martes, 9 de enero de 2024

Hacer de cada lector un «provinciano» transitorio, Ortega y Gasset calledelorco






Por tanto, hay que invertir los términos: la acción o trama no es la sustancia de la novela, sino, al contrario, su armazón exterior, su mero soporte mecánico. La esencia de lo novelesco -adviértase que me refiero tan sólo a la novela moderna- no está en lo que pasa, sino precisamente en lo que no es «pasar algo», en el puro vivir, en el ser y el estar de los personajes, sobre todo en su conjunto o ambiente. Una prueba indirecta de ello puede encontrarse en el hecho de que no solemos recordar de las mejores novelas los sucesos, las peripecias por que han pasado sus figuras, sino sólo a éstas, y citarnos el título de ciertos libros equivale a nombrarnos una ciudad donde hemos vivido algún tiempo; al punto rememoramos un clima, un olor peculiar de la urbe, un tono general de las gentes y un ritmo típico de existencia. Sólo después, si es caso, acude a nuestra memoria alguna escena particular.

Es, pues, un error que el novelista se afane mayormente por hallar una «acción». Cualquiera nos sirve. Para mí ha sido siempre un ejemplo clásico de la independencia en que el placer novelesco se halla de la trama, una obra que Stendhal dejó apenas mediada y se ha publicado con títulos diversos: Luciano LeuwenEl cazador verde, etc. La porción existente alcanza una abundante copia de páginas. Sin embargo, allí no pasa nada. Un joven oficial llega a una capital de departamento y se enamora de una dama que pertenece al señorío provinciano. Asistimos únicamente a la minuciosa germinación del delectable sentimiento en uno y otro ser; nada más. Cuando la acción va a enredarse, lo escrito termina, pero quedamos con la impresión de que hubiéramos podido seguir indefinidamente leyendo páginas y páginas en que se nos hablase de aquel rincón francés, de aquella dama legitimista, de aquel joven militar con uniforme de color amaranto.

¿Y para qué hace falta más que esto? Y, sobre todo, téngase la bondad de reflexionar un poco sobre qué podía ser lo «otro» que no es esto, esas «cosas interesantes», esas peripecias maravillosas... En el orden de la novela, eso no existe (no hablamos ahora del folletín o del cuento de aventuras científicas al modo de Poe, Wells, etc.). La vida es precisamente cuotidiana. No es más allá de ella, en lo extraordinario, donde la novela rinde su gracia específica, sino más acá, en la maravilla de la hora simple y sin leyenda. No se puede pretender interesarnos en el sentido novelesco mediante una ampliación de nuestro horizonte cuotidiano, presentándonos aventuras insólitas. Es preciso operar al revés, angostando todavía más el horizonte del lector. Me explicaré.

Si por horizonte entendemos el círculo de seres y acontecimientos que integran el mundo de cada cual, podríamos cometer el error de imaginar que hay ciertos horizontes tan amplios, tan variados, tan heteroclíticos, que son verdaderamente interesantes, al paso que otros son tan reducidos y monótonos que no cabe interesarse en ellos. Se trata de una ilusión. La señorita de comptoir supone que el mundo de la duquesa es más dramático que el suyo, pero de hecho acaece que la duquesa se aburre en su orbe luminoso lo mismo que la romántica contable en su pobre y oscuro ámbito. Ser duquesa es una forma de lo cuotidiano como otra cualquiera.

La verdad es, pues, lo contrario de esa imaginación. No hay ningún horizonte que por sí mismo, por su contenido peculiar sea especialmente interesante, sino que todo horizonte, sea el que fuere, ancho o estrecho, iluminado o tenebroso, vario o uniforme, puede suscitar su interés. Basta para ello con que nos adaptemos vitalmente a él. La vitalidad es tan generosa que acaba por encontrar en el más sórdido desierto pretextos para enardecerse y vibrar. Viviendo en la gran ciudad no comprendemos cómo puede alentarse en el villorrio. Pero si el azar nos sumerge en él, al cabo de poco tiempo nos sorprendemos apasionados por las pequeñas intrigas del lugar. Acaece como con la belleza femenina a los que van a Fernando Poo; al llegar sienten asco hacia las mujeres indígenas, pero no pasa mucho tiempo sin que la repulsión se domestique y acaben por parecer las hembras bubis princesas de Westfalia.

