sábado, 17 de octubre de 2020

Yo estaba hecho un pañuelo, Julio Cortázar (por calledelorco)

 





Che, espero humildemente que no sea un acto fallido, pero en la nómina me comí a Borges. Oh, no creo que sea un acto fallido, porque no te podés imaginar cómo se me llena el corazón de azúcar y de agua florida y de campanitas, cuando, al cruzar el hall de la Unesco con Aurora para ir a tomarnos un café a la hora en que está terminantemente prohibido y por lo tanto es muchísimo más sabroso, lo vimos a Borges con María Elena Vázquez*, muy sentaditos en un sillón, probablemente esperando a Caillois. Cuando me di cuenta, cuando reaccioné, ya nos estábamos abrazando con un afecto que me dejó sin habla. Mirá, fue algo maravilloso. Borges me apretó fuerte, ahí nomás me dijo: “Ah, Cortázar, a lo mejor, ¿no?, usted se acuerda, ¿no?, que yo le publiqué cosas suyas en aquella revista, ¿no? ¿Cómo se llamaba la revista, che, cómo se llamaba?”. Yo casi no podía hablar, porque el grado de idiotez a que llego en momentos así es casi sobrenatural, pero me emocionó tanto que se acordara con un orgullo de chico de esa labor de pionero que había hecho conmigo. Entonces le recordé a mi vez todo lo que eso había significado para mí, sobre todo porque él me había publicado sin conocerme personalmente, lo que le daba muchísimo más valor a la cosa. Y entonces Borges dijo: “Ah, sí, claro... Y usted a lo mejor se acuerda, ¿no?, que mi hermana Norah le hizo unos dibujos muy preciosos, ¿no?”. En fin, che, yo estaba hecho un pañuelo. Después lo escuchamos a Borges en su conferencia sobre literatura fantástica, dicha en un francés excelente, y a los días vino a la Unesco y les rajó una charla sobre Shakespeare que los dejó a todos mirando estrellas verdes. La chica Vázquez me arrancó la lectura de dos cuentos para una emisión de Radio Municipal, y se fueron a España. Por supuesto, los periodistas se ingeniaron como siempre para hacerle decir a Borges cuatro pavadas sobre política, pero qué poco importa, o en todo caso, qué poco me importa.

Julio Cortázar
Carta a Francisco Porrúa.
París, 30 de noviembre de 1964
Cartas 2 (1955-1964)

Editorial: Alfaguara
Carta completa en "Borges todo el año"





viernes, 16 de octubre de 2020

La 35 Feria del Libro ha acogido la presentación de la autobiografía de María Teresa León, presentada por su prologuista, el escritor Benjamín Prado

 


El escritor Benjamín Prado, en la Feria del Libro de Cádiz.El escritor Benjamín Prado, en la Feria del Libro de Cádiz.

El escritor Benjamín Prado, en la Feria del Libro de Cádiz. JESÚS MARÍN

 

–‘Memoria de la melancolía’ es un tratado sobre la pérdida, es un viaje íntimo, es un análisis de un contexto social y político y es una autobiografía. Es muchas cosas, ¿no?

–Todo lo que dices es absolutamente cierto, se le podría añadir alguna otra cosa, y, además, es una descripción estupenda de lo extraordinaria que fue María Teresa León, una mujer con una serie de capacidades casi interminables, no solamente por los géneros en los que desarrolló su talento porque fue poetisa, dramaturga, novelista, cuentista, periodista, actriz, activista... Sino porque además, dentro de cada uno de esos géneros, mezcló también muchas cosas. Memoria de la melancolía es un tratado de la pérdida, desde luego, también es un libro con una hondura filosófica impresionante, es un libro que a ratos es pura poesía aunque sea prosa, es el libro de una gran conocedora de la literatura española... En fin, una mujer renacentista, casi, imagínate si es justo que pases a la Historia como la señora de Alberti, ¡hombre por favor¡

–En un pasaje del libro, María Teresa dice de Zenobia Camprubí algo así como que “eligió ser la sombra al lado del fuego”. ¿Eso, al final, también le pasó a ella o es la imagen que nos ha llegado a nosotros?

