lunes, 12 de noviembre de 2018

Reivindicación de Silvina Ocampo_Por JORGE CARRIÓN

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“Escribir antes o después de que sucedan las cosas es lo mismo: inventar es más fácil que recordar”, escribió la autora argentina Silvina Ocampo. CreditWikimedia Commons
“¿Qué hacía en esas recorridas, caminaba nomás?”, le pregunta Mariana Enríquez a Eduardo Paz Leston en su perfil biográfico o crónica ensayística La hermana menor. Un retrato de Silvina Ocampo, acerca de los paseos de la escritora por los bosques de Palermo. Y responde el traductor: “No, también escribía. Silvina escribía todo el tiempo”.
Hermana de. Esposa de. Amiga de. En su caso la escritora llega casi siempre en cuarto lugar. Victoria Ocampo, Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges son tótems demasiado imponentes. Pero los magnéticos poemas, novelas y cuentos de Silvina Ocampo, con esas niñas y muñecas y animales domésticos y locas e indigentes y esos personajes de identidad y sexo difusos, siempre en las orillas un tanto andrajosas de la realidad, certifican que la hermana menor fue una escritora mayor.
A ella está dedicado el mejor cuento conceptual del siglo XX. “Pierre Menard, autor del Quijote” se publicó —no podía ser de otro modo— en la revista Sur, en 1939. Esa dedicatoria tiene algo de despedida de la intimidad que los unió de jóvenes. Borges y Silvina Ocampo compartieron largas “caminatas por los barrios de Buenos Aires”, como cuenta Enríquez, hacia el sur, hasta el puente de Constitución, en el barrio donde ella “ubicó uno de sus mejores cuentos, ‘La casa de azúcar’, o hasta el puente Alsina. Pero con el tiempo, y pese a verse casi cada día, se distanciaron. En la medida de lo posible, pues los dos estaban comprometidos con Bioy, cada uno a su manera.

El siguiente fue un año clave en las vidas y en las obras del trío. Tras seis libros que habían pasado sin pena ni gloria, fue entonces cuando Bioy publicó La invención de Morel, su obra maestra, con prólogo hiperbólico y no obstante preciso de Borges. También llegó en aquellos meses a las librerías la Antología de la literatura fantástica que compilaron entre los tres y donde incluyeron un cuento de cada uno (“El calamar opta por su tinta”, “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” y “La expiación”). Y Ocampo y Bioy se casaron.
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La obra de Ocampo, variada y creativa, certifica que fue una escritora mayor. CreditAdolfo Bioy Casares
No se me ocurre otro caso comparable: tres de los grandes escritores en español del siglo XX cenaron juntos miles de veces. Y de 1737 de esas reuniones quedó un registro, a menudo un resumen, en los diarios de Bioy. En ellos hay un protagonista y dos actores secundarios. Ocampo asumía el margen. También la continuidad. Es uno de esos escritores sin obra maestra, en quienes lo que importa es el conjunto, el continuum, donde se dibuja un paisaje personalísimo, una atmósfera que difumina las unidades.
Es una de esas escritoras, en consecuencia, que desafían la circulación comercial y académica de la literatura: esquiva el título de lectura obligatoria, el poema único, el cuento que es elegido como uno de los diez mejores de la literatura argentina. No puede ser fácilmente fragmentada ni seleccionada. Tómala entera o déjala.
A partir de las escritoras que Enríquez menciona en su libro se puede dibujar un mapa de la mejor literatura iberomericana del siglo pasado escrita por mujeres, que lentamente va sobreimprimiéndose al tradicional, excesivamente masculino. La ambigua relación de Ocampo con Alejandra Pizarnik; los celos que la engulleron cuando descubrió la relación de Bioy con Elena Garro (incluida en la antología del año 40); la admiración que sintió por Clarice Lispector (“tenía esa cosa evanescente, que era su encanto”); o su relación personal y profesional con Rosa Chacel (quien, por cierto, publicó en el número 143 de la revista Sur una larguísima reseña de Los que aman, odian, la novela que Bioy y Ocampo escribieron a cuatro manos) tejen una constelación de escritoras extraordinarias que han entrado en el canon con retraso.
Reticente a confesar sus influencias y sus deslumbramientos, la menor de las hermanas Ocampo apenas mencionó a Lispector y a Djuna Barnes entre sus lecturas favoritas (quien amplía el mapa al hemisferio norte). También expresó su respeto por la obra de Julio Cortázar, sin duda el menos patriarcal de los autores del Boom, el más abierto a los géneros fluidos, y —por eso— el escritor argentino con quien más afinidad demuestra en sus relatos.

