danger involved in talking exclusively of gender (forgetting that sex is its foundation and that one is as socially symbolic as the other), we are opening up a course of research in which gender should be interpreted as the operator (and not only as the symbolizer) of the power of one sex over the other” (Méndez, 1993: 54). And Méndez adds that “to talk only in terms of gender is the equivalent of not analytically delimiting the complexity of relations between the sexes and renouncing the possibility of thinking of women as a sex-class. A class that, as Gayle Rubin underlined in 1975, we must define on the basis of sexual systems, and not on the basis of economic systems”. (: 54)
The works cited by Válcarcel, de la Barre, Wollstonecraft, Friedan, Méndez, de Beauvoir, Mathieu and Rubin form part of the enormous and radical sum of feminist knowledge, because feminism is knowledge. Knowledge that is especially useful for sex, gender and sexual dissidents.
On the personal level, the discovery of Third Wave feminism, that “the personal is political”, and the scientific verification that sex, gender and sexuality are cultural not natural constructions, represented a relief for fighting the crushing pressure of the dominant socio- sexual order of long-duration that all human beings suffer from, in relation to the categories and questions that we consider personal and intimate. It provided me with an indispensable map for understanding not only my personal position, but also for understanding the genesis and dynamics of sex, gender and sexual oppression. Besides, as T G Atkinsons (1974) and Weeks (1985) have pointed out, adopting a “dissident” identity position is above all an action of a political nature, which often involves adopting a political project and even committing oneself to its program. In this respect, I wish to recall that that same feminist wave made it possible for the first time, starting in the nineteen sixties, for women to become involved in artistic theory and practice in a continuous and massive way. On the professional level, my efforts are dedicated to contributing to this movement using sex as a curatorial category and working the Nochlin and Pollock perspectives as complementary approaches within a contemporary project
of feminist transformation of the field of art and the societies that produce it. Both the complexity and the effectiveness of applying this conceptual and political framework in the field of art emerged clearly in the project I developed as director of Montehermoso in Vitoria- Gasteiz, from 2008 to 2011, together with my colleague Beatriz Herráez. In our project we were able to show that the inclusion of the feminist perspective and women in conditions of parity in culture and art programs is not only possible but also substantially improves the program’s quality. And I would like to finish by saying that the virulent attacks to which the project was subjected until it was finally closed, without doubt form part of the reaction to the Third Wave of feminism by the socio-sexual order of long duration. As is the increasing hostility with which the discourses and projects of other feminist colleagues are received at present.
BIBLIOGRAPHICAL REFERENCES
ATKINSON, T G (1974) Amazon OdysseyNew York. Link Books.MATHIEU, Nicole Claude (2005)[1989] “¿Identidad sexual/sexuada/ de sexo? Tres modos de conceptualización de la relación entre sexo y género”, en: El patriarcado al desnudo. Tres feministas materialistas: Colette Guillaumin - Paola Tabet - Nicole Claude Mathieu (130-175). Ochy Curiel / Jules Falquet (Compiladoras). Buenos Aires. Brecha Lésbica.
MÉNDEZ, Lourdes (1993) “Influencia de la teoría feminista sobre las Ciencias Sociales. Una revisión conceptual” en: 
Teoría feminista, identidad, género y política. (45-57) Arantza Campos y Lourdes Méndez (ed). San Sebastian. Servicio Editorial Universidad del País Vasco. MÉNDEZ, Lourdes (2007) Antropología feminista. Madrid. Editorial Síntesis.
NOCHLIN, Linda (1989)[1988] 
Women, Art and Power and Other Essays. Boulder, Colorado. Westview Press.
POLLOCK, Griselda (2005)[1988]
Vision and Difference. New York. Routledge Classics. VALCÁRCEL, Amelia (2008) Feminismo en el mundo global. Madrid. Ediciones Cátedra. WEEKS, Jeffrey (1985) Sexuality and its Discontents: Meanings, Myths and Modern Sexualities. London. Routledge & Kegan Paul Ltd.