Esto es, a mi juicio, de máxima importancia para la novela. La táctica del autor ha de consistir en aislar al lector de su horizonte real y aprisionarlo en un pequeño horizonte hermético e imaginario que es el ámbito interior de la novela. En una palabra, tiene que apueblarlo, lograr que se interese por aquella gente que le presenta, la cual, aun cuando fuese la más admirable, no podría colidir con los seres de carne y hueso que rodean al lector y solicitan constantemente su interés. Hacer de cada lector un «provinciano» transitorio es, en mi entender, el gran secreto del novelista. Por eso decía antes que en vez de querer agrandar su horizonte - ¿qué horizonte o mundo de novela puede ser más vasto y rico que el más modesto de los efectivos? - ha de tender a contraerlo, a confinarlo.  Así y sólo así se interesará por lo que dentro de la novela pase.

Ningún horizonte, repito, es interesante por su materia. Cualquiera lo es por su forma, por su forma de horizonte, esto es, de cosmos o mundo completo. El microcosmo y el macrocosmo son igualmente cosmos; sólo se diferencian en el tamaño del radio; mas para el que vive dentro de cada uno, tiene siempre el mismo tamaño absoluto. Recuérdese la hipótesis de Poincaré, que sirvió de incitación a Einstein: «Si nuestro mundo se contrajese y menguase, todo en él nos parecería conservar las mismas dimensiones.»

La relatividad entre horizonte e interés -que todo horizonte tiene su interés- es la ley vital que en el orden estético hace posible la novela.

José Ortega y Gasset
Ideas sobre la novela, 1925

jueves, 4 de enero de 2024

Un testimonio que se proyecta hacia el futuro, Roberto Bolaño








calledelorco


Una de las características de un clásico es ir mucho más allá de la buena escritura, que no es otra cosa que una cierta corrección gramatical. Colocar las palabras adecuadas en el lugar adecuado es la más genuina definición del estilo, dice Jonathan Swift. Pero evidentemente la gran literatura no es una cuestión de estilo ni de gramática, como también sabía Swift. Es una cuestión de iluminación, tal como entiende Rimbaud esta palabra. Es una cuestión de videncia. Es decir, por un lado es una lectura lúcida y exhaustiva del árbol canónico y por otro lado es una bomba de relojería. Un testimonio (o una obra, como queramos llamarle) que explota en las manos de los lectores y que se proyecta hacia el futuro.

Roberto Bolaño
Conversación con Rodrigo Fresán, junio de 2002





miércoles, 13 de diciembre de 2023

Sólo el amor puede captar las obras de arte, Rainer Maria Rilke


calledelorco

Dic 12

Lea lo menos posible cosas estético-críticas: son opiniones partidistas empedernidas que se han vuelto absurdas a fuerza de inanimado endurecimiento, o hábiles juegos de palabras con los que hoy se impone esta opinión y mañana la opuesta. Las obras de arte son de una infinita soledad y nada las alcanza tan poco como la crítica. Sólo el amor puede captarlas, y conservarlas, y ser justo con ellas.

Rainer Maria Rilke 
Cartas a un joven poeta
Traducción: Oscar Caeiro
Editorial: Losada

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Cuando lees un poema, lo que importa no es entenderlo; lo que importa es que te guste. Y si te gusta, ya lo entenderás, alguna vez lo entenderás. Si te pones a pensar en por qué te ha gustado, acabarás entendiendo el poema. […] Un poema se tiene que leer de una vez, porque es un organismo acústico; es decir, el sentido del poema es un sentido de la totalidad y ningún verso se entiende ni se explica por sí mismo; cada verso está en función del todo; tienes que conocerlo todo antes de comprender cada cosa que haya que comprender en el poema. Resumiendo, tienes que estar con una alerta total de los sentidos, pero a la vez, con una completa pasividad.

Jaime Gil de Biedma
Conversaciones
Editorial: Austral

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Creo que uno sólo puede enseñar el amor de algo. Yo he enseñado, no literatura inglesa, sino el amor a esa literatura. O mejor dicho, ya que la literatura es virtualmente infinita, el amor a ciertos libros, a ciertas páginas, quizá de ciertos versos. Yo dicté esa cátedra durante veinte años. Disponía de cincuenta a cuarenta alumnos, y cuatro meses.

