jueves, 18 de octubre de 2018

Preciosa imagen de Ernest Hemingway y Pío Baroja.






En ella se ve al escritor americano cuando visitó a Baroja días antes de su muerte. 
En un encuentro entre ambos escritores, Hemingway le dijo a Baroja:
«Daría mi Premio Nobel a cambio de poder escribir como usted»




miércoles, 17 de octubre de 2018

La tradición indómita de Elena Poniatowska




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La escritora mexicana Elena Poniatowska dibuja un mapa de mujeres brillantes y fuertes en su libro "Las indómitas". CreditEduardo Verdugo/Associated Press
Elena Poniatowska nació en París en 1932 con las venas llenas de sangre azul y polaca, pero jamás se interesó demasiado por esa genealogía de princesas aficionadas a la poesía y al piano, con la grandilocuente figura al fondo de un general que luchó al lado del mismísimo Napoleón. Cuando llegó a México a los 9 años, nació de nuevo y —gracias a las niñeras y a las criadas— empezó a crecer en otra lengua y a crear su propia tradición.
En Las indómitas deja claro que su mito de origen no es europeo, sino mexicano. El primero de los nueve textos extensos que configuran el volumen está dedicado a Josefina Bórquez, mujer periférica con las venas llenas de sangre muy roja, revolucionaria de armas tomar, quién sabe si hija de Pancho Villa.
“Nadie le hacía falta, se completaba a sí misma, se completaba sola”, escribe Poniatowska. Pero lo cierto es que la recordamos sobre todo porque la convirtió en Jesusa, la protagonista de su primera novela, Hasta no verte Jesús mío. O de su primera biografía. O de su primer gran relato tejido a partir de decenas de entrevistas. En el interior del triángulo que dibujan esos tres géneros (la novela, la biografía y la entrevista) crecieron los libros mayores de la escritora mexicana.

El libro —magnífico— dibuja un mapa de mujeres brillantes y fuertes con Bórquez en el centro, tanto en la historia de México como en la propia biografía de la escritora (“En su voz oía la voz de la nana que me enseñó español, la de todas las muchachas que pasaron por la casa”, escribe).
La acompañaron generacionalmente las soldaderas, que caminaban todo el santo día porque los caballos estaban reservados a los revolucionarios; o la escritora Nellie Campobello, quien según Poniatowska “fue la única mujer que destaca en la literatura de la Revolución y está a la altura de los novelistas que figuran en el canon oficial”. La antecedieron las heroínas de la Independencia, como Antonia Nava o María Josefa Martínez, también eclipsadas por sus coetáneos varones.
Y tras ellas llegaron algunas de las grandes escritoras, intelectuales, luchadoras y feministas de la segunda mitad del siglo XX, contemporáneas aproximadas de Poniatowska: Josefina Vicens, Rosario Castellanos, Alaíde Foppa, Rosario Ibarra y Marta Lamas. Ellas protagonizan otras cinco crónicas que ensayan, otros cinco ensayos que combinan sabiamente la creación de escenas con los datos eruditos, el pulso narrativo con la cronología, el homenaje con la crítica.
Como hiciera Rubén Darío en Los raros en 1896, se trata de proponer un nuevo canon. Un canon literario mexicano en clave femenina, donde El libro vacío de Josefina Vicens o Los recuerdos del porvenir de Elena Garro ocupen la centralidad que les corresponde. Un canon que se expanda a todos los territorios de la lengua española. O al mundo: Vicens y Garro merecen las traducciones y los honores de sus contemporáneos Octavio Paz o Carlos Fuentes. Como los merece la propia Poniatowska.
Como en los años cincuenta no estaba bien visto que las mujeres fueran a la universidad, la escritora estudió mecanografía. Como en aquella época las mujeres tampoco escribían artículos de opinión o crítica literaria, se abrió camino en los periódicos como entrevistadora.
Esas dos acciones —la de escuchar y la de escribir, después, a partir de las voces ajenas— la acercan a Svetlana Alexievich, la gran cronista de los coros trágicos, la gran historiadora oral. El primer libro de la premio nobel fue La guerra no tiene rostro de mujer, de 1985. Poniatowska publicó La noche de Tlatelolco en 1971, con el subtítulo “Testimonios de historia oral”.
La narradora que construye está un peldaño por debajo de sus personajes. Ella, que es “de la estatura de un perro sentado” y que carga su “costal de quejumbres de bestezuela mimada”, le cuenta algo a Jesusa y esta le riñe por enésima vez: “Usted siempre haciéndole a lo pendejo”. Ella paga las cuentas de los almuerzos con Fuentes o con Carlos Monsiváis (en la última crónica del libro, un testimonio personal con remix de testimonios ajenos que recuerda con respeto y cariño tanto a Lamas como al propio Monsiváis). Ella cuenta su vida en las grietas de la biografía de su marido Guillermo Haro en El universo o nada.
Porque en el periodismo lo que importa es el tú, no el yo. Es un oficio esencialmente subalterno. Desde ese lugar sabio y humilde, Poniatowska ha entrado en el canon. Aunque de ella siempre se recuerda que reinventó la entrevista a hombres monumentales y famosos, su principal aportación ha sido narrar a las olvidadas o a las infrarrepresentadas de la historia de México. Para ello tuvo que olvidarse de su sangre azul e inyectar sangre bien roja en sus venas.
“Jesusa ha muerto, ya no puedo verla, no puedo escucharla, pero la siento dentro de mí, la revivo y me acompaña”, leemos. Y añade: “Es a ella a quien invoco y evoco”.


