jueves, 24 de septiembre de 2020

Esos especialistas del verso, Wisława Szymborska

 






por calledelorco

TAD. G., Varsovia. Trabajando como trabaja en un ámbito no relacionado con la cultura, y encontrándose, como usted mismo dice, "en la segunda mitad de la vida", echa usted, de vez en cuando, mano de la pluma y escribe un poema en el que expresa diferentes y maravillosos pensamientos en forma de aforismos. Para usted, la poesía es un territorio donde coger aliento tras las dificultades de la cotidianeidad, un territorio en el que uno se puede olvidar un momento de muchos asuntos del día a día. Es así como nacen algunas de esas estrofas de una gracia un tanto ingenua e infantil que, sin embargo, parecen estar al margen del tiempo concreto y de la personalidad del autor. Los poetas "de casta" hacen justo todo lo contrario: la poesía no es para ellos un entretenimiento y una huida de la vida, sino la propia vida. Por eso intentan expresar en ella todo eso que usted aparta a un lado: experiencias, el desasosiego, los reproches, las preguntas que se hace una persona adulta. No siempre les bastan los moldes poéticos ad hoc, y sus aforismos rara vez son tan cándidos. No aparentan ser más jóvenes de lo que son, ni saber menos del mundo de lo que en realidad saben. Le va a costar a usted hacerles competencia a esos especialistas del verso. De la misma manera que a ellos les resultaría difícil realizar el complicado trabajo que hace usted.

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W. K., Lublin. Las observaciones que hace usted tienen hasta ahora un carácter meramente privado. Hacen referencia a personas y círculos que aparecen de forma tan difusa y fragmentaria que no es posible que capten todavía la atención del lector. Por otra parte, no acabamos de entender por qué en su carta a la redacción habla usted de "la manía de escribir" como de una vergonzosa enfermedad de la que hay que curarse imperiosamente y cuanto antes. No hay nada extraño en la necesidad de anotar pensamientos y las vivencias personales, más bien lo contrario, se trata de una manifestación natural de la propia cultura literaria, cultura que deberían tener no solo los escritores, sino toda la gente culta en general. Cuando leemos ediciones de antiguos diarios o de cartas, a menudo nos sorprende la magnífica forma literaria que presentan esas confesiones, escritas por personas que ni eran escritores, ni tenían la intención de serlo... En nuestro días, en cuanto alguien escribe un par de páginas, empieza a plantearse si merecen la pena y a darle vueltas a la idea de su posible publicación..., que si sale a cuenta "perder el tiempo"... que si... Es triste que cualquier frase más o menos bien redactada tenga inmediatamente que salir a cuenta. ¿Y si saliera a cuenta solo al cabo de diez o veinte años? ¿Y si no saliera a cuenta nunca en el sentido público, pero ayudara al que escribe en momentos difíciles y lo enriqueciera a nivel personal? ¿Acaso no cuenta?

Wisława Szymborska
Correo literario
Traducción: Abel Murcia y Katarzyna Moloniewicz
Editorial: Nórdica libros







lunes, 21 de septiembre de 2020

La luz que declina hasta que cae la noche, Ricardo Piglia

 



por calledelorco





Para terminar, séame permitida una mínima confidencia: en una librería de libros usados en la terminal de ómnibus de Mar del Plata, en una galería encristalada, sobre una mesa de saldos, encontré, en 1959, un ejemplar de In our times y esa tarde volví a casa y lo leí de un tirón, me tiré en un sillón de lona, con las piernas apoyadas en una silla, y empecé a leerlo y seguí y seguí. A medida que avanzaba en la lectura la luz cambiaba y declinaba. Terminé casi a oscuras, al fin de la tarde, alumbrado por el reflejo pálido de la luz de la calle que entraba por los visillos de la ventana. No me había movido, no había querido levantarme para encender la lámpara porque temía quebrar el sortilegio de esa prosa. Concluí el libro en plena oscuridad. Cuando por fin me levanté y prendí la luz ya era otro. Ahora me doy cuenta de que la forma del recuerdo, la luz que declina hasta que cae la noche, está influida por la prosa de Hemingway, por su capacidad para captar el sentimiento con leves matices y cambios de tono.

