lunes, 12 de junio de 2023

CUATRO MIL NOVECIENTOS VEINTINUEVE

 





ALGUNAS PERSONAS AFIRMAN QUE LEER Y ESCRIBIR ES LO MISMO.

Creo que no puedo estar menos de acuerdo, pero sí creo que ambas están unidas, la lectura me lleva a la escritura y viceversa.

Ultimamente leo mucho y escribo algo y pienso mucho en escribir más, porque recuerdo lo feliz que era cuando escribía como si fuera un manantial del que salín las ideas y las palabras de manera natural.

Hace tiempo que eso no sucede así, me tengo que concentrar, pensar, es decir, escribir supone cierto trabajo mental al que no estoy acostumbrada.

Sigo leyendo a Milena Busquets y dado que lo que ella escribe es un diario, me despierta las ganas de volver a las andadas, escribir como si fuera un diario.

He visto películas de varios diaristas y siempre o casi siempre me gustan, a Salvador Pániker le leí mucho y me gustó, a Tina Turner también, a Hemingway también y a otros que no recuerdo a pesar de que siempre me gustan los diarios.





domingo, 11 de junio de 2023

La montaña-que-fuma María Virginia Jaua



Enviado el 11 de junio 2023


Recibo numerosas señales que me llegan en momentos oportunos. Esto es algo que me ha ocurrido, sin embargo a veces siento que se intensifica. 

La gente las llama «coincidencias». Es su manera de darles una explicación. Prefiero utilizar la palabra «sincronicidad».

Os voy a contar una de las más recientes.

Ayer fui a dar una vuelta al Marché de la poésie (que está celebrando su edición número 40). Dio la casualidad que yo acababa de llegar a París y que un amigo muy querido con el que trabajé durante más de 10 años en la Ciudad de México, moderaba una mesa en la que participaban varios poetas del Caribe. 

Al terminar la conversación fui a saludarlo y me presentó a varias personas, entre ellas, un señor mayor.  El ambiente de esta feria de editoriales y de poetas siempre me ha parecido distendido y entrañable: es un hermoso encuentro entre poetas, editores y lectores.

Me puse a conversar con el señor mayor, me di cuenta de que tenía ganas de hablar y de contarme cosas. Al cabo de un rato, me dice que ha publicado un libro, lo saca de una bolsa y lo pone en mis manos. Sin haber si quiera leído el título, lo miro a los ojos y le pregunto con sorpresa si es para mí. Asiente y con delicadeza lo retira para dedicármelo.

Cuando me lo vuelve a entregar leo: La montagne-qui-fume. 

Veo que trata de un libro pequeño hecho de fragmentos, como me gustan (pienso). 

Luego hablamos de otras cosas. Como de la imposibilidad de percibir la vida como un fluir continuo... Y esta imposibilidad subyace en que estamos constantemente haciendo una disociación entre el pasado y el presente... Es un tema fascinante cuando lo reflexionas desde la construcción literaria.

De pronto, me preguntó si yo escribía. Asentí pero no le revelé que uno de mis libros lleva un volcán en la portada y la ceniza en su título. Tampoco le dije que llevo años coleccionando imágenes del Popocatéptl y que tengo esta hermosa captura de su más reciente actividad. Ni mucho menos se me pasó por la cabeza contarle que un hermoso libro que edité-escribí sobre México están incluidos los fragmentos más hermosos que se hayan escrito nunca sobre las montañas que fuman...

¿Para qué?

Él me entregó su libro y sé que voy a encontrar algo que -aun sin saberlo ni sospecharlo- él ha escrito para mí. 

Lo que sea, sé que será una suerte de tesoro y por tanto, del orden del secreto... al igual que la intensa actividad que se produce en el interior de todas ellas...