martes, 16 de octubre de 2018

Consejos para escritores_W. G. Sebald.






“W. G. Sebald dio su último taller de escritura en la Universidad de East Anglia, en el otoño de 2001. En el mundo literario estaba ganando rápidamente renombre: había sido un éxito de crítica con sus primeros tres libros y después vino la publicación a principios de año de su Austerlitz. En el aula, donde David Lambert y yo éramos dos de dieciséis estudiantes, Sebald era discreto, casi tímido y pidió que le llamásemos Max. Cuando discutía el trabajo de los estudiantes siempre estaba lleno de anécdotas y asociaciones, era más cuentista que técnico. Tenía unos ojos cansados que hacían tentador identificarlo con los melancólicos narradores de sus libros, pero también una gentil amabilidad y un irónico sentido del humor. Nos cautivó. Murió tres días después de la clase final.
Hasta donde sé, nadie en aquel momento recogió sistemáticamente las palabras de Max. Sin embargo, tras su muerte, David y yo nos encontramos repasando nuestras notas, donde habíamos escrito muchos de sus comentarios. Seleccionamos y compartimos éstos con nuestros condiscípulos. Aún así, desearía que hubiéramos sido más diligentes, más exhaustivos. Los comentarios aquí recogidos representan tan sólo una pequeña porción de la contribución de Max a la clase.”
Sobre la aproximación:
La ficción debe tener una presencia fantasmal en alguna parte, ser algo omnisciente. Crea una realidad diferente.
Escribir es descubrir cosas no vistas con anterioridad. De otra forma no vale la pena el proceso.
Sed experimentales por todos los medios, pero dejad al lector ser parte del experimento.
El expresionismo fue en realidad una especie de voluntarioso vanguardismo, tras la Primera Guerra Mundial, un intento de retorcer el lenguaje en una forma que normalmente no tiene. Aún así, debe tener un objetivo. Ha pasado pocas veces en inglés pero es bastante común en alemán.
Escribid sobre cosas oscuras pero no escribáis oscuramente.
Existe un cierto mérito en dejar a oscuras algunas partes de vuestra escritura.
Es difícil escribir algo original sobre Napoleón, pero uno de sus ayudante es caso aparte.
Sobre narrativa y estructura:
En el siglo XIX el autor omnisciente era Dios: totalitario y monolítico. El siglo XX, con todos sus horrores, fue más demótico. Aceptó los recuentos de la gente; de pronto existían otras opiniones. En las ciencias naturales el siglo [XX] vio la refutación de Newton y la introducción de la noción de relatividad.
En el siglo XX sabemos que el observador siempre afecta lo que es observado. Así, escribiendo ahora una biografía, tenéis que hablar de dónde obtuvisteis vuestras fuentes, como hablar a aquella mujer en Beverly Hills sobre el problema que tuvisteis en el aeropuerto.
Los físicos ahora dicen que no existe el tiempo: todo coexiste. La cronología es enteramente artificial y esencialmente determinada por la emoción. La contigüidad sugiere capas de cosas, de alguna manera fundiéndose o coexistiendo el pasado y el presente.
El presente simple encaja con la comedia. El pasado es algo ido y naturalmente melancólico.
Hay un tipo de narrador, el cronista; es desapasionado, lo ha visto todo.
No podéis atribuir un fallo en un texto al estado en que se encuentra uno de sus personajes. Por ejemplo, “no conoce el paisaje de forma que no puede describirlo”, “esta borracho, de forma que no puede conocer esto o aquello.”
Sobre la descripción:
Necesitas situar las cosas cuidadosamente en tiempo y espacio a menos que tengas buenas razones [para no hacerlo]. Los autores jóvenes a menudo están demasiado preocupados haciendo que las cosas avancen, y no lo suficiente por lo que pasa alrededor suyo.
Un sentido del lugar distingue un fragmento de escritura. Puede ser un destilado de lugares distintos. Debe haber una muy buena razón para no describir el lugar.
La meteorología no es superflua en la historia. No muestres aversión a dar cuenta del clima.
Es muy difícil, por no decir imposible, retratar bien el movimiento físico cuando se está escribiendo. Lo importante es que funcione para el lector, incluso si no es preciso. Podéis usar elipsis, abreviar la secuencia de las acciones; no necesitáis describir laboriosamente cada una de las mismas.
