jueves, 10 de junio de 2021

El oráculo de Pavese, Ricardo Piglia por calledelorco

 


«En mi oficio soy rey. En quince años lo hice todo», escribe Pavese en el final de su diario. «Si pienso en las vacilaciones de entonces… Estoy más desesperado y perdido que nunca. Sólo sé cuál es mi triunfo más alto y a ese triunfo le falta carne, le falta sangre, le falta vida. Y no tengo nada que desear en esta tierra, excepto aquella cosa excluida por quince años de fracasos. Éste es el balance del año no terminado, que no terminaré». Se trata del balance de una vida, ya se ve: el éxito que buscó desde siempre y que celebra no vale nada. También acá hay una metáfora: en el momento mismo en que su literatura es reconocida, se descubre la gratuidad y el vacío de ese trabajo inútil. «¿Qué hubieras preferido», parece que anotó Stendhal en un ejemplar de La cartuja de Parma, «escribir un libro como éste o tener tres mujeres?». No hace falta decir cuál hubiera sido la respuesta de Pavese. Sabe bien que son esos «quince años de fracasos» los que han hecho su triunfo: esa «cosa excluida» es la grieta que la escritura trata de cubrir inútilmente.

Pavese condensa su vida en el hueco que va de 1935 a 1950, esas dos fechas son la frontera, el límite donde su vida se refleja como en un espejo. En 1935 Pavese está confinado en el sur de Italia, condenado por el gobierno de Mussolini a causa de sus relaciones con los círculos de intelectuales antifascistas de Turín. Ese año termina su primer libro (los poemas de Trabajar cansa), comienza a escribir su diario, una mujer («la mujer de la voz ronca» en los poemas) lo abandona para casarse con otro. En 1950 escribe una novela que lo consagra (La luna y las fogatas) culminando así una producción densa y variada en la que se destaca un conjunto de cuatro novelas cortas (El hermoso veranoLa casa en la colinaEntre mujeres solasEl diablo en las colinas) que constituyen, como señala Italo Calvino, «el ciclo narrativo más complejo, dramático y homogéneo de la Italia de hoy». Afiliado al PC desde 1945, está inserto activamente en la vida intelectual italiana. Director de colección en la editorial Einaudi, despliega una intensa tarea de traductor, crítico y ensayista. Ese año otra mujer lo abandona, Constance Dowling, joven actriz norteamericana a quien están dedicados los mejores poemas de su último libro (Vendrá la muerte y tendrá tus ojos).

Una simetría casi perfecta legisla los acontecimientos. En el comienzo y en el final hay una mujer perdida, está el encierro y la soledad, la escritura, el fracaso vital. «Lo que tememos más secretamente siempre ocurre», escribió Pavese en el comienzo y en la última página de su diario. Esta frase escrita dos veces es un oráculo, es la escritura del destino. En esos quince años Pavese intentará adivinar cuál es el secreto que se encierra en ese oráculo; quiere saber qué es lo que se teme más secretamente para poder, entonces, realizarlo.

El desciframiento de ese enigma ha producido uno de los libros más bellos de la literatura contemporánea, El oficio de vivir. Jeroglífico lleno de silencio y de oscuridad, en ese diario, que comienza en el encierro del confinamiento y termina en el encierro de una pieza de hotel, podemos decir que está todo Pavese. Novela moral, monólogo que avanza sin citar los acontecimientos, atento sólo a la lógica perversa de la repetición, este libro admirable está cargado de una tensión a la vez lúcida y trágica.

Ricardo Piglia
Los diarios de Emilio Renzi
Editorial: Anagrama


domingo, 6 de junio de 2021

Ecosofía o la relación cosmoteándrica Raimon Panikkar

 


Publicado el 2021-06-06

La “emancipación” de la tecnocracia es la tarea liberadora, inicialmente dolorosa, de nuestro tiempo.

La tarea es a la vez política y espiritual: liberarnos del tecnocentrismo para ser verdaderamente libres. La visión cosmoteándrica ofrece esta nueva actitud fundamental para vivir en paz en este mundo y con este mundo. En este sentido, he aquí algunos puntos de partida:

1

La liberación del ser humano de la camisa de fuerza de la tecnocracia se produce a través de la techné, del arte y no a través de la máquina. En general,  hoy nuestros instrumentos de liberación son las máquinas. Pero la liberación de la humanidad ha de venir de la humanidad, no de la máquina. Quiero decirlo claramente: no estoy en contra de los instrumentos (tecnologías de primer grado), que son, por así decir, como apéndices de lo humano. Ahora bien, ¿dónde están los ingenieros que inventen técnicas para desarrollar al ser humano y a lo humano, no para sustituirlos?

2

Es esencial distinguir entre vocación y trabajo. El trabajo implica una cesión de energía y talento para una tarea que nos concierne directamente, y a cambio de la cual obraremos dinero, es decir, una cosa que puede intercambiarse por otras cosas. En una sociedad que propone desarrollar de esta manera el potencial creador humano, no sorprende que se necesiten treinta millones de soldados. El ser humano necesita hacer, producir, estar activo, pero todo ello debe resultar en una obra creativa, no en un servicio a la Megamáquina.

3

Añadamos acerca del carácter primordial del arte, en el sentido aristotélico de poiesis (creación) y no de praxis (acción), que tenemos que hacer lo que nos proporciona alegría, satisfacción, autorrealización. Lo ilustraré con una pequeña historia. En el Zócalo, la inmensa plaza de Ciudad de México, un español (en este caso el protagonista no era estadounidense) se fijó en un artesano que ensamblaba y pintaba sillas de estilo mexicano. Como quería montar su casa, le preguntó:

—¿Cuánto vale esa silla?

—Diez pesos —respondió el artesano.

—Quiero seis, todas idénticas a esta. Dejémoslo en cincuenta pesos.

—No —respondió el artesano—, serán setenta y cinco pesos.

—¡No seas ignorante! Nunca has visto cincuenta pesos juntos y no sabes cuánto son. Te daré cincuenta pesos por las seis sillas, no setenta y cinco.

—Pues nada, setenta y cinco pesos o nada.

—Que sean pues, sesenta o nada.

—Dije setenta y cinco.

—¿Puedes al menos explicarme por qué esta cifra, si seis por diez son sesenta?

—¿Por qué? Es para compensar el aburrimiento de hacerlas todas iguales.


Hoy actuamos como máquinas, nuestra humanidad ha sido mecanizada. Para las máquinas, seis por diez son sesenta, pero no siempre lo son para las personas.

La ecosofía, la sabiduría de la Tierra, es también un espacio abierto a alternativas, siempre provisionales. Todo ello requiere confianza. No hay una alternativa, pero sí hay la oportunidad de un espacio abierto a alternativas provisionales y diversas (germánicas, bávaras, africanas o lo que sea): alternativas descentralizadas.

En una palabra: metanoia. Pero metanoia implica tres cosas, dos de las cuales ya han sido suficientemente mencionadas. Primero, reconocimiento del daño causado y arrepentimiento. Segundo, conversión, es decir, transformación de mentalidad. Y, en tercer lugar, metanoia no solo implica una transformación del pensamiento sino también el descubrimiento, intelectual y espiritual, de que no somos máquinas pensantes, y ni siquiera tampoco seres vivos pensantes, sino más (¡no menos!). Este giro del pensamiento implica repensarnos conjuntamente a nosotros mismos y a la naturaleza. Compartimos el mismo destino.