viernes, 8 de septiembre de 2023

Vivir cobijado en un mundo delicado, Anaïs Nin, calle del ORCO







Se vive así, cobijado, en un mundo delicado, y uno cree que vive. Entonces lee un libro (Lady Chatterley, por ejemplo), o va de viaje, o habla con Richard, y descubre que no vive, que está simplemente hibernando. Los síntomas de la hibernación se pueden detectar fácilmente. El primero es la inquietud. El segundo síntoma (que llega cuando el estado de hibernación empieza a ser peligroso y podría degenerar en muerte), es la ausencia de placer. Eso es todo. Parece una enfermedad inocua. Monotonía, aburrimiento, muerte. Hay millones de personas que viven (o que mueren) así, sin saberlo. Trabajan en oficinas. Tienen coche. Salen al campo con su familia. Educan a sus hijos. Hasta que llega una brusca conmoción: una persona, un libro, una canción, y los despiertan y los salvan de la muerte.

Algunos se quedan dormidos para siempre. Son como el que se durmió tendido en la nieve y nunca más despertó. Pero yo no corro peligro, porque mi casa, mi jardín, mi agradable vida, no consiguen arrullarme. Sé que estoy en una bonita cárcel de la que sólo podré huir escribiendo. Por eso he escrito un libro sobre D.H. Lawrence, por gratitud, porque ese libro me despertó. Se lo llevé a Richard y él preparó los contratos, y luego me habló de su amigo Henry Miller. Le había mostrado mi manuscrito a Henry Miller y Miller dijo: «Nunca había oído decir verdades tan duras con tanta delicadeza».

«Me gustaría llevarlo a cenar a tu casa», me dijo Richard. Y yo le dije que sí.

Así, delicadeza y violencia están a punto de conocerse y desafiarse mutuamente.

Anaïs Nin. 
Diario I (1931-1934)
Traducción: Enrique Hegewicz
Editorial Plaza & Janés