jueves, 7 de junio de 2018

Monika Zgustova: “A Gala se le culpa de todos los excesos surrealistas de Dalí”






Monika Zgustova, Premio Cálamo de 2018 por ‘Vestidas para un baile en la nieve’ (2017), firma ejemplares el martes 5 de junio, por la tarde, en Cálamo de su nuevo libro: ‘La intrusa. Retrato íntimo de Gala Dalí’ (Galaxia Gutenberg), que intenta equilibrar el retrato de esta mujer nacida en 1894 y fallecida en 1982, que fue capital en la vida de Salvador Dalí.
¿Por qué Gala y no la Duquesa de Alba, como había previsto? ¿Qué la condujo hacia ella?
Sigo trabajando en la Duquesa de Alba pero es un tema complejo, una historia más alejada en el tiempo y no quiero precipitarme. Gala siempre me ha parecido un personaje fascinante y después de una visita, hace unos siete años, al castillo de Púbol, donde ella pasó una decena de veranos sola sin Dalí, rodeada de su propia música y sus libros, con su icono de la Virgen negra de Kazan por toda compañía, me puse a investigar sobre ella. Y cuanto más indagaba más interesante me parecía la mujer que era Gala.
Monika Zgustova: “A Gala se le culpa de todos los excesos surrealistas de Dalí”
¿Ha querido corregir algunos aspectos de la vida de Gala, lugares comunes que funcionan como estereotipos? Parece un enigma constante y alguien que sabe bien lo que quiere.
He intentado plasmar mi visión de esta mujer a la que incluso Dalí describió como un misterio imposible de descubrir.
El libro arranca casi con una amistad no muy conocida: la que tuvo con la gran poeta Marina Tsvetáieva. ¿Qué significó esa amistad, y la de sus hermana Asia, en su vida?
Marina Tsvetáieva tuvo un papel muy relevante en la vida de Gala: Marina, dos años mayor, leía sus versos a la jovencita Gala para la que la poesía, y la cultura y el arte en general, se convirtió en lo más importante de su vida. Gala fue una mujer muy culta y una lectora voraz, siempre que podía leía un libro al día. También Asia, la hermana de Marina era una gran lectora y llegó a ser escritora. Las tres chicas hablaban a menudo de sus lecturas, y de los viajes, de los sueños.
También analiza el vínculo con su padre adoptivo. ¿Cómo le influyó?
El padre adoptivo leía por las noches a la familia en voz alta obras de los clásicos rusos y europeos. Además veneraba a Gala, que por eso desde pequeña se acostumbró a la admiración masculina. También el hermano mayor de Gala, Vadim, estaba enamorado de su hermana. Esto pudo provocar en Gala el gusto por los amores prohibidos.
Monika Zgustova: “A Gala se le culpa de todos los excesos surrealistas de Dalí”
La historia con Paul Éluard empieza siendo fascinante. ¿Cómo ve esta pasión, su viaje a París para verlo, esa afición por leer poesía de noche o de día?
Fue Gala quien dio el impulso creador a Paul Éluard. Sin ella es poco probable que Paul hubiera llegado a ser uno de los grandes poetas europeos del siglo XX. Cuando estaba alejada de él, ella en Rusia, él en el frente bélico, Gala tomó en 1916 la decisión de reunirse con él, superó todos los obstáculos de una Europa en guerra y se plantó en París para poder estar cerca de su enamorado.
Más allá de lo humano, ¿diría que la I Guerra Mundial la marcó de alguna manera decisiva?
Gala sufrió por Paul, estaba muy preocupada porque como soldado podía morir en cualquier momento. Lo que le influyó mucho era ver el ambiente que precedía la revolución en Rusia. Más tarde en su vida supo reconocer la atmósfera prebélica y huir a tiempo. Lo hizo antes de la guerra civil española, huyendo a París, y antes de la Segunda Guerra Mundial cuando tomó la correcta y difícil decisión de refugiarse con Dalí en Estados Unidos.
Gala era una gran seductora. Amó a Max Ernst, de manera apasionada, y también a Giorgio de Chirico y a la vez enloquecía a Paul Éluard, con quien se casó en 1917. ¿Que halló en esas pasiones, por qué arriesgó tanto?
Gala necesitaba amar y ser amada, entregarse al máximo, siempre a un solo hombre. Era una mujer-Afrodita. En el amor se dejaba guiar por su instinto. Nunca fue desleal porque no hacía nada a escondidas, a pesar de ser una persona muy privada.
Monika Zgustova: “A Gala se le culpa de todos los excesos surrealistas de Dalí”
¿Fue Gala la que rompió el triángulo Buñuel, Lorca y Dalí o no?
Se puede decir que sí, aunque no creo que lo hiciera a propósito o conscientemente.
Buñuel la odiaba y Lorca la veneraba. ¿Cómo lo ve usted?
Buñuel la odiaba porque era un hombre posesivo y a causa de ella había perdido a Dalí como amigo incondicional y colaborador genial. Con Lorca se cayeron muy bien, seguramente tenían muchas cosas en común.
¿Qué significó Gala para Dalí? ¿Fue algo más que una musa, una enfermera, una amante, casi una directora espiritual?
Gala fue todo eso y más. Desde el principio entendió que algo la ataba a aquel jovencito cuando en Cadaqués dijo, poco después de haberlo conocido: “Mi pequeño, tú y yo no nos separaremos nunca.” Gala comprendía profundamente a Dalí, ambos se convirtieron en inseparables.
¿Por qué no acababa de caer bien nunca?
Porque es un enigma y la gente prefiere las cosas claras. Por eso no cayó bien a los surrealistas ni a la familia de Dalí. Muchos la consideraban una intrusa y ella también se sentía así en muchos ambientes.
Hay muchas sombras, pero quizá la mayor sea el abandono de su hija Cécile…
Cuando Gala se fue con Dalí, dejó a Cécile con el padre, Paul Éluard. Muchos hombres hacen esto con sus hijos –al separarse los dejan al cuidado de la madre– y a nadie le extraña. Gala era una mujer libre, rompedora, transgresora. Esta, la de dejar a su hija con su esposo, fue una de sus mayores transgresiones. Amaba entregándose y no podía entregarse a dos personas a la vez. Era una persona que siempre buscaba lo máximo, lo inalcanzable; al fin y al cabo era rusa.
¿Qué no hemos entendido bien de Gala, que nos lleva a verla como una bruja, como incluso se dice en un determinado momento en su libro?
A Gala se la ha tratado con una gran dosis de misoginia y machismo. No se la quiere entender. Se le echa la culpa de todos los excesos surrealistas que cometía Dalí.
¿Iba, de verdad, Gala siempre hacia adelante?
Sí. Gala no miraba hacia atrás, o solo un poco: toda la vida mantuvo correspondencia con su padre adoptivo, con su madre, con su hija Cécile. Pero no se detenía en algo que era el pasado. Siempre miraba hacia el futuro.