–Es las dos cosas. Tanto en el caso de Zenobia como en el de María Teresa hay una renuncia voluntaria a sí mismas para dedicarse en cuerpo y obra a la creación de sus compañeros, pero también hay muchas diferencias porque Zenobia nunca escribió nada más allá de sus diarios y cuatro artículos, y María Teresa es autora de treinta y tantos libros. Hay diferencias esenciales. En el caso de María Teresa, vigilar la obra de Rafael no impidió que ella misma se dedicase a la suya, aunque bien es verdad que ella se dedicó a las dos y él sólo a la de él. Que hablamos de Rafael Alberti un grandísimo poeta, uno de los más grandes del siglo XX, tan grande como el que le quieras poner al lado, pero la diferencia es que él ocupa su sitio en los manuales de Literatura y ella no, y eso es lo que hay que arreglar.

–¿Se le debe un gran homenaje, un gran estudio?

–El más grande de todos, que es publicar sus libros, que sus libros estén a disposición de los lectores. Muchos de ellos nunca se han publicado en España, otros de ellos en ediciones inaccesibles, de vida muy breve, y creo, por eso, que la idea de la editorial Renacimiento de hacer una Biblioteca María Teresa León es magnífica, no sólo porque resuelve un injusticia que lleva muchos años vigente, sino porque pone a disposición de los aficionados a la buena literatura las obras de una escritora que, de verdad, merece muchísimo la pena que sea leída.

–La colección la dirige usted, ¿verdad?

– Sí, sí, yo por esa familia hago lo que sea. Les tengo devoción y una deuda de gratitud con Rafael Alberti. A María Teresa la vi muchas veces pero, en realidad, nunca estuve con ella porque ya no era ella del todo. Ya estaba muy mermada por la enfermedad (alzheimer) pero, aun así, era una mujer muy dulce, con una luz de inteligencia y de nostalgia en los ojos maravillosa.

–Nárreme la primera vez que la vio

–La primera vez que la vi pues debíamos ser amigos Rafael y yo hacía un par de meses, ya teníamos confianza, y me mandó a la residencia en la que estaba ingresada a llevarle unas mudas de ropa. Le llevé un ejemplar de la primera edición de este mismo libro publicado por Losada para ver si me la dedicaba, y allí vi una descripción de lo que es la pérdida de la cabeza. Ella se puso a leer su propia biografía pero como si estuviera leyendo la vida de otra, sin encontrar ninguna comunicación entre aquello que leía y ella misma. Eso me impresionó muchísimo. Ese es el primer recuerdo que tengo de ella.

–Qué destino más trágico el de María Teresa... Treinta y ocho años “con España anudada en la garganta” y cuando regresa no es consciente de la vuelta...

–Las dictaduras de los estados totalitarios perjudican a mucha gente y, sobre todo, le roban cosas. Le roban la libertad, el derecho a su propio país, le roban posibilidades de estar en el lugar que aman. Porque ahora que tanto se habla de patriotismo olvidamos que es impresionante cómo esta gente de la República tenían la palabra España todo el día en la boca. María Teresa es la autora de las biografías noveladas de Rodrigo Díaz de Vivar y de Jimena Díaz de Vivar, por ejemplo. Creo que hay muchos más dramas dentro del gran drama de una guerra y de una diáspora de los que parecen, así, a primera vista... Y volver al cabo de 38 años en las condiciones que ella lo hizo… Pero, bueno, yo con Alberti sí que le vi, aunque fuera tan tarde, disfrutar de los paisajes de su infancia y recuperar lugares, personas, sensaciones... Al menos tuvo esa recompensa después de 24 años en Argentina y creo que 14 en Roma.

–En el libro, María Teresa nos dibuja un Gobierno, el de la Segunda República, con la cultura, sino en el epicentro, sí como uno de sus pilares, ¿Eso se ha vuelto a repetir en la Historia?

–No, por desgracia no. Por desgracia vivimos en este mundo donde la frase más célebre es esta de es la economía, estúpido. Y yo pienso, y esta gente pensaba, que no, que es la cultura, es la sanidad, es la educación, son muchas cosas más antes que el dinero.

–Hemos aprendido poco… ¿De esta pandemia aprenderemos?

–Sin duda esa es la gran pregunta, si de esto saldremos habiendo aprendido algo o en el momento en que la vacuna esté dentro del cuerpo pues volveremos a las andadas. Yo que soy un optimista innato, aunque intento que mi optimismo no ralle con la temeridad o con la estupidez, tengo la esperanza de que hayamos aprendido algunas cosas elementales como que hay que fortalecer, cuidar y apoyar la sanidad pública y la industria nacional, que no se pueden tener las residencias de ancianos en manos de fondos buitres…. Yo con que hayamos aprendido esas tres cosas, me conformo.