A veces necesitáis magnificar algo, describirlo ampliamente de una forma indirecta. Y en el proceso descubres algo.
¿Cómo superar el horror una vez que habéis alcanzado cierto nivel? ¿Cómo deja de parecer gratuito? El horror debe ser absuelto con la calidad de la prosa.
Sobre el detalle:
El “detalle significativo” da vida a situaciones que de otra manera serían mundanas. Necesitáis observaciones agudas, implacables.
Las rarezas son interesantes.
Los personajes necesitan detalles que los anclen en nuestra mente.
El uso de mellizos y trillizos virtualmente indistinguibles entre sí puede dar un filo espeluznante y asombroso. Kafka lo hace.
Siempre es gratificante aprender algo cuando se lee ficción. Dickens fue quien inició esto. El ensayo invadió la novela. Pero tal vez no debemos confiar en los hechos de la ficción. Se trata, después de todo, de una ilusión.
La exageración es la base de la comedia.
Es bueno incluir varias patologías no reconocidas y enfermedades mentales en vuestras historias. El campo está lleno de patologías no declaradas. Por el contrario, en el ambiente urbano, la aflicción mental no es reconocida.
El dialecto hace que palabras normales parezcan distintas, extrañas y asperas. Por ejemplo, ‘Jeziz’ en vez de Jesús.
Disciplinas concretas tienen una terminología especializada que forma su propio lenguaje. Puedo traducir una página de Ian McEwan en media hora —pero el equipamiento del golf es otro tema. Dos administrativos de Sainsbury hablando entre sí son una especie aparte.
Sobre la lectura y la intertextualidad:
Leed libros que no tengan nada que ver con la literatura.
Apartaos de los caminos transitados; no veréis nada ahí. Por ejemplo, la Crítica de Kant es aburrida pero sus escritos menores son fascinantes.
Tiene que existir un deseo libidinoso de encontrar cosas y meterlas en vuestros bolsillos.
Que los criados trabajen por vosotros. No debéis hacer todo el trabajo vosotros mismos. Debéis pedir información a otra gente, y robar implacablemente lo que os den.
Nada de lo que inventéis será tan escalofriante como las cosas que otra gente os cuente.
Debo animaros a robar todo lo que podáis. Nadie se dará cuenta nunca. Debéis mantener una libreta de notas con pedacitos, pero no anotéis las atribuciones, al cabo de un par de años podéis volver sobre la libreta de notas y emplear el material como propio sin culpabilidad.
No tengáis miedo de traer citas raras, elocuentes, e insertarlas en vuestra narración. Enriquecen la prosa. Las citas son como la levadura u otro ingrediente que uno añade.
Mirad en las viejas enciclopedias. Tienen una perspectiva distinta. Intentan ser completas y estructuradas pero de hecho son sólo cosas recogidas de manera completamente aleatoria que se suponen representan nuestro mundo.
Es muy bueno escribir sobre otro texto, de forma que escribas a partir del mismo y conviertas tu obra en un palimpsesto. No tienes que declararlo o decir de dónde viene.
Una estructura rígida abre posibilidades. Tomad un patrón, un modelo establecido o un subgénero, y escribid a partir del mismo. A la hora de escribir, la limitación te da libertad.
Mirando atentamente podeis encontrar problemas en todos los escritores. Y eso debe llenaros de esperanza. Y cuando mejor os volváis identificando esos problemas, mejor seréis a la hora de evitarlos.
Sobre el estilo:
Cada frase por sí sola debe significar algo.
La escritura no debe producir la impresión de que el escritor está tratando de ser “poético.”
Es fácil escribir prosa rítmica. Te arrastra consigo. Al cabo de un rato se vuelve tediosa.
Las frases largas te ahorran el tener que nombrar repetidamente al sujeto (Gertie hizo esto, Gertie sintió que, etc…).
Evitad frases que sólo sirven para introducir frases posteriores.
Emplead la palabra “y” lo menos posible. Buscad la variedad en las conjunciones.
Sobre las revisiones:
No reviséis demasiado o se convertirá en un conjunto de parches.
Muchas cosas se resuelven por sí mismas simplemente dejándolas en el cajón un tiempo.
No escuchéis a nadie. Ni siquiera a nosotros. Es fatal.
W. G. Sebald.