Ricardo Piglia
Prólogo a En nuestro tiempo de Ernest Hemingway
Editorial: Lumen







domingo, 20 de septiembre de 2020

El oficio de profesor/ Mieke Bal sobre la enseñanza Peio Aguirre

 


Publicado el 2020-09-20

Los ecos de lo que hasta hace poco se denominó “giro educacional” en el arte se han ido apagando lentamente, como corresponde a los vaivenes de los discursos curatoriales; sin embargo, la educación era, es y seguirá siendo uno de los fundamentos sobre el que se sostuvo el arte moderno, como ahora lo hace el contemporáneo. The Trade of the Teacher. Visual Thinking with Mieke Bal (Valiz, 2018) es un recordatorio de la necesidad de una pedagogía artística que trascienda los estrechos confines del saber académico para asentarse en esa frontera liminar, productora, que es la experiencia, la intuición y el deseo. A partir de una serie de conversaciones informales, Jeroen Lutters desgrana el pensamiento y el posicionamiento de la pensadora Mieke Bal sobre el “arte de la enseñanza” en la cultura visual y en las humanidades.  

Más que un libro de entrevistas o conversaciones al uso, se trata de un texto en el que el entrevistador tiene el mérito de desaparecer prácticamente, para convertirse en un discreto editor de las palabras de Bal. Mieke Bal elude cualquier coraza teórica y haciendo uso de un lenguaje directo transmite el entusiasmo y la energía que le caracterizan y que ha dejado huella en incontables generaciones de estudiantes en todas partes.

A modo de estímulos a estas conversaciones de media tarde, Lutters le presentaba a Mieke Bal distintos “objetos de enseñanza” como obras de arte apreciadas por ella: Bansky, Rembrandt, Marlene Dumas y George Deem, además del siempre presente Caravaggio. A partir de un proceso de fragmentación y desmontaje en las páginas del libro, las obras comienzan a desvelar aspectos periféricos que gracias a una lectura atenta adquieren sentido e informan de las intenciones del arte. La narratología de las imágenes se convierte en garantía de ética pedagógica. 

“Enseñar es un privilegio”, comienza diciendo Mieke Bal, porque “significa que tienes el placer y el privilegio de ser testigo del aprendizaje de otras personas, es emocionante ver cómo aprenden y sentirte empoderada por ello”. ¿Qué significa enseñar? se pregunta Bal, a lo que siguen una secuencia de ideas las cuales pueden llegar a convertirse en consejos útiles. No obstante, este libro no es un manual de enseñanza, no podría serlo, ya que no es la intención que lo impulsa. 

Se trata más bien del despliegue de una ética personal y subjetiva amparada en la experiencia y en la autobiografía. Quizás el libro se acerca más a la confesión de una pasión a lo largo de la vida, por la enseñanza, ejercida en contextos tan amplios y variados como la educación primaria o en másteres académicos de posgrado. Aborda una enseñanza cuya ética que reside en la generosidad del compartir, en las relaciones intergeneracionales, y en el entusiasmo.  En el libro también se cuelan recuerdos y confesiones personales sobre su hijo, o un divertido encuentro en su época de estudiante radical con Roland Barthes en el que, sin que ella fuera del todo consciente de a quien tenía delante, exhortó —micrófono en mano— al resto de estudiantes a abandonar la conferencia de Barthes como protesta contra el sistema académico y su elitización. 

Para Mieke Bal toda enseñanza conlleva un proceso de aprendizaje bidireccional aunque ni profesor ni alumno sean plenamente conscientes de ello. La enseñanza es, además, el territorio en el que Bal ha puesto a prueba muchos de los conceptos desarrollados a lo largo de décadas: lectura atenta, narratología, Denkbilders [imágenes benjaminianas que piensan], preposterous history [o “historia trastornada”], y muchos otros. 