–Tiene también en la calle la quinta entrega de la saga de Juan Urbano que, de alguna forma, guarda una conexión especial con ‘Memoria de la melancolía’...

–Tan especial como que la persona que sale en la portada del libro es María Teresa León. Es una historia de mujeres de su época, dos reales y una inventada, en los años 30 cuando desde el Gobierno de la Segunda República se fomentó la presencia de las mujeres en diferentes ámbitos, incluido el deporte. Se luchó por que existieran federaciones femeninas, porque se registraran sus marcas, al mismo tiempo estas chicas recibían una educación exquisita, se luchaba mucho por que hablasen idiomas, que hablasen inglés... Y, bueno, luego llegó la guerra y la dictadura y todo cambió al extremo contrario, a considerar que el deporte femenino era indecente, a que la ropa para practicarlo era atrevido y hasta decir que practicarlo era perjudicial para aquella función que, según decían ellos, era la principal de la mujer, procrear. Y, bueno, María Teresa sale en el libro citada varias veces y las protagonistas llegan a hablar con ella en el Lyceum Club.

–¿Ya tienen pensado cuál será el próximo título que alimente la colección de María Teresa León?

–Sí, estamos pensando sacar un libro de cuentos, uno de los mejores que escribió, un libro que se llama Morirás lejos.

jueves, 15 de octubre de 2020

La necesidad de ensanchar la mirada, Chantal Maillard (por calledelorco)






Les problèmes de mon interiorité me laissent un peu froid; plus exactement, je ne parviens plus à les considérer comme de véritables points de départ; en fait, il me semble que je n'attends plus grand-chose du "récit", que j'avais, que j'ai besoin de voir plus grand.

Georges Perec, Je suis né

(Los problemas de mi interioridad me dejan un poco fríos; más exactamente, ya no puedo considerarlos como auténticos puntos de partida; de hecho, me parece que no espero ya gran cosa del "relato", que tenía, que tengo necesidad de ensanchar la mirada.)

Me he traído de Bruselas un libro muy delgado. Es de Georges Perec. Je suis né es el título. Con gran curiosidad me detengo en el relato de sus proyectos de escritura y, con especial interés, en aquel que daría pauta del paso del tiempo, no solamente del tiempo presente y de la memoria, sino también, y esto es lo que me parece importante, del de la escritura misma.

Último de una cuatrilogía autobiográfica, el volumen proyectado habría de servir de marco a los tres anteriores. Lo redactaría a lo largo de doce años, durante los cuales describiría doce lugares (calles, plazas de París, cruces, etcétera) que hubiesen sido importantes para él por cualquier razón. Cada mes describiría dos de ellos dos veces: la primera, sería una descripción neutra del lugar en el presente; la otra sería una recreación del lugar en la memoria y se haría desde cualquier otro sitio. Después, introduciría los escritos en un sobre sellado. Esto lo repetiría durante doce años, al término de los cuales, abriría los sobres y los copiaría. Tendría entonces, en total, doscientos ochenta y ocho sobres y cada uno de los doce lugares se habría descrito dos veces en cada uno de los doce años, es decir, veinticuatro veces, dando una idea del envejecimiento de los lugares físicos, de los recuerdos y de la propia escritura. De esta manera, "el tiempo de la escritura, que era, hasta el momento presente, un tiempo para nada, un tiempo muerto que se fingía ignorar o que restituía sólo arbitrariamente (L'emploi du temps), que se mantenía siempre al margen del libro (incluso en Proust) vendría a ser aquí el eje esencial".

Desde siempre, me ha perseguido la necesidad de dar cuenta en el relato, tanto en la prosa como en el poema, del tiempo de la escritura. Me parecía y me parece injusto que se sustraiga ese tiempo o se encubra la necesidad de su presencia por medio de artimañas como la de introducir al propia autor en el relato convirtiéndolo en personaje del mismo, o la de hablar en plural mayestático o, simplemente, científico, enunciando en tercera persona las opiniones que son propias. Por ello quise que mis cuadernos de reflexiones aparecieran en forma de "diarios", tal como habían sido escritos, sin subterfugios ni ornamentos, evitando someter su contenido a clasificación, temática u otra. No estamos ya en los tiempos en que se entendía que el lector debía ser guiado; antes bien, un texto ha de proponerse para que el lector descubra en él itinerarios posibles. La escritura ha de ser obra, ha de ser arte.