Lo menos importante eran las fechas y los nombres propios, pero logré enseñarles el amor de algunos autores y de algunos libros. Es decir, lo que hace un profesor es buscar amigos para los estudiantes. El hecho de que sean contemporáneos, de que hayan muerto hace siglos, de que pertenezcan a tal o cual región, eso es lo de menos. Lo importante es revelar belleza y sólo se puede revelar belleza que uno ha sentido.

Jorge Luis Borges
Anotación introductoria a Borges profesor
Curso de literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires
Editorial: Emecé

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Mejor que conocer una cosa es amarla.

Confucio
Leído en La felicidad de los pececillos de Simon Leys
Traducción: José Ramón Monreal
Editorial: Acantilado


domingo, 3 de diciembre de 2023

Kafka escribe desde el abismo, Roberto Bolaño


calledelorco

Dic 2

¿Quiénes eran, al comienzo, sus modelos literarios? ¿Borges? ¿Cortázar? ¿Nicanor Parra? ¿Neruda? ¿Kafka? En Tres dice: "Soñé que la Tierra se acababa. Y que el único ser humano que contemplaba el final era Franz Kafka."

Neruda nunca me gustó. O no me gustaba tanto como para ponerlo de modelo literario. Alguien capaz de escribirle odas a Stalin y de mantener los ojos cerrados ante el horror estalinista no merecía el más mínimo respeto. Borges, Cortázar, Sabato, Bioy Casares, Nicanor Parra sí me gustaban. Y por descontado leí todos sus libros. Con Kafka, a quien considero el más grande escritor del siglo XX, tuve algunos problemas. No es que no encontrara humor en Kafka, que lo hay y a raudales, sino que su humor era de un voltaje superior a mis fuerzas. Eso no me ocurrió con Musil ni Döblin ni Hesse, ni tampoco con Lichtenberg, a quien releo a menudo y que siempre me levanta el ánimo. Musil, Döblin, Hesse, escriben desde el borde del abismo, lo cual es meritorio. Casi nadie se atreve a escribir desde ahí. Pero Kafka escribe desde el abismo. Mientras cae por el abismo, que es pequeño como una flor o como una catedral, pero que también es grande como el universo. Kafka escribe mientras va cayendo, como Alicia en el País de las Maravillas. Cuando por fin comprendí el calibre del desafío de Kafka, empecé a leerlo desde otra perspectiva y pude acceder a la totalidad de su obra. Y ahora puedo leerlo y reírme con cierta tranquilidad, aunque nadie puede estar tranquilo demasiado tiempo con un libro de Kafka en las manos.

Roberto Bolaño

lunes, 13 de noviembre de 2023

El motivo de la oscuridad, William Faulkner

 





calledelorco

Nov 13

Creo que lo que le lleva a alguien a escribir es descubrir por sí mismo una verdad; una verdad que había existido siempre, peo que él acaba de descubrir. Le parece tan conmovedora, que le resulta necesario contársela a todo el mundo de forma que les conmueva en la misma medida que a él. Intenta contar esa verdad de la mejor forma de la que es capaz. Puede que sea consciente de su probable fracaso, de que nunca logrará referir esa verdad de una forma que les parezca a todos los demás tan sincera, conmovedora, bella, apasionante, terrible, como le pareció a él, pero lo intentará. Lo intentará mediante distintos métodos, a través del estilo, pero sin pretender resultar difícil, ni oscuro, porque no persigue el estilo, no aspira al método, sencillamente intenta contar una verdad: la que lo perturbó tanto que tuvo que aplicarse a contarla de algún modo que le parezca lo bastante inquietante o auténtica, o bella, o trágica a cualquiera que la lea. Y esa es la razón de la oscuridad: que el escritor está tratando de contar la verdad que tanto le importa de la forma mejor y más conmovedora que puede. Ahora, si pudiera narrar esa misma verdad diez años más tarde, tal vez se daría cuenta entonces de que había elegido una mala forma de contarla la primera vez. Era demasiado oscura y podría hacerlo mejor ahora, pero ya es demasiado tarde; ya ha referido esa verdad y ahora tiene que contar otra. Y ese, creo yo, es el motivo de la oscuridad: no se trata de nada deliberado, porque a ningún escritor le sobra el tiempo para interesarse en exceso por el estilo o el método. La historia, la verdad que está contando, inventa su propio estilo, su propio método.

