miércoles, 13 de octubre de 2021

Debemos reservarnos una trastienda del todo nuestra, Michel de Montaigne


Michel de Montaigne

Ahora bien, puesto que nos proponemos vivir solos, y arreglárnoslas sin compañía, hagamos que nuestra dicha dependa de nosotros mismos; desprendámonos de todas las ataduras que nos ligan a los demás, forcémonos a poder vivir solos de veras y vivir a nuestras anchas. Estilpón había escapado del incendio de su ciudad, en el cual había perdido esposa, hijos y bienes. Al verle Demetrio Poliorcetes, en medio de tal destrucción de su patria, sin miedo en el semblante, le preguntó si no había sufrido ningún daño. Él respondió que no, y que, a Dios gracias, no había perdido nada suyo.
Esto es lo que el filósofo Antístenes decía con gracia: que el hombre debía proveerse de un equipaje que flotara en el agua y pudiese salvarse con él, a nado, del naufragio.
Ciertamente, el hombre de entendimiento nada ha perdido si se tiene a sí mismo. Cuando los bárbaros arrasaron la ciudad de Nola, el obispo Paulino, que lo había perdido todo y estaba cautivo, rezaba así a Dios: «Señor, guárdame de sentir esta pérdida, pues Tú sabes que todavía no han tocado nada de lo que es mío». Las riquezas que le hacían rico, y los bienes que le hacían bueno, estaban aún intactos. A tal punto es bueno elegir tesoros que puedan salvarse del daño, y esconderlos en un lugar al que nadie vaya, y que no pueda ser traicionado sino por nosotros mismos. Es preciso tener mujeres, hijos, bienes, y sobre todo salud, si se puede, pero sin atarse hasta el extremo que nuestra felicidad dependa de todo ello.
Debemos reservarnos una trastienda del todo nuestra, del todo libre, donde fijar nuestra verdadera libertad y nuestro principal retiro y soledad. En ella debemos mantener nuestra habitual conversación con nosotros mismos, y tan
privada que no tenga cabida ninguna relación o comunicación con cosa ajena; discurrir y reír como si no tuviésemos mujer, hijos ni bienes, ni séquito ni criados, para que, cuando llegue la hora de perderlos, no nos resulte nuevo arreglárnoslas sin ellos. Poseemos un alma que puede replegarse en sí misma; puede hacerse compañía, tiene con qué atacar y con qué defender, con qué recibir y con qué dar. No temamos, en esta soledad, pudrirnos en el tedio del ocio.

Michel de Montaigne
Los ensayos
Traducción: J. Bayod Brau
Editorial: Acantilado

lunes, 11 de octubre de 2021

El cuerpo de la novela, Roberto Bolaño por calledelorco






Se ha comentado que Los detectives salvajes podría leerse como un conjunto de cuentos autónomos. De hecho, de ahí ha vuelto a surgir un nuevo relato independiente: Amuleto. Y que la tuya sería, por tanto, “el tipo de novela que Borges hubiera aceptado escribir”. ¿Qué dices a eso?

Eso es de una gran generosidad por parte de Ignacio Echevarría, que fue quien hizo el comentario. Para mí Borges es el más grande escritor en lengua española del siglo veinte, sin la menor duda. El escritor total. Es una gran poeta, un gran prosista, un gran ensayista, es perfecto. Borges es una barbaridad. Borges es Borges. Pero quiero puntualizar que Los detectives salvajes no es un conjunto de historias: es una novela, y una novela con una estructura dificilísima y una unidad tremenda. Que de ahí salga una historia no tiene nada que ver. Una novela, como dice Stendhal, es un espejo a lo largo del camino, unas historias que pasan a lo largo de ese paseo por el sendero. En busca del tiempo perdido no es más que una sucesión de pequeñas historias. Sin embargo, En busca del tiempo perdido es una novela de una estructura de hierro. Todo cambio, en el momento en que tú pones un punto y aparte en una novela, de una u otra manera te enfrenta a una nueva historia. Es como el flujo y el reflujo del mar. Cada vez que hay un punto y aparte la historia tiene que coger un nuevo aliento. Tienen que aparecer otros personajes u otra nueva situación. Al menos un bar distinto. Eso ya hace que una historia sea una concatenación de pequeñas historias. Pero es que todo en la vida física es una concatenación. El cuerpo no es más que una acumulación de pequeñas historias, moléculas, átomos, que al juntarse están creando eso. Ahora, una cosa es un cuento y otra cosa es una novela. En una novela puede caber absolutamente todo, sí. Pero una novela es una novela. Tiene unas reglas: en una novela, una historia que esté totalmente aparte, como en un cuerpo, o se convierte en un cáncer  que tienes dentro o se convierte en algo que sale, como un hijo, pero en mi novelas no sale nada, todo está absolutamente pegado. Hay enlaces, hay incluso autopistas que te llevan lejísimos, pero luego siempre hay un camino de vuelta. Para mí una de las mejores novelas en lengua española es 62, modelo para armar, de Cortázar. 62 es una novela en la que puedes entrar por cualquier parte, de la que puedes salir por cualquier parte y, sin embargo, la novela está totalmente pegada. Es una novela tal vez elástica, no hay hierros ahí, hay materiales maleables, dúctiles. No por eso se rompe el cuerpo de la novela.

Roberto Bolaño
Entrevista con Dunia Gras Miravet
Revista Cuadernos Hispanoamericanos
Madrid, octubre de 2000