Esa cartografía no sería luminosa si perteneciera exclusivamente al siglo XX, si no fuera un mapa celeste también del siglo XXI. Silvina Ocampo es una referencia que Enríquez comparte con la otra escritora argentina nacida en los años setenta con mayor proyección internacional, Samanta Schweblin. Y la directora de cine argentina más premiada, de esa misma generación, Lucrecia Martel, le dedicó un documental inquietante y precioso: Silvina Ocampo: las dependencias. Han escrito sobre ella también algunas de las escritoras más importantes de las generaciones anteriores, como Matilde Sánchez, Graciela Speranza, María Moreno o Sylvia Molloy.
“Escribir antes o después de que sucedan las cosas es lo mismo: inventar es más fácil que recordar”, escribió la hermana menor mientras imaginaba futuros. Desde el nuestro la seguimos leyendo. Y reivindicando.


Una ‘Comedia’ más fiel: en verso, sin rima y sin ‘divina’


José María Micó traduce la obra de Dante Alighieri, 18 años después de la última vez, en versión “legible y cercana” a la original

'Retrato de Dante' (1495), de Botticelli.
'Retrato de Dante' (1495), de Botticelli.FUNDACIÓN MARTIN BORDMER
Anhelaba Dante Alighieri que sus canciones se conocieran en la Tierra y se recordaran en el Purgatorio y el Paraíso. Y así seguirá siendo, al menos en castellano, tras la versión de la Comedia que lanza ahora el catedrático de literatura y poeta (y músico) José María Micó en una versión “legible, cercana y fiel”, como la resume Sandra Ollo, la editora de Acantilado, donde, gracias a la calidad del papel (“el mejor que hemos usado nunca”), han obrado el milagro de encajar las tres partes del libro (InfiernoPurgatorio y Paraíso) , así como la versión original italiana, en un volumen manejable de 942 páginas… y con letra legible.
La que es nueva edición de uno de los grandes clásicos de la literatura universal llega a los 18 años de la última versión aparecida en castellano (en traducción de Abilio Echevarría, en Alianza) y es la novena completa (al menos, desde la época moderna) en la historia de esta lengua. Pero está cargada de novedades, ya desde el título, donde se ha caído el calificativo de divina. “Boccaccio ya la definió así al poco de aparecer, pero se incorporó al título en 1555, como recurso de marketing editorial de un sello veneciano; Dante la dejó en Comedia”, asegura Micó, que ha invertido cuatro años en ella, casi una cuarta parte de los 15 años que el autor invirtió en su escritura.
A pesar de que hizo la prueba con algunas estrofas, Micó descartó raudo adaptar la obra con su rima original, opción que tomaron, entre otros, Ángel Crespo en castellano en 1973 o Josep Maria de Sagarra en catalán en 1950, y que recabaron tanta admiración como críticas: de la primera, se llegó a decir que era una versión “gongorina” y que oscurecía el discurso de Dante hasta hacerle decir lo que no decía para mantener la sonoridad, lo mismo que la de Sagarra. Micó ha respetado los famosos tercetos de endecasílabos, pero no así su rima, opción ya de Luis Martínez de Merlo en 1988. No cree el traductor haber traicionado al poeta florentino: “Mi obsesión era que se pudiera leer como un relato; buena parte de la complejidad de la comedia procede de su lenguaje poético; al verterlo en verso rimado te obligas a un registro especial, a forzar el sentido o la sintaxis; haberlo traducido en prosa sí hubiera sido traicionarlo; creo que este formato, manteniendo la métrica y poniendo asonancias cuando me ha sido posible, equivale a lo que entendemos por poesía”.
Como ejemplo de las obligaciones que impondría la rima, Micó cita el uso por Crespo de “pavura”, palabra de la que “Quevedo ya se burló por anacrónica y que es la que utiliza para rimar cuando se encuentra paura, que es, por contra, la más sencilla que usa Dante para decir miedo”. Curiosamente, el primer Canto de Infierno, con su famoso arranque, fue el último que tradujo: “Es semánticamente complejo y, en cambio, es con el que se marca el tono de todo el libro; el famoso ‘Nel mezzo del cammin di nostra vita’ bien puedes traducirlo por ‘A medio’, ‘En mitad’, ‘A la mitad’, ‘En medio’…”. Al final optó por “A mitad del camino de la vida”.