lunes, 15 de octubre de 2018

Homenaje a Elvira Daudet_Artículo de Ramón Irigoyen publicado en “Diario de Navarra”. Lunes, 15 de octubre de 2018



El próximo miércoles, 17 de octubre, el Ateneo de Madrid (C/ del Prado, 21) rinde un homenaje a la periodista, poeta y novelista Elvira Daudet fallecida en Madrid  el pasado 2 de junio. Elvira Daudet tiene una calle dedicada en Cuenca, ciudad en la que nació en octubre de 1938. El homenaje a Elvira Daudet con motivo de la inauguración de la calle que lleva su nombre se celebró en Cuencia el 17 de septiembre de 2016. El escritor Jaime Alejandre, que ofició en la inauguración de la calle, no se cortó a la hora de calificar a Elvira Daudet como la mayor poeta española actual. ¿Es Elvira Daudet la mayor poeta española actual? No seré yo quien dé respuesta a tan peliaguda pregunta porque, de entrada, ignoro cuántas docenas, centenares o incluso miles de mujeres escriben y publican versos. Pero, si a este punto de ser Elvira Daudet la mejor poeta española actual no puedo responder, sí puedo decir que he leído la Poesía completa 1959-2016 de Elvira Daudet,  publicada por Evohé Desván, un libro de 400 páginas, y mi admiración por los poemas en él reunidos ha ido creciendo de poema en poema. Poesía completa se abre con un magnífico ‘Prólogo’ de Stella Petrone que comenta brillantemente la poesía de Daudet.
Siguiendo el orden cronológico de publicación, El primer mensaje (1959) es el primer libro de la poeta,  con prólogo de José García Nieto,  cuando ella apenas tenía 21 años. Dice Stella Petrone que El primer mensaje es un libro dirigido a todos y muy especialmente a la madre de Daudet que, junto con su padre, tras la guerra civil, acabaron en la cárcel. En las increpaciones a Dios, exigiéndole que tome cartas en la vida humana, se deja oír la voz de Blas de Otero, que, a finales de la última década de los cincuenta y primeras décadas de los años sesenta dominaba el panorama poético español.
Doce años después del primer libro, Elvira Daudet publica en 1971 Crónicas de una tristeza que obtuvo el premio Antonio González de Lama. El jurado estuvo compuesto nada menos que por Dámaso Alonso, Luis Rosales, Emilio Alarcos, Dionisio Gamallos Fierro y Antonio Gamoneda. El jurado declaró que concedió el premio “por el relato áspero y emocionado de una tristeza, centrada por la exaltación, la entrega y la quiebra del amor”. El título del libro – Crónicas de una tristeza – ya es una declaración del registro de lengua – la lengua coloquial de la conversación – y del tema principal – la tristeza – que impregnan  los temas de estos cinco poemas. El registro de lengua coloquial y la tristeza los hallamos a lo largo de toda su obra. Si hay un escritor opuesto por el vértice a Elvira Daudet  ahí está Mark Twain, que es una máquina de producir constantemente chistes.
Y de repente el ángel exterminador le inoculó en vena un silencio de 23 años, hasta la publicación de El don desapacible  (Ediciones Libertarias, 1994). Tras el desamor de Crónicas de una tristeza, Elvira Daudet se refugió en el periodismo. Es nombrada corresponsal del diario Pueblo en Roma. De su silencio poético  la saca la necesidad de homenajear a sus padres fallecidos. En el libro hay otros homenajes a personas muertas como el pintor Pepe Ortega o el periodista Cirilo Rodríguez a quien le dedica su poema “Pálido de granizo”. En este libro reina la muerte. Hay poemas dedicados a Pasolini, a Cernuda, Pilar Miró. Luis Cernuda marcó decisivamente la poesía de Elvira Daudet. El tono elegiaco de Cernuda cruza por muchos poemas de Elvia Daudet. También la extensión de no pocos poemas – que alcanzan los 80 o 90 versos – coinciden con los poemas extensos de Cernuda.
En el primero de sus libros – El primer mensaje – la palabra más mencionada es “estrella”. Ahora la palabra  más frecuente es “atroz”.
Entre tantos poemas excelentes destaca “El traje atroz”.
Un lustro después, aparece el libro Terrenal y marina (1999).   A este magnífico libro le seguirán los libros Laberinto carnal (2011), Cuaderno del delirio (2012) y la reunión de 33 poemas bajo el título de Inéditos. 
La poesía de Elvira Daudet alcanza un máximo nivel. En el “Homenaje en memoria de Elvira Daudet”, del próximo miércoles, 17 de octubre, a las 19.30 h., en el Ateneo de Madrid, un grupo de familiares y de admiradores de su obra hablaremos de Elvira Daudet, periodista, poeta, novelista, y de otras facetas de su riquísima vida. Y también deseo dejar claro que aborrezco la palabra ‘faceta’ aunque rime en consonante con ‘poeta’.

domingo, 14 de octubre de 2018

Nace un fantástico club-Artículo de Ramón Irigoyen publicado en Diario de Navarra (Difusión: 28.000 ejemplares en PVP de España. Fuente: OJD). Lunes, 1 de octubre de 2018



