miércoles, 10 de abril de 2019

Un apartamento en Urano. Crónicas del cruce Preciado, Paul B.


Prólogo de Virginie Despentes.
Urano, el gigante helado, es el planeta más frío del sistema solar, y también un dios de la mitología griega. Urano da además nombre al uranismo, concepto forjado por el primer activista sexual europeo, Karl-Heinrich Ullrichs, en 1864 para definir el «tercer sexo». Paul B. Preciado sueña con un apartamento en Urano donde vivir fuera de las relaciones de poder y de las taxonomías sexuales, de género y raciales que la modernidad ha inventado. «Mi condición trans», dice el autor, «es una nueva forma de uranismo. No soy un hombre. No soy una mujer. No soy heterosexual. No soy homosexual. Soy un disidente del sistema sexo-género. Soy la multiplicidad del cosmos encerrada en un régimen epistemológico y político binario, gritando delante de ustedes. Soy un uranista en los confines del capitalismo tecnocientífico.»
En este libro, que reúne una extensa serie de «crónicas del cruce», relata su proceso de transformación de Beatriz en Paul B., donde las hormonas y el cambio de nombre legal son tan importantes como la escritura. Esta no es solo la crónica de una transición de género, sino también la de una transición planetaria: Preciado analiza otros procesos de mutación política, cultural y sexual, abordando temas diversos, como el procéscatalán, el zapatismo en México, la crisis griega, la América de Trump, las nuevas formas de violencia masculina, la apropiación tecnológica del útero, la figura de Assange, el trabajo sexual, el acoso a niños trans o el papel de los museos como motores de una revolución cultural posible.
Paul B. Preciado cuestiona las normas políticas y las fronteras, escruta las estructuras sociales establecidas y las pone en jaque en unos textos que tienen la contundencia de la proclama, y una estimulante radicalidad formal que también cuestiona los límites de lo literario.
Este es un libro valiente, transgresor y necesario que parte de una experiencia personal para cuestionar los fundamentos de una sociedad que excluye la heterodoxia, la problematiza y la convierte en enfermedad. Este es un libro escrito desde la frontera, desde una lúcida radicalidad queer, que busca liberar el cuerpo y la mente de ataduras morales y restricciones políticas.



Christina Rosenvinge: "Vivimos en la era del blanco y negro"




Christina Rosenvinge
Christina Rosenvinge / RICARD CUGAT
Christina Rosenvinge le parece más interesante “cómo se cuenta algo” que la historia en sí, y por eso el mayor piropo que se le puede lanzar a su libro, ‘Debut. Cuadernos y canciones’ (Ed. Penguin Random House), es que tiene más que ver con la literatura que con la crónica del rock o el anecdotario de una celebridad. Aunque para ello ha debido exponerse de un modo quizá menos efectista pero más hondo, porque “del roce de la vida real” derivan “momentos de duda y fracasos, y es ahí donde sucede lo importante”.
Iba a ser una recopilación de letras de canciones, pero ‘Debut’ ha terminado siendo un ejercicio de “memorias intermitentes” en que los textos, agrupados por álbumes, son introducidos por pequeños relatos en primera persona que rescatan recuerdos y sensaciones. Y al final asoma un ensayo en el que Rosenvinge diserta sobre la naturaleza de la canción y del texto, mesurando las propiedades de la rima, la fonética o el fraseo y tratando de explicar “por qué escribir letras es tan difícil, ya que estás al servicio de la música”.

Inspiradora Patti Smith

Si hasta ahora sabíamos que Christina Rosenvinge podía hacer excelentes canciones, ‘Debut’ la destapa como narradora diestra, manejando materiales trascendentes sin ser pretenciosa, con sentido del humor y dejando un rastro del perfume de épocas y lugares en esos textos que cubren desde 1992 en adelante. ¿Algún modelo? “Quien mejor lo ha hecho es Patti Smith en ‘Éramos unos niños’”, responde sin dudar. “Su estilo literario es impecable y cuenta un momento maravilloso de la ciudad de Nueva York”. Las memorias de Elvis Costello, en cambio, “alternan momentos interesantísimos y otros un poco aburridos”.
Del mismo modo que ha querido “dar una dignidad literaria” a las letras de canciones, terreno en el que su primer referente fue Vainica Doble, tampoco ha utilizado estas 332 páginas para llenarlas de datos o hacer revelaciones que incumban a terceros. “El típico libro que cuenta ‘lo que de verdad pasó aquella noche en el estudio’ me interesa poco, por no hablar de los encuentros con famosos, cuando el autor se celebra a sí mismo”, explica Rosenvinge, que en el texto deja entrever, por ejemplo, que acudió a la fiesta de 50º cumpleaños de David Bowie sin dar más detalles. “Llegué a hablar con él un par de veces, pero nunca diría ‘yo conocía a David Bowie’”.