miércoles, 6 de junio de 2018

La convicción que exigen tanto la prosa como la poesía, Jorge Luis Borges






Hablemos ahora (y será nuestro último asunto) sobre esa convicción que exigen tanto la prosa como la poesía. En el caso de una novela, por ejemplo (¿y por qué no podríamos hablar de novela cuando hablamos de poesía?), nuestro convencimiento radica en que creamos en el personaje principal. Si nos resulta creíble, todo va bien. Yo no estoy –y espero que esto no les parezca una herejía– demasiado seguro de las aventuras de don Quijote. Desconfío de algunas de ellas. Creo que probablemente algunas son exageradas. Estoy casi seguro de que, cuando el caballero hablaba con el escudero, no urdía aquellos largos y estereotipados discursos. Sin embargo, esas cosas no importan; lo verdaderamente importante es el hecho de que yo creo en el propio don Quijote. Por eso libros como La ruta de don Quijote de Azorín, o incluso Vida de don Quijote y Sancho de Unamuno, se me antojan irrelevantes en cierta medida, pues se toman las aventuras demasiado en serio. Mientras que yo creo realmente en el propio caballero. Incluso si alguien me dijera que jamás han sucedido esas cosas, yo seguiría creyendo en don Quijote como creo en la personalidad de un amigo.
Tengo la suerte de contar con muchos amigos admirables, y de ellos se cuentan múltiples anécdotas. Algunas de esas anécdotas –lamento decirlo, estoy orgulloso de decirlo– las he inventado yo. Pero no son falsas; son esencialmente verdaderas. De Quincey decía que todas las anécdotas son apócrifas. Yo creo que si se hubiera entretenido en profundizar más en el asunto habría dicho que son históricamente apócrifas pero esencialmente verdaderas. Si se cuenta una historia sobre un hombre, entonces esa historia se parece a él; esa historia es su símbolo. Cuando pienso en queridos amigos míos como don Quijote, el señor Pickwick, el señor Sherlock Holmes, el doctor Watson, Huckleberry Finn, Peer Gynt y otros por el estilo (no estoy seguro de tener muchos amigos más), siento que los hombres que escribieron esas historias contaban cuentos chinos, pero que las aventuras que desarrollaron eran espejos, adjetivos o atributos de esos hombres. Es decir, si creemos en el señor Sherlock Holmes, podemos mirar con irrisión al sabueso de los Baskerville; no tenemos por qué temerle. Por eso digo que lo importante es que creamos en un personaje.
En el caso de la poesía, podría parecer que hay alguna diferencia, pues el escritor trabaja con metáforas. Las metáforas no exigen ser creídas. Lo que verdaderamente importa es que pensemos que responden a la emoción del escritor. Yo diría que con eso basta. Por ejemplo, cuando Lugones escribió que la puesta de sol era violento pavo real verde, delirado en oro», no hay que preocuparse por el parecido –o, mejor, la falta de parecido– entre el ocaso y un pavo real. Lo importante es que se nos ha hecho sentir que Lugones, impresionado por el ocaso, necesitó esa metáfora para transmitirnos sus sensaciones. Esto es lo que yo entiendo por convicción en poesía.
Jorge Luis Borges
Pensamiento y poesía
Arte Poética