A partir de las imágenes que aquí se le ofrecen, la narratología se despliega como un método personal, sensible, que ella pone en práctica y pone a disposición de los alumnos. Se trata de una herramienta tanto política como artística sustentada en “mostrar” más que en “decir”. La lectura de las imágenes es un acto de narración porque, “una historia es más influyente que decir ‘yo pienso’, porque entonces el otro puede decir ‘no estoy de acuerdo’. Pero si solo muestras una imagen, también estás diciendo ‘yo pienso’, pero no lo dices en voz alta, ni siquiera te das cuenta: ves y asumes que el acto de ver es la verdad”. Una pintura de Rembrandt, Tito estudiando, le sirve para comprender lo que significa aprender; interrumpir la escritura o la lectura, levantar la vista, tomarte un respiro y decirte a ti mismo: “aguarda un minuto”. Otro cuadro del pintor flamenco, Betsabé con la carta de David, nos sumerge en las múltiples perspectivas que el artista nos está contando en ese cuadro. La pensadora insiste en que la presencia y la observación del espectador es un acto de producción, no una situación pasiva. 

Mieke Bal propone descategorizar y en su lugar optar por metáforas y alusiones porque categorizar supone encajonar los conceptos. También aconseja evitar el concept dropping o no utilizar los conceptos como marcas o labels es solo uno de sus numerosos trucos. Los alumnos se merecen respeto e intimidarles con teoría sin antes proporcionarles herramientas con las que trabajar no sirve de mucho, explica.

Asimismo, respetar las obras de arte significa que éstas han de leerse de manera atenta y próxima. Esta lectura atenta [close reading] se hace a partir de los detalles y concede su importancia a desaprender y a suspender el juicio temporalmente. Afirma Bal:

“Necesitamos desaprender la separación entre intelecto y emoción. Se nos ha dicho que son muy diferentes, el primero más provechoso, más de confianza que la segunda. En consecuencia, se nos enseñó: no seas emocional sino más bien racional. Pienso que la lectura atenta es un actividad en la que desaparece la distinción entre lo intelectual y lo sensual”. 

Lo interesante de este libro es que sus destinatarios son al mismo tiempo artistas, críticos, curadores, profesores y también estudiantes. Mieke Bal señala que lo importante en todo aprendizaje es no entender, no avergonzarte de no entender a Lacan, mientras introduce su teoría de la “historia prepóstera” o anacrónica que abre de manera productiva las relaciones entre pasado y presente. 

Con respecto a las relaciones personales entre profesores y alumnado, Bal trata de articular maneras de ejercer la crítica pero también proteger y no desanimar al alumno. Para ello, propone una ética basada en la amistad en lugar de la pasión, porque la pasión es egoísta. En su lugar, la amistad es parcial y más democrática, generalmente se tiene más de una amistad, no es exclusiva y se va revisando con el tiempo. A colación de esto se pregunta:

“¿Por qué crees que después de cada sesión iba a un pub con los participantes? Para continuar la discusión. La idea era hacer una transición desde el espacio del salón de clase en donde trabajábamos a discutir los temas más libremente, pero también para transmitir un sentido de la amistad”. 

Este es un libro de ideas y no un ejercicio de literatura. Contiene la semilla de ese “no método” que consiste en incitar a la gente a que aprenda por sí misma. La práctica de la enseñanza es política pero en ningún caso partidista, dice ella. 

Refiriéndose al curating, Bal menciona el narcisismo o el riesgo de ver al curator en lugar de ver la obra de arte, no sin antes señalar que todo comisariado supone componer un conjunto donde se da un plusvalía de significado de la propia combinación. 

En estas y otras reflexiones se da por descontado que la enseñanza es una actividad práctica, presencial, no por el mero hecho de cumplir con unos requisitos académicos espaciales a menudo caducos, sino porque es una actividad, una praxis, en la que el intercambio ha de incorporar un grado alto de implicación e intensidad. La actual coyuntura de la pandemia ha reactivado el debate sobre la enseñanza telemática u online.

Aunque no sabemos la opinión de Bal al respecto, se sabe que utiliza herramientas tecnológicas y redes sociales, haciendo vídeos, rodando, dando conferencias por todo el mundo. Sin embargo, la autora alerta de la inutilidad de la instrucción que solo se hace con libros. La enseñanza como práctica [Teaching is a Practice] es uno de sus mottos. Así como la única manera de sustraer un conocimiento y una cualidad social es ejerciéndola. 

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*Jeroen Lutters, Mieke Bal, The Trade of the Teacher. Visual Thinking with Mieke Bal, Valiz, Amsterdam, 2018.