Aunque no siempre nos demos cuenta todos pertenecemos, como mínimo, a un club, el club de la familia. Con decir que la familia nos marca el ADN queda claro que este club es transcendental para nuestra vida. Si cometemos un crimen, pueden echarnos el guante por el ADN heredado de nuestros queridos padres. Francisco Rico, un filólogo sabio y pragmático, les recomendó en su día a sus hijos que fueran miembros de algún club. Y Rico en este punto les daba a sus hijos el mejor ejemplo, pues durante varias décadas ha sido catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona y es miembro de la Real Academia Española, que, a su vez, forma parte de la Asociación de Academias de la Lengua Española, que agrupa 22 academias. La lista de otros clubes nacionales e internacionales a los que pertenece Francisco Rico la aplazamos para otro momento en que él publique un nuevo libro  y sus seguidores nos lancemos a hacer ruido, que, como bien nos enseña en su fantástico libro El arte del ruido (Plataforma) el gran Pep Torres, eso es una campaña de promoción, hacer ruido y, a ser posible, muchísimo ruido.
Un escritor especializado en hacer un ruido incluso ensordecedor fue, por ejemplo, Camilo José Cela, que sigue haciendo ruido incluso después de muerto, pues en la universidad a la que da nombre el autor de Viaje a la Alcarria – la Universidad Camilo José Cela – tuvo el acierto de matricularse el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y con su tesis de la que huían las comillas cuando iba a citar un texto ajeno está resucitando a Cela tanto como, en el sagrado Cuelgamuros, está resucitando Pedro Sánchez a Francisco Franco con ese viajecillo de tumba que el Gobierno del PSOE le está organizando al caudillo  en colaboración con el Imserso (Instituto Madrileño de Servicios Sociales).
El viernes 28 de septiembre, festividad de san Wenceslao, la Escuela de Escritores, con sede en la calle madrileña de Covarrubias, presentó su Club de Alumnos del Máster de Narrativa, presidido por Humberto Franco, excelente novelista mexicano y máximo aficionado a los toros. La Escuela de Escritores, nacida hace 15 años para enseñar a escribir relatos, novelas, poesía, teatro,  literatura infantil y juvenil, guión de cine y otros géneros literarios, ofrece también un Máster de Narrativa, que, este octubre, alcanza su décima promoción. Hay ya lanzadas al mundo literario nueve promociones del Máster de Narrativa y, como nos recordaron, el director de la Escuela de Escritores, Javier Sagarna, y Humberto Franco, en estos nueve años varios alumnos de este máster han saltado a la arena de las librerías con la publicación de magníficas novelas.