Mis cuadernos pretendían, y pretenden, liando las fronteras entre los fragmentos autobiográficos, reflexivos, poéticos, etcétera, mostrar la sucesión de planos mentales que en el día a día se van sucediendo según el orden de los actos cotidianos y su representación. En este último cuaderno, se fueron superponiendo los tiempos, el presente y el recordado y, por supuesto, el de la escritura, puesto que formaba parte del presente, puesto que lo decía, lo describía, y ésa era su función. Se encontró la escritura, sin necesidad de decirse, investida de ese presente y relatándolo a un tiempo, relatando la manera en que la memoria aflora, se contiene o se escabulle. Casi logro del todo en los fragmentos "Groenendaal" y "Etterbeek", con el consiguiente vértigo. Lamentablemente, no pude mantener el tono. Y he aquí que, al final de mis andanzas (y de este texto), Perec venía a mostrarme lo que había querido hacer con un brillante ejemplo, un proyecto que podría perfectamente ser, que sería el de una obra artística. Más allá del relato, le besoin de voir plus grand, la necesidad de ensanchar la mirada, de apuntar más lejos requiere, a mi modo de ver, cambiar los puntos de apoyo para los itinerarios, esos que forman tema. En vez de la idea de persecución, pongamos por caso, el lugar en el que se ha dormido*. Iniciar la historia desde otros puntos, de tantos como hay en el mapa o la constelación de un día o una vida. Iniciar la historia... no, la historia no, pues ésta requiere sus pasos argumentales. Iniciar el texto desde allí justo allí donde creímos que no era tema de escritura, desde aquello que, de tan insignificante, no veíamos. Apuntar más lejos tal vez signifique hacer obra con menos.

*Lieux où j'ai dormi forma parte del proyecto autobiográfico de Georges Perec, una especie de catálogo de habitaciones.

Chantal Maillard
Bélgica
Editorial: Pre-Textos

domingo, 11 de octubre de 2020

Estéticas migratorias. Historia y definición Miguel Ángel Hernández

 


Publicado el 2020-10-11

El término estéticas migratorias, pretende dar cuenta de la dimensión estética de la experiencia de la migración  y su impacto y visualización a través de las prácticas artísticas contemporáneas. Aunque en su origen se encuentra en el debate en torno a lo global, la identidad, lo poscolonial, la memoria y los afectos —cuestiones presentes en el mundo del arte desde los años noventa—, el término  como tal entra en escena a mitad de la década de 2000, y su inclusión se debe  principalmente al trabajo de Mieke Bal, quien, a lo largo de ensayos, películas y exposiciones, ha ido dando forma poco a poco al concepto. (1)

Durante las dos últimas décadas, el término se ha expandido en el vocabulario artístico contemporáneo y su empleo se ha generalizado para nombrar y definir algunas prácticas y actitudes artísticas relacionadas con la migración y la movilidad. Esta popularización del concepto en textos, exposiciones, cursos, incluso colecciones  de libros (2), condujo  en 2014  al editor de la célebre  Encyclopedia of Aesthetics, Michael Kelly, a platearse la necesidad de incluir la voz “Migratory Aesthetics” en la segunda edición, ampliada y revisada, de esta vasta cartografía del pensamiento sobre arte y estética publicada originalmente en 1998 (3).

Este capítulo presenta una versión en español de la entrada que escribí para dicha enciclopedia. Aunque  apenas he modificado el texto original —que mantiene el formato descriptivo del diccionario—, sí que debo advertir de una pequeña dificultad en la traducción precisa del término. En realidad, la traducción lógica del inglés “migratory aesthetics” debería ser “estética migratoria” en singular. A priori, Aesthetics se refiere al campo filosófico que llamamos “Estética”. Sin embargo, en la formulación de Mieke Bal, la “s” no alude a ese campo filosófico, sino que indica un plural, una multiplicidad de formas de experiencia, una conectividad basada en los sentidos (4). Por esa razón, parece apropiado utilizar el plural y hablar de “estéticas migratorias”.