En su afán de nitidez, Micó ha prescindido de notas al pie (“la traducción ha de resolver por sí misma las dudas”), pero, amén de sucintas notas introductorias a cada canto, por vez primera en una edición española ha añadido al final del libro infografías sobre el universo dantesco, así como una cronología de la vida y obra de Dante y un índice razonado de un centenar de páginas sobre personajes, obras y lugares citados.
Matiza el catedrático la leyenda que la Comedia sea un libro oscuro, que atribuye en buena parte a “la complejidad que aporta el anecdotario local, los nombres y personajes que puso para vengarse de su exilio al que le arrojó su actividad política” y, en cambio, reivindica una vertiente humorística, marcada tanto por el uso de contrapasos (donde los personajes son castigados justamente con cómicas penas que hacen alusión a su pecado) como por unas imágenes que rozan la vulgaridad, como la del Canto XXI del Infierno, que acaba con un demonio tirándose una ventosidad: “y él hizo de su culo una trompeta”. Eso se traduce en el lenguaje. “Como estaba dejando el latín y construyendo una lengua nueva que luego acabaría siendo el italiano literario, Dante utilizó desde palabras sofisticadas y neologismos, especialmente en el Paraíso, entonces teológicamente muy nuevo, hasta las más pedestres; esa diferencia tan grande de registro no está ni en el Quijote y me ha obligado a utilizar un lenguaje lo más rico y variado posible, un castellano dantesco”, define.
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A pesar de que el viaje al ultramundo ya había sido visitado por Virgilio (Eneida) y Ovidio (Las metamorfosis), Micó dice que ha traducido “el libro más extraordinario de la cultura literaria europea”, lo que justifica “por su estructura extraña con apariencia perfecta, es el libro mejor cerrado y planificado de la literatura antigua: a diferencia de Cervantes, que improvisa más, todo está calculado a partir de la simbología trinitaria, del tres y sus múltiplos, especialmente el nueve; así, el Infierno es más narrativo y el Purgatorio es más teológico, mientras que en el Paraíso no pasa mucha cosa; en cambio los 14.233 endecasílabos están repartidos casi por igual, como los Cantos, todos con sus de 130 a 150 versos”. Luego, le maravilla la precisión poética que permite versos como “la virtù mista per lo corpo luce / come letizia per pupilla viva (“la virtud en la estrella resplandececual la alegría en la vivaz pupila”). “Dante exploró al límite la imaginación humana, dibujó sus contornos; esa obra es el cajón de la imaginación del hombre”, define muy gráficamente Rossend Arquès, presidente de la Sociedad Catalana de Estudios Dantescos.
Caso simpar de la ahora en boga autoficción (“no veo mejor ejemplo de lo que pude hacer la literatura con la experiencia propia, sea real o inventada”), la Comedia es para Micó un libro “poco leído”, lo que explica que se le acuse en algunos ámbitos de homófobo, dogmático o antimahometano, pero hay que explicar el mundo y el contexto en el que se escribió”. Y una lectura pedagógica en estos tiempos tan inmorales: “Uno se encontrará como personaje, seguramente en el Infierno, porque el protagonista es como nosotros, pero la virtud, la moral, es individual y te puede llevar a la salvación…”. “Es una enorme fuente de enseñanzas psicológicas, éticas y políticas muy aplicables en la vida actual, por ejemplo, cuando denuncia la corrupción de políticos y funcionarios, en los cantos XXI y XXII del Infierno, o cuando critica la avaricia desmedida y la acumulación de dinero y bienes materiales como fuente de la degradación del ser humano”, apunta por su parte Juan Ignacio Varela Portas, presidente de la Asociación Complutense de Dantología.
¿Recomendable para un joven de 20 años? “Sí, porque leerá poesía y entenderá lo que le espera: el mundo te dará muchas bofetadas y serás víctima de muchas injusticias, pero siempre hay esa posibilidad de salvación individual, que es a la vez ejemplo para la salvación colectiva y esperanza para la eterna”. Y sentencia: “Quien se mete en Dante no lo olvida en su vida”, pensando quizá en sí mismo: lo leyó, sin saber italiano, a los 17 años, y pasaba a máquina los comentarios de los cantos; siempre quiso componer canciones y traducir la Comedia. Ha hecho lo uno (el dúo Marta y Micó está grabando ahora su tercer disco) y ahora también lo otro, justo a sus 57 años, los mismos que tenía Dante cuando murió en 1321, al poco de acabar la Comedia.