He aquí el equipo de escritores del Máster de Narrativa: Esther Ginés es autora de las novelas El sol de Argel (Carena) y En la noche de los cuerpos (Ediciones Adeshoras). Alfredo de Andrés y Carla di Marco son autores de Naufragios (Ediciones Oblicua), obra que obtuvo el primer premio en el VII certamen Narrativas Oblicua. Blanca Betschen ha publicado En días de nieve (Talentura) y Juegos de lógica ( Algaida), que obtuvo el XLII Premio Literario Kutxa Ciudad de Irún. Arantxa Rochet ha publicado Jaulas de aire (Torremozas), obra que reúne, según Javier Sagarna, diez relatos que nos conmueven y nos hacen daño. Este espléndido libro, según Sagarna, nos habla de todo eso que el mundo de hoy está empeñado en negar.  Angélica Alvaray ha publicado He venido a recoger tu imagen (Lugar Común Editorial). Carmen Estirado es autora de Las llaves de casa (Atlantis) y de Fábrica de luz (Seurat). Silvia Fernández ha publicado Solo con hielo (Talentura) y La mirada de los pájaros (Talentura). Ana Matallana Barahona ha publicado Las cuentas pendientes (Salto de Página). Adolfo Gilaberte es autor de Ezequiel (Mármara).  Roberto Osa es autor de Morderás el polvo (Fundación José Manuel Lara). Alejandro Marcos Ortega es autor de El final del duelo (Orciny Press) con prólogo de Inés Arias de Reyna.   Sobre cada una de estas novelas o, en algunos casos, libros de relatos habría que escribir ya una tesis doctoral, a ser posible, con comillas, cuando se citen textos ajenos, pero, de momento, hoy no es posible. Hay mucho talento en los libros mencionados e investigando a través de Google y de la web de Casa del Libro y de otras fantásticas librerías – como, por ejemplo, la librería madrileña Lé, donde, el jueves, 4 de octubre, María Gracia presenta su novela erótica  La lujuria (Carena) – el lector puede hallar una espléndida información. Sirva este levísimo aperitivo para conocer a excelentes autores que merecen ser leídos.
Y que los alumnos autores de libros aquí no mencionados disculpen esta omisión involuntaria.
El Club de Alumnos del Máster de Narrativa también ofrece la excelente revista La Rompedora (larompedora.com) diseñada por Rubén Hurtado.
Entre la muy diversa oferta de clubes encontramos la oferta de los partidos políticos, clubes del mayor interés porque por una cuota que ignoro hasta qué punto es alta o baja uno conoce a gente que puede tener un gran interés. Ya dentro de un partido, uno, por ejemplo, puede aspirar a ser ministro e incluso conseguirlo. Varias docenas de ciudadanos lo han conseguido en las últimas décadas. Acaba de llegar esta información. Los ministros del PP y del PSOE son entre 6 y 8 veces más ricos que el español medio.
Tenía razón Francisco Rico cuando recomendaba a sus hijos que se afiliaran a un club. Un club fomenta las relaciones sociales, que nos traen amigos y, a veces, incluso amores y dulcísimos beneficios económicos.