La Biblioteca de... Luis Alberto de Cuenca (Resumen)

lunes, 4 de junio de 2018

‘Excusas para no pensar’… y Rubén Darío




Artículo de Ramón Irigoyen publicado en “Diario de Navarra”. Lunes, 4 de junio de 2018
Mis últimas lecturas del día suelen ser  el maravilloso libro Excusas para no pensar. Cómo nos enfrentamos a las incertidumbres de nuestra vida de Eduardo Punset (Booket) y Poesía de Rubén Darío publicada por Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. Eduardo Punset (Barcelona, 1936) es el genio de divulgación científica con más lectores en España. Es licenciado en Derecho e hizo un máster en Ciencias Económicas en la Universidad de Londres. Se estrenó como periodista en la BBC. Durante la Transición, que solo vilipendian los descerebrados – y lo digo, por recomendación de Punset, sin el menor desprecio a los descerebrados  -,  fue ministro para las Comunidades Europeas con Adolfo Suárez y consejero de Finanzas de la Generalitat con Josep Tarradellas. Ha  ejercido diversos cargos en la empresa pública y privada. Autor de numerosos libros, con más de UN millón y medio de lectores, dirigió y presentó en TVE el programa Redes, por el que, durante casi veinte  años, pasaron literalmente cientos de científicos del más alto nivel que a muchos miles de teleespectadores los ilustraron en un país que tanto tiene que mejorar en apoyar a fondo la ciencia.
Excusas para no pensar, que es un libro de prosa clara y de fácil lectura para el gran público, está dividido en diez itinerarios: el origen de todo; el largo camino del aprendizaje humano; claves para entender nuestras emociones; podemos cambiar el cerebro y por lo tanto el mundo; lo que nos pasa por dentro; los secretos de la vida en la Tierra; el poder de los cambios; las causas del desamparo actual; solos ante el Estado; fórmulas para ser más felices en un mundo mejor. El Prólogo se abre con esta sentencia que no deja de ser humorística: “Ninguna de tus neuronas sabe quién eres… ni le importa”. El título del Epílogo también es sorprendente: “Del proto-cerebro al GPS: no es un gran cambio”.
Tras la iluminación laica  por un capítulo o a lo sumo por dos  – cuyo tamaño oscila entre una, dos o, excepcionalmente, tres páginas – de Excusas para no pensar, ya estoy listo para entregarme a la psicodelia de Poesía de Rubén Darío.  Obras Completas I – Poesía – agrupa en 1362 páginas las poesías completas de Rubén Darío. La edición es de Julio Ortega con la colaboración de Nicanor Vélez.  Los textos de Julio Ortega y el prólogo de José Emilio Pacheco son soberbios. En la sobrecubierta de Poesía leemos estas palabras de Borges sobre Rubén Darío que sitúan al poeta nicaragüense en lo más alto de la historia de nuestra poesía, que tuvo su primer genio en Garcilaso, que aclimató por nuestros pagos el endecasílabo italiano: “Cuando un poeta como Darío ha pasado por una literatura, todo en ella cambia (…) Una transformación, misteriosa y sutil, ha tenido lugar sin que lo sepamos. El lenguaje es otro  (…)   Variar la entonación de un idioma, afinar su música, es quizá la obra capital del poeta.”
Al gran escritor valenciano Ricardo Bellveser, en su primerísima  juventud,  un sabio le dio el magnífico consejo de que, para iniciarse en la poesía, leyera  las obras completas de Rubén Darío. Aquel sabio eligió muy bien el autor – Rubén Darío – pero debió recomendarle una cantidad asequible de poemas, por ejemplo, una buena antología. Vayan aquí tres joyas absolutas para iniciarse en la poesía de Darío: Antología (Austral, 282 páginas) de Rubén Darío en edición de Carmen Ruiz Barrionuevo. Azul… Cantos de vida y esperanza (Austral, 326 páginas) de Rubén Darío en edición de Álvaro Salvador. Rubén Darío. Del símbolo a la realidad. Obra selecta (Real Academia Española, 450 páginas) con espléndidos artículos de siete autores.
Garcilaso, Góngora, Rubén Darío, he aquí la tríada capitolina  que revolucionó la poesía escrita en español.