William Faulkner
León en el jardín. Entrevistas 1926-1962




jueves, 5 de octubre de 2023

Las ideas se regalan, Sol LeWitt calledelorco


Oct 2

Me gustaría discutir la parte más interesante del anuncio: acusación de que "copio" el trabajo de otros artistas y lo declaro “innovación”. Muchas de las obras que hacen los artistas se parecen superficialmente a las de otros artistas. Esto ha sido así a lo largo de la historia del arte. Las obras individuales siempre pueden resultar similares a otras obras individuales. A menos que se compare la totalidad del trabajo de cada uno de los artistas, no puede decirse que el trabajo sea el mismo. Se han hecho comparaciones entre Manzoni y Ryman, porque ambos hicieron pinturas blancas; entre Beuys y Morris, porque los dos usaban fieltro; entre Ulrich y Bochner, porque usaban medidas, y así muchos otros. Los que hacen tales comparaciones no conocen el trabajo de estos artistas y operan en el nivel del vulgar cotilleo. No hay que tomarlos en serio. Es una idea romántica patéticamente anticuada la de que los artistas “reales” emergen completamente formados, sin antecedentes rastreables. Lo absurdo de esta creencia es evidente y, sin embargo, hay artistas que lo piensan de sí mismos.

Me parece que las ideas, una vez expresadas, pasan a ser propiedad de todos. No sirven si no se usan, nadie se las puede robar, se regalan. Las ideas del arte se convierten en el vocabulario del arte, que otros artistas pueden usar para formar sus propias ideas (aunque inconscientemente).

Mi arte no es de invención formal; las formas que uso no son más que portadoras de contenido. Todo el arte que admiro (e incluso el arte que no admiro) me influye.

Todo eso forma parte de la historia del arte y de mi proceso de pensamiento una vez que lo asimilo. El arte que importa es el que investiga ideas a fondo, no quién hizo qué primero. Los artistas que no entienden esto están tentados a prerregistrar su trabajo, una actividad que parece pedir a gritos una nota al pie en la historia del arte.

Uno pensaría que la idea que de ahí se desprende acerca de la “vanguardia”, un producto de la misma mentalidad, ya habría sido descartada. No creo que la mayoría de los artistas la tome en serio, sólo los críticos que buscan estar a la última moda en arte y que quieren convertirse en descubridores de nuevos movimientos. Para ellos los artistas son su medio. Uno debe resistirse a que lo usen así. Después de todo, un artista está en la “avanzada” sólo una vez y no puede andar saltando de una idea a otra, simplemente para volver a la primera línea. Necesita establecerse en algún punto para hacer su arte. Mi propio trabajo de los últimos diez años trata de una sola cosa: proposiciones lógicas que toman elementos formales como su gramática. No soy el primer artista ni seré el último en trabajar con esta idea. Si en mi obra hay ideas que interesen a otros artistas, espero que las usen. Si alguien toma prestado algo de mí, me hace más rico, no más pobre. Si tomo algo prestado de los demás, los hago más ricos a ellos, pero no más pobre a mí. Creo que nosotros, los artistas, conformamos una comunidad que comparte el mismo idioma. Debido a esto, puede haber desacuerdos, pero es triste observar que dueños de galerías hagan entrar en conflicto a artistas sólo para sacarle provecho a la polémica.

Aquellos que entienden el arte sólo en términos de apariencia, no suelen entender mucho de cualquier modo. El aspecto de una obra es a menudo engañoso. El arte enfatiza el contenido (como el mío) no puede verse ni entenderse en un contexto formal. Ésta es una diferencia enorme y crucial. No puede decirse que lo que se ve igual sea igual. Para comprender el arte de nuestro tiempo hay que ir más allá de las apariencias. Espero que éste sea el último anuncio injurioso que se publica en Flash Art, que se ha vuelto un verdadero foro para los artistas. Siempre se pueden encontrar artículos interesantes en Flash Art porque los textos están escritos en su mayoría por artistas y no por críticos de arte, que intentarán interponer sus ideas entre las de los artistas y las del lector. Quiero agradecer al Sr. Politi la oportunidad de responder a este ataque estúpido y feroz.

Sol LeWitt
"Comentario sobre un anuncio 
publicado en Flash Art, abril de 1973"
Escritos
Traducción: María Minera
Editorial: Alias