¿El Rubius, YouTube y los videojuegos son alta cultura?




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Rubén Doblas Gundersen en el documental “De Rubén a Rubius” Creditvía YouTube
Santiago de Chile, 2015. A 10.695 kilómetros de la ciudad donde vive, Rubén Doblas Gundersen entiende en quién se había convertido. Mientras que en Madrid puede llevar una vida más o menos normal, allí le esperan miles de fans en el aeropuerto, en la puerta del hotel, en cada uno de los eventos que protagoniza su máscara, su alter ego, su tú youtuber: el Rubius.
Hacía ya nueve años que ensayaba y emitía autoficción desde el dormitorio más famoso del planeta. Pero en 2014 el creador digital se convirtió en escritor: publicó El libro troll. Y, al año siguiente, su primer cómic: El Rubius. Virtual Hero.
Como los youtubers se quedan en casa trabajando, pero los escritores —incluso los que firman los libros sin haberlos escrito— se pasan la vida viajando, durante los dos años siguientes pudo comprobar, sobre todo en México y en Argentina, que los adolescentes, después de tanta adoración catódica y a distancia, enloquecían con su presencia de carne y hueso.
“Una vez un tío de Argentina vino hasta mi casa, cogió un avión para visitarme, venía con un iPad y con un montón de papeles y me explicó cómo me había triangulado la posición”, cuenta en De Rubén a Rubius, el documental con que Movistar+ ha promocionado el lanzamiento de la serie de anime Virtual Hero (que fue lanzada en la plataforma el pasado jueves, pero el domingo anterior ya sumaba ocho millones de vistas en el canal de su protagonista).

El chaval argentino, emocionado porque podía tocar a su héroe virtual, era ajeno al miedo que contagiaban sus explicaciones. Pero imagino que el youtuber sí sintió una inyección de pánico. En 2013 ya había superado el millón de suscriptores. Dos años más tarde YouTube le otorgó el “Botón de diamante” por llegar a los diez. Antes de este verano pasó de los treinta. Hay pocos ejemplos tan claros de la expresión “crecimiento exponencial”. En estos momentos es uno de los quince canales con más suscripción del mundo. Según el YouTube Money Calculator ha ganado unos 16 millones de dólares solamente con sus vídeos.
De Rubén a Rubius es un documental revelador. Detrás del matrix celebratorio, detrás de la crónica del éxito internacional, detrás del viaje a Corea del Sur donde se produce Virtual Hero, asoma el retrato de un hombre escindido. La división se puede rastrear en toda su obra. En los vídeos siempre queda patente que vive entre dos dimensiones, la de la pantalla con su audiencia masiva y la de su habitación (de hotel cuando viaja), su gato y sus amigos. Esa doble realidad conduce en El libro troll, los cómics y la serie de anime a una figura de oposición, la del enemigo de El Rubius, Trollmask.