Tormenta eléctrica antes del 11-S

De aquellos años neoyorkinos, de la mano de Lee Ranaldo (Sonic Youth), ha querido quedarse “con la parte más cotidiana y bonita”, como “ese domingo tranquilo viendo el concierto de Glenn Branca con cien guitarras eléctricas sonando bajo las Torres Gemelas”, dos meses antes del 11-S. Lo inimaginable de la tragedia la invita a relativizar. “Angustiarse no tiene mucho sentido, porque las cosas que te dan miedo es posible que no ocurran nunca, y lo terrorífico que va a ocurrir no lo ves venir”.     
En las últimas páginas, Rosenvinge se defiende ante la acusación de “perpetuar el mito del amor romántico” en sus letras. Alega que una canción es una narración dramática (“¡si no hay conflicto, no hay historia!”, escribe) y que no hay que quedarse en el estribillo. “Vivimos en la era de la simplificación, del blanco y negro”, lamenta. “En las canciones se juega mucho con el lenguaje metafórico: en muchas de las mías, sobre todo de cierta época, hay cuchillos y puñales a punta pala, y no te los puedes tomar al pie de la letra”.
Frente a la censura de la derecha, ¿la izquierda no pone también sus límites? “Esto es culpa de Twitter y de extraer frases de contexto. También los periódicos lo hacen con sus titulares”, replica Christina Rosenvinge, que vive un período de alto reconocimiento artístico, con premios como el Nacional de Músicas Actuales (del Ministerio de Cultura), tras su elogiado disco ‘Un hombre rubio’ (2018). “Esa buena respuesta me ha extrañado, porque es un disco con canciones densas, y la enseñanza es que nunca sabes lo que va a conectar y lo que no”. Por eso, porque no se siente en ninguna atalaya de sabiduría, el libro se titula ‘Debut’. “Porque siempre tengo la sensación de estar comenzando, lo cual es excitante pero extenuante”.

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martes, 9 de abril de 2019

La mala ortografía de García Márquez


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Gabriel García Márquez tuvo un sueño, soñó con países hispanohablantes en los que se permitiera la mala ortografía pero en donde las personas se entendieran mejor, derrumbar la torre de Babel.  
¿A caso lo que propuso era una aberración? Los altos mandos de la Real Academia de la Lengua Española pensaron que sí y dejaron de hablarle un tiempo. 
Era abril de 1997, el Premio Nobel de Literatura de origen colombiano, dijo palabras severas en contra del excesivo uso de reglas ortográficas y gramaticales en el español, que desde su perspectiva no hacían, no hacen, más que confundir a los hispanohablantes entre una vorágine de interpretaciones, y confundir más aún a aquellos extranjeros que se atreven a explorar los vericuetos de nuestra lengua. 
“En ese sentido me atrevería a sugerir ante esta sabia audiencia que simplifiquemos la gramática antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros”, dijo Gabriel García Márquez aquel abril de 1997 en lo que fue el Primer Congreso Internacional de la Lengua Española. Las palabras fueron pronunciadas frente a Camilo José Cela, Octavio Paz y el rey Juan Carlos, algunos de ellos levantaron más de una vez la ceja durante el discurso.
“Humanicemos sus leyes, aprendamos de las lenguas indígenas a las que tanto debemos lo mucho que tienen todavía para enseñarnos y enriquecernos, asimilemos pronto y bien los neologismos técnicos y científicos antes de que se nos infiltren sin digerir, negociemos de buen corazón con los gerundios bárbaros, los qués endémicos, el dequeísmo parasitario, y devuélvamos al subjuntivo presente el esplendor de sus esdrújulas: váyamos en vez de vayamos, cántemosen vez de cantemos, o el armonioso muéramos en vez del siniestro muramos. Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revólver con revolver. ¿Y qué de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una?”
El discurso fue controversial, causó ámpula, “¿Cómo era posible que un hombre que se ha expresado y beneficiado de los alcances del español bien escrito lanzaba una propuesta como esa?” Era el cuestionamiento que circulaba en los medios de comunicación, entre catedráticos y declaraciones de escritores por aquel año de 1997. 
Gabriel García Márquez, dicen, se vio orillado a recular, o tal vez no. La controversia hizo que Gabriel declarara a un semanario que la lengua española debe prepararse para un porvenir global y sin fronteras, en un derecho histórico surgido de su vitalidad. “Yo solo pretendí (con sus declaraciones hechas frente al Primer Congreso Internacional de la Lengua Española) humanizar la ortografía, es decir hacerla más humana”, con esa afirmación Gabriel, como MacLuhan, había predicho el inicio de una nueva era tecnológica.
“¿Dónde está el pecado? No faltan los cursos que pronuncian distinto la be de la ve; no pido la supresión de una  u otra, sí que se busque fin a ese tormento que padecen los hispanoparlantes desde la escuela”, reiteró.
Han pasado 17 años de aquel discurso pronunciado en Zacatecas y la realidad, como pronosticó el Gabo, nos ha aplastado (él utilizaba la palabra simplificado) a nosotros. Hoy se escriben mensajes de texto con palabras sin vocales o con letras que representan una idea completa. 
Hoy el discurso de Gabriel García Márquez tiene más sentido y no parece para nada agresivo ni regresivo, como lo percibieron en 1997 los integrantes de la Real Academia de la Lengua Española. Apenas el pasado 19 de marzo un estudio de tres universidades francesas, auspiciadas por el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) determinó que ésta, nuestra nueva forma  corta, abreviada, “