domingo, 6 de junio de 2021

Ecosofía o la relación cosmoteándrica Raimon Panikkar

 


Publicado el 2021-06-06

La “emancipación” de la tecnocracia es la tarea liberadora, inicialmente dolorosa, de nuestro tiempo.

La tarea es a la vez política y espiritual: liberarnos del tecnocentrismo para ser verdaderamente libres. La visión cosmoteándrica ofrece esta nueva actitud fundamental para vivir en paz en este mundo y con este mundo. En este sentido, he aquí algunos puntos de partida:

1

La liberación del ser humano de la camisa de fuerza de la tecnocracia se produce a través de la techné, del arte y no a través de la máquina. En general,  hoy nuestros instrumentos de liberación son las máquinas. Pero la liberación de la humanidad ha de venir de la humanidad, no de la máquina. Quiero decirlo claramente: no estoy en contra de los instrumentos (tecnologías de primer grado), que son, por así decir, como apéndices de lo humano. Ahora bien, ¿dónde están los ingenieros que inventen técnicas para desarrollar al ser humano y a lo humano, no para sustituirlos?

2

Es esencial distinguir entre vocación y trabajo. El trabajo implica una cesión de energía y talento para una tarea que nos concierne directamente, y a cambio de la cual obraremos dinero, es decir, una cosa que puede intercambiarse por otras cosas. En una sociedad que propone desarrollar de esta manera el potencial creador humano, no sorprende que se necesiten treinta millones de soldados. El ser humano necesita hacer, producir, estar activo, pero todo ello debe resultar en una obra creativa, no en un servicio a la Megamáquina.

3

Añadamos acerca del carácter primordial del arte, en el sentido aristotélico de poiesis (creación) y no de praxis (acción), que tenemos que hacer lo que nos proporciona alegría, satisfacción, autorrealización. Lo ilustraré con una pequeña historia. En el Zócalo, la inmensa plaza de Ciudad de México, un español (en este caso el protagonista no era estadounidense) se fijó en un artesano que ensamblaba y pintaba sillas de estilo mexicano. Como quería montar su casa, le preguntó:

—¿Cuánto vale esa silla?

—Diez pesos —respondió el artesano.

—Quiero seis, todas idénticas a esta. Dejémoslo en cincuenta pesos.

—No —respondió el artesano—, serán setenta y cinco pesos.

—¡No seas ignorante! Nunca has visto cincuenta pesos juntos y no sabes cuánto son. Te daré cincuenta pesos por las seis sillas, no setenta y cinco.

—Pues nada, setenta y cinco pesos o nada.

—Que sean pues, sesenta o nada.

—Dije setenta y cinco.

—¿Puedes al menos explicarme por qué esta cifra, si seis por diez son sesenta?

—¿Por qué? Es para compensar el aburrimiento de hacerlas todas iguales.


Hoy actuamos como máquinas, nuestra humanidad ha sido mecanizada. Para las máquinas, seis por diez son sesenta, pero no siempre lo son para las personas.

La ecosofía, la sabiduría de la Tierra, es también un espacio abierto a alternativas, siempre provisionales. Todo ello requiere confianza. No hay una alternativa, pero sí hay la oportunidad de un espacio abierto a alternativas provisionales y diversas (germánicas, bávaras, africanas o lo que sea): alternativas descentralizadas.

En una palabra: metanoia. Pero metanoia implica tres cosas, dos de las cuales ya han sido suficientemente mencionadas. Primero, reconocimiento del daño causado y arrepentimiento. Segundo, conversión, es decir, transformación de mentalidad. Y, en tercer lugar, metanoia no solo implica una transformación del pensamiento sino también el descubrimiento, intelectual y espiritual, de que no somos máquinas pensantes, y ni siquiera tampoco seres vivos pensantes, sino más (¡no menos!). Este giro del pensamiento implica repensarnos conjuntamente a nosotros mismos y a la naturaleza. Compartimos el mismo destino.

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