martes, 8 de abril de 2025

Marcel Proust







La verdad, es que, cada tanto, surge un nuevo escritor original (llamémoslo si lo desean, Jean Giraudoux o Paul Morand, ya que siempre se vincula no sé porqué a Morand con Giraudoux, como en la maravillosa Noche de Châteauroux, Natoire de Falconet, sin que tengan ninguna semejanza). Este nuevo escritor en general es fatigoso para leer y difícil de comprender porque une las cosas con relaciones nuevas. Le seguimos bien hasta la primera mitad de la frase y ahí caemos. Y sentimos que es sólo porque el nuevo escritor es más ágil que nosotros. Ahora bien se producen escritores originales como se producen pintores originales. Cuando Renoir empezaba a pintar no reconocíamos las cosas que mostraba. Hoy es fácil decir que es un pintor del siglo XVIII. Pero al decirlo se omite el factor tiempo, y que se necesitó mucho, aun en pleno siglo XIX, para que Renoir fuese reconocido como gran artista. Para lograrlo, el pintor original, el escritor original, proceden a la manera de los ocultistas. El tratamiento –por su pintura, su literatura– no siempre es agradable. Cuando ha terminado, nos dicen: Ahora miren. Y entonces el mundo, que no fue creado de una vez sino que lo es tan a menudo como surge un nuevo artista, nos resulta –tan diferente del antiguo– perfectamente claro. Adoramos las mujeres de Renoir, Morand o Giraudoux, en las que antes del tratamiento nos negábamos a ver mujeres. Y queremos pasearnos por el bosque que el primer día nos había parecido todo menos un bosque, y sí por ejemplo, un tapiz de mil matices en el que faltarían justamente los matices de los bosques. Ese es el nuevo universo perecedero y nuevo que crea el artista y que durará hasta que surja uno nuevo.

Marcel Proust
Prólogo a Tiernas Mercancías de Paul Morand
Traducción: Juana Bignozzi