* * *

Cuando escribimos “estéticas migratorias” no nos referimos exactamente a una categoría estética, ni tampoco a un estilo o movimiento artístico, sino mas bien a un campo de problemas, prácticas, situaciones y teorías. Se trata de un constructor complejo empleado para observar algunas transformaciones en las sociedades contemporáneas —la migración y su impacto estético—, pero también para describir y calificar las prácticas artísticas que dan cuenta de dichas transformaciones —no sólo a nivel de contenido, sino también en los modos de hacer y promover una sensibilidad migratoria—. Y, al mismo tiempo, las estéticas migratorias también conforman un campo intelectual, una actitud teórica, una manera de enfocar los problemas y un posicionamiento político de compromiso.

Las estéticas migratorias parten de la observación de la metamorfosis que la migración produce en el ámbito de la estética en las sociedades contemporáneas. Una mutación que, como ha sugerido Bal, tiene que ver, en esencia, con la transformación de las sociedades y los espacios por los sujetos migrantes, pero también con la transformación de los sujetos en los encuentros con esos espacios (5). Un movimiento doble que afecta en dos direcciones, puesto que no solo modifica los modos de experiencia, sino también los modos de sentir —la aisthesis, el ámbito de los sentidos y las emociones—. Como señalan Aydemir y Rotas, el constructor “Estéticas migratorias” sugiere “la implicación mutua de la dimensión estética de las prácticas de la migración y la dimensión migratoria de los procesos estéticos” (6)  Es precisamente en este sentido en el que Mieke Bal entiende el término, más como un sentir plural que como un campo filosófico (7). Se trata, de este modo, de conducir la reflexión hacia caminos que devuelvan a la estética su viejo significado en el ámbito de la experiencia sensible y las emociones.

Las metáforas de la migración ya habían sido utilizadas ampliamente por la teoría contemporánea. Desde finales de los años ochenta, la sociología, la antropología, los ustedlos culturales o los estudios poscoloniales comenzaron a visibilizar y a dar importancia a la migración y a sus implicaciones en la cultura. Sin embargo, a través de una serie de ideas que enfatizaban el lado fatal y traumático de la migración: las teorías del desplazamiento, diáspora, exilio, el desarraigo… Por otro lado, también desde la teoría —tanto desde los desarrollos de las ideas de Deleuze y Guattari sobre el nomadismo (8) como del pensamiento sobre lo híbrido y el cosmopolitismo de autores como Homi Bhabha (9), se había producido una especie de idealización del universo migratorio, convirtiendo la metáfora en un lugar común que poco tenía que ver con la realidad. Las estéticas migratorias pretenden pensar la migración como un paso más allá de las visiones excesivamente negativas, y observan los efectos valiosos de la migración en las sociedades de acogida (la transformación estética a todos los niveles de la experiencia), pero no por eso dejan de prestar atención a la realidad que está detrás de la metáfora, y atienden a los desarrollos reales de la migración. De este modo, se sitúan más allá de la visión puramente victimista, pero también de la reflexión glorificadora.

Una de las articulaciones esenciales para romper estas visiones extremas se encuentra precisamente en el ámbito de la estética, en el terreno de lo sensible, en la experiencia de las emociones y los sentidos. Es precisamente ahí donde ese sentir trasciende lo temático. De manera que las estéticas migratorias no sólo tienen que ver con “el tema” de la migración, sino especialmente con cómo los modos de sentir y las experiencias migratorias se extienden a otros contextos, y sus estéticas llegan a ser claves en las transformaciones artísticas contemporáneas. A lo que se refieren, pues las estéticas migratorias es a los modos de sentir, de experimentar el tiempo, a los espacios, las memorias, las subjetividades…, a la experiencia estética del mundo, en definitiva, que puede considerarse definitoria de nuestro tiempo. Sin embargo —y esto también es importante— este modo de experimentar el mundo no siempre es evidente, sino todo lo contrario: en los discursos hegemónicos, esa experiencia heterocrónica, contradictoria e inestable suele ser anulada  o mostrada de modo arquetípico y, en consecuencia, manipulada. Lo que estos nuevos sentires que son perceptibles pero que, sin embargo, no ocupan —aún— un espacio en los imaginarios y discursos acerca del presente y, por tanto, necesitan encontrar un lugar en el registro de la política.

