sábado, 25 de julio de 2020

La imposibilidad de escribir con lucidez absoluta, Aldolfo Bioy Casares









por calledelorco
Una tarde de 1939, en las barrancas de San Isidro, Borges, Silvina Ocampo y yo planeamos un cuento (otro de los que nunca escribiríamos). Ocurría en Francia. El protagonista era un joven literato de provincia, a quien había atraído la fama –limitada a los círculos literarios más refinados e intuida por él– de un escritor que había muerto pocos años antes. Laboriosamente el protagonista rastreaba y obtenía las obras del maestro: un discurso, que consistía en una serie de lugares comunes de buen tono y redacción correcta, en elogio de la espada de los académicos, publicado en plaquette; una breve monografía, dedicada a la memoria de Nisard, sobre los fragmentos del Tratado de la lengua latina de Varrón; una Corona de sonetos igualmente fríos por el tema que por la forma. Ante la dificultad de conciliar estas obras, tan descarnadas y yertas, con la fama de su autor, el protagonista iniciaba una investigación. Llegaba al castillo donde el maestro había vivido y por fin lograba acceso a sus papeles. Desenterraba borradores brillantes, irremediablemente truncos. Por último encontraba una lista de prohibiciones, que nosotros anotamos aquella tarde en la ajada sobrecubierta y en las páginas de un ejemplar de An Experiment with Time; de ahí la transcribo:
En la literatura hay que evitar:
-Las curiosidades y paradojas psicológicas: homicidas por benevolencia, suicidas por contento. ¿Quién ignora que psicológicamente todo es posible?
-Las interpretaciones muy sorprendentes de obras y de personajes. La misoginia de Don Juan, etcétera.
-Peculiaridades, complejidades, talentos ocultos de personajes secundarios y aun fugaces. La filosofía de Maritornes. No olvidar que un personaje literario consiste en las palabras que lo describen (Stevenson).
-Parejas de personajes burdamente disímiles: Quijote y Sancho, Sherlock Holmes y Watson.
-Novelas con héroes en pareja. La dificultad del autor consiste en: si aventura una observación sobre un personaje, inventará una simétrica para otro, abusando de contrastes y lánguidas coincidencias: Bouvard et Pécuchet.
-Diferenciación de los personajes por manías. Cf: Dickens.
-Méritos por novedades y sorpresas: trickstories. La busca de lo que todavía no se dijo parece tarea indigna del poeta de una sociedad culta; lectores civilizados no se alegrarán en la descortesía de la sorpresa.
-En el desarrollo de la trama, vanidosos juegos con el tiempo y con el espacio. Faulkner, Priestley, Borges, Bioy, etcétera.
-El descubrimiento de que en determinada obra el verdadero protagonista es la pampa, la selva virgen, el mar, la lluvia, la plusvalía. Redacción y lectura de obras de las que alguien pueda decir esto.
-Poemas, situaciones, personajes con los que se identifica el lector.
-Frases de aplicabilidad general o con riesgo de convertirse en proverbios o de alcanzar la fama (son incompatibles con un discours cohérent).
-Personajes que puedan quedar como mitos.
-Personajes, escenas, frases deliberadamente de un lugar o de una época. El color local.
-Encanto por palabras, por objetos. Sex y death-appeal, ángeles, estatuas, bric-à-brac.
-La enumeración caótica.
-La riqueza de vocabulario. Cualquier palabra a la que se recurre como sinónimo. Inversamente. Le mot juste. Todo afán de precisión.
-La vividez en las descripciones. Mundos ricamente físicos. CF: Faulkner.
-Fondos, ambiente, clima. Calor tropical, borracheras, la radio, frases que se repiten como un estribillo.
-Principios y finales metereológicos. Coincidencias meteorológicas y anímicas. Le vent se lève!… Il faut tenter de vivre!
- Todo antropomorfismo.
-Novelas en que la trama guarda algún paralelo con la de otro libro. Ulysses de Joyce.
-Libros que fingen ser menús, álbumes, itinerarios, conciertos.
-Lo que puede sugerir ilustraciones. Lo que puede sugerir filmes.
-La censura o el elogio en las críticas (según el precepto de Ménard). Basta con registrar los efectos literarios. Nada más candoroso que esos dealers in the obvious que proclaman la inepcia de Homero, de Cervantes, de Milton, de Molière.
-En las críticas toda referencia histórica o biográfica. La personalidad de los autores. El psicoanálisis.
-Escenas hogareñas o eróticas en novelas policiales. Escenas dramáticas en diálogos filosóficos.
-La expectativa. Lo patético y lo erótico en las novelas de amor; los enigmas y la muerte en novelas policiales; los fantasmas en las novelas fantásticas.
-La vanidad, la modestia, la pederastia, la falta de pederastia, el suicidio.
Los pocos amigos a quienes leímos este catálogo, inconfundiblemente manifestaron disgusto. Tal vez creyeran que nos arrogábamos las funciones de legisladores de las letras y quién sabe si no recelaban que tarde o temprano les impondríamos la prohibición de escribir libremente; o tal vez no entendieran qué nos proponíamos. En este punto, alguna justificación tenían, pues el criterio de nuestra lista no es claro; incluye recursos lícitos y prácticas objetables. Me figuro que si hubiéramos escrito el cuento, cualquier lector hallaría suficiente explicación en el destino del autor de las prohibiciones, el literato sin obra, que ilustra la imposibilidad de escribir con lucidez absoluta.
Aldolfo Bioy Casares
Escritos autobiográficos