martes, 18 de octubre de 2022

Es la facultad crítica quien inventa formas nuevas, Oscar Wilde








calledelorco

Oct 18

ERNEST: Estoy completamente dispuesto a admitir que me he equivocado en lo que dije de los griegos. Éstos eran, como has señalado, una nación de críticos de arte. Lo reconozco y lo lamento un poco por ellos. Porque la facultad creadora es más elevada que la crítica. No puede establecerse, en realidad, un parangón entre ambas.

GILBERT: La antítesis entre ellas es enteramente arbitraria. Sin la facultad crítica no existe, en absoluto, creación artística digna de ese nombre. Hace poco hablaste de ese fino espíritu de elección y delicado instinto selectivo con el cual el artista realiza la vida para nosotros y le da una momentánea perfección. Pus bien: ese espíritu de opción, ese sutil tino de la omisión, es en realidad la facultad crítica en uno de sus modos más característicos, y quien no posee esa facultad crítica no puede crear arte. La definición de la literatura por Arnold, según la cual era una crítica de la vida, no resultaba muy feliz en su forma, pero revelaba con cuánta sagacidad advertía Arnold la importancia del elemento crítico en toda labor creadora.

ERNEST: Yo diría que los grandes artistas trabajan inconscientemente, que son “más inteligentes de lo que presumen”, como, según creo, hace notar Emerson en alguna parte.

GILBERT: En realidad, no es así, Ernest. Toda obra imaginativa hermosa tiene conciencia de sí misma y es intencional. Ningún poeta canta porque deba cantar. Al menos, ningún gran poeta lo hace. Así es ahora y así ha sido siempre. A veces nos sentimos inclinados a pensar que las voces que resonaron en el alba de la poesía eran más simples, frescas y naturales que las nuestras, y que el mundo contemplado por los poetas primitivos -en el cual se movían éstos- tenía una suerte de cualidad poética propia y podía pasar al canto casi sin transformación alguna. Ahora la nieve yace en espesas capas sobre el Olimpo y sus empinadas laderas son estériles y desoladas, pero en otros tiempos, hay que suponer, los blancos pies de las musas quitaban el rocío de las anémonas por la mañana y Apolo venía por la tarde a cantar a los pastores en el valle. Pero al pensar esto, les estamos concediendo simplemente a otras épocas lo que deseamos, o creemos desear, para la nuestra. La culpa es de nuestro sentido histórico extraviado. Todo siglo productor de poesía es, en ese aspecto, un siglo artificial, y la obra que nos parece el producto más natural y simple de su tiempo, es siempre el resultado del más consciente de los esfuerzos. Créeme, Ernest: no hay arte bello sin conciencia de nosotros mismos, y la conciencia de nosotros mismos y el espíritu crítico son una sola y misma cosa.

[…]

Debemos atenernos a la crítica. Y lo que quiero señalar es esto: una época sin crítica es, o bien una época en que el arte es inmóvil, hierático y restringido a la imitación de tipos formales, o bien una época que carece de arte en absoluto. Ha habido épocas críticas que no han sido creadoras en el sentido corriente de la palabra, épocas en que el espíritu del hombre ha procurado poner en orden los tesoros de su caja de caudales, separar el oro de la plata y la plata del plomo, hacer recuento de las joyas y dar nombre a las perlas. Pero nunca ha habido una época creadora que no haya sido también crítica. Porque es la facultad crítica quien inventa formas nuevas. La creación tiende a repetirse. Es al instinto crítico a quien debemos cada nueva escuela que surge, cada nuevo molde que el arte halla al alcance de la mano.

Oscar Wilde
El crítico como artista
Traducción: León Mirlas
Editorial: Austral

Ofrecido por WordPress.com