Ese modo de sentir y experimentar —caracterizado por lo cercano, lo abstracto, el afecto, la emoción o la recuperación de lo puramente estético— es el que comienza a incorporarse también en un gran número de prácticas artísticas recientes. Como observó Kobena Mercer, desde finales de los años noventa, lo migratorio se convirtió en uno de los problemas centrales de las artes contemporáneas (10). Cuestiones como alteradas, raza, pero también desplazamiento, exilio, diáspora, extranjería o transculturalidad se convirtieron en elementos centrales de la reflexión artística, y muchos creadores comenzaron a trabajar como virtuales antropólogos o etnógrafos, mostrando las transformaciones de la subjetividad contemporánea y la presencia de nuevos lugares, tiempos, ámbitos y espacios de produccion artística (11). Antologías como Over Here, por ejemplo, establecieron esos buenos mapas de la creación que, poco a poco, están siendo actualizados y redefinidos (12).

El arte por el que se interesan los teóricos de las estéticas migratorias se encuadra pues, en esos nuevos mapas del arte global. Pero va más allá de la pura representación de los otros, del mero contenido. No es sólo un arte “acerca” de estas problemáticas, sino que lo que verdaderamente interesa es cómo a través de las imágenes —pero también de los textos, en el campo literario— los artistas reflexionan y piensan lo migratorio como realidad, como metáfora, pero también como forma de experiencia.

El arte se configura aquí, pues, como un lugar de conocimiento y producción del mundo. No como un espejo que refleja lo social, sino como lo social en sí. Las estéticas migratorias parten, pues, de esta imposibilidad de separar el arte de la sociedad. Pensar como sugiere el antropólogo Johannes Fabian, no “sobre” sino “con” los implicados, llevar a cabo el análisis “a través” del corazón de las cosas (13). Ése podría decirse que es el cometido de las estéticas migratorias: pensar el mundo contemporáneo —e intervenir y actuar en él—  a través de las prácticas artísticas que incorporan la experiencia estética migratoria.

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Fragmento del libro: El arte a contratiempo. Historia, obsolescencia, estéticas migratorias, AKAL / Arte contemporáneo, Madrid, 2020.

Imagen de portada captura del video Don’t Cross the Bridge before you get to the River. Estrecho de Gibraltar, Marruecos-España 2008. Francis Alÿs en colaboración con Julien Devaux, Rafael Ortega, Felix Blume, Ivan Bocara, Jimena Blasquez, Roberto Rubalcava, Begoña Rey, Abbas Benhnin y los niños de Tánger y de Tarifa.

  1. Aunque la formulación no se encuentra en estado puro en ninguno de sus textos, podría decirse que su ensayo para la exposición 2Move: Double Movement/Migratory Aesthetics es uno de los lugares donde de modo más extenso se hace cargo del significado profundo del término (“Double Movement” en Mieke Bal y Miguel Ángel Hernández, 2Move: Double Movement/Migratory Aesthetics, Murcia, CENDEAC, 2008, pp. 15-80) 

  2. Véase por ejemplo la colección “Estéticas migratorias en el arte contemporáneo” del Servicio de Publicaciones de la Universidad de Murcia.

  3. Michael Kelly (ed.), Encyclopedia of Aesthetics, 6 vols., Nueva York, Oxford University Press, 2014.

  4. Bal, “Double Movement”, cit., p. 19.

  5. Ibid.

  6. Murat Aydemir y Alex Rotas “Introduction: Migratory Settings”, en M. Aydemir y A. Rotas (eds.) Migratory Settings, Ámsterdam, Rodopi, 2008, pp. 7-32, p. 8.

  7. Bal, “Double Movement”, cit.

  8. Gilles Deleuze y Feliz Guattari, Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia.Valencia, Pro-Textos, 2005.

  9. Homi S. Bhabha, El lugar de la cultura, Buenos Aires, Manantial, 2002.

  10. (10) Kobena Mercer (ed.) Exiles, Diaspora and Stranger, Cambridge, Mass., The MIT Press, 2008.

  11. (11) Véase Anna María Guasch, El arte en la era de lo global, Madrid, Alianza, 2016.

  12. (12) Gerardo Mosquera, Jean Fisher y Francis Alÿs (eds.) Over Here: International Perspectives on Art and Culture, Cambridge, Mass., MIT, Press, 2004; Hans Belting y Andrea Buddensieg (eds.), The Global Art World, Audiences, Markets, Museums, Ostfildern, Hate Cantz, 2009; Terry Smith, Contemporary Art World Currents, Upper Saddle River, N. J., Prentice Hall, 2011.

  13. (13) Johannes Fabian, Time and the Other: How Anthropology Makes its Objects, Nueva York, Columbia University Press, 1983.