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En su nombre se unen los dos grandes miedos del youtuber: los trolls (que tal vez tengan razones para su odio) y la máscara (la impostura). Ambos convergieron en la que tal vez sea su pieza más sofisticada, “La verdad sobre Rubius”, donde supuestamente reveló que tenía un hermano gemelo, pero que en realidad es una confesión sobre sus ataques de pánico y la presión insoportable de vivir sobreexpuesto, a través de la vieja figura del otro. Significativamente no se titula “La verdad sobre Rubén”.
Lo publicó en marzo de este año y un cuadro de ansiedad lo llevó a anunciar dos meses después que dejaba temporalmente la red social. Desde entonces ha regresado a su canal sobre todo para publicitar la serie de Movistar+, en cuyos seis capítulos se observa que la división entre la realidad y la pantalla es, en realidad, una metáfora de lo que separa la adolescencia de la edad adulta. Es una serie infantil que tal vez pretendía ser una serie juvenil. Desde su propia concepción y creación, en estudios españoles y coreanos, un relato escindido. Como su autor. Y como la cultura contemporánea, que sigue sin asumir las consecuencias de la superación de la vieja dicotomía entre alta y baja cultura.
El Rubius acostumbra a aparecer en la sección de tendencias de los diarios. Aunque Virtual Hero se haya presentado en los festivales de Cannes y de Sitges, ha sido cubierta sobre todo en las secciones de televisión. Mientras tanto en las secciones de cultura se entrevistaba a Madeleine Albright porque había publicado en español Fascismo. Una advertencia. Un libro.
O cubrían cómo Banksy había destruido su propia obra, Balloon Girl, un grafiti que cuando apareció en un muro por primera vez en 2002 ni siquiera mereció una mención en la sección de tendencias, y que ahora —convertida en cuadro, en instalación, en pieza de subasta, en historia provisional del arte— sí es Cultura.
Aunque en la figura de Albright convergen el ensayo, la política de alto nivel y la industria editorial; y en la de Banksy el arte popular, las tácticas de guerrilla, el mercado especulativo y el mercadeo viral; en mi opinión en la del Rubius encontramos más claves para interpretar la complejidad de la cultura de masas en estos años de capitalismo de plataformas.
El youtuber es un trabajador precario y deslocalizado: un sujeto ejemplar de la economía que analiza Nick Srnicek en su último libro. El modelo de acumulación que propone y alienta YouTube tiene una particularidad: es válido sobre todo en el interior de la red social. Por eso se pueden ver en el canal de El Rubius tanto el documental sobre su vida como el cuarto capítulo de su serie. Por eso, pese a que se haya popularizado la expresión “creador digital” como sinómino de youtuber, es difícil encontrar ejemplos de vídeos producidos por un youtuber que puedan influir o interesar fuera de su marco de recepción por excelencia, YouTube.
El Grupo Planeta reclutó a los creativos que dieron forma a los cómics de El Rubius: el guionista El Torres y la dibujante Lolita Aldea. Para la serie Movistar+, se añadieron a ese equipo nuclear al director Alexis Barroso y a otras cien personas. Se trataba de expandir un mundo personal. De salir del contador de visualizaciones y vender libros o conquistar telespectadores. Sin olvidar el centro de irradiación: el canal del youtuber.
La empresa ha entendido que debe premiar a sus productores más eficientes, permitiendo que ganen un sueldo con sus contenidos, categorizándolos según sus suscriptores con un sistema copiado de la certificación de ventas discográficas. Lo que no es casual, porque YouTube se puede leer como una macroestructura parasitaria de la música, los deportes o los videojuegos. Como un marco que trata de absorber el mayor tiempo posible de consumo de ocio, una nueva mitología en sí misma.
No es casual que El Rubius comenzara colgando vídeos sobre su adicción gamer; ni que en marzo de este año, a la vez que comenzaba a acusar un insoportable desgaste psicólogico, batiera el récord de seguimiento de una partida multijugador con más de un millón de espectadores en su canal; ni que el 22 de junio reuniera a cien youtubers para seguir jugando en el mismo universo virtual, el de Fornite: Battle Royale, en la feria Gamergy de Madrid: como todos ellos retransmitieron en directo, la audiencia subió hasta los 42 millones de espectadores. Cuarenta y dos. Millones.
El videojuego se ha convertido en el producto cultural más importante de nuestra época, en términos creativos, económicos y de impacto. Y YouTube es su principal fuente de energía y de comentarios. Los cien youtubers de Madrid son los cien prisioneros de Trollmask que El Rubius tiene que liberar en Virtual Hero. La cultura más alta es la que está en la nube. La cultura más baja es la que está a ras de suelo: en las librerías, en los museos, en las tiendas de discos, en los teatros.
Si todas las evidencias apuntan hacia esa constatación: ¿por qué nos cuesta tanto aceptarlo? ¿Quién es el auténtico impostor: El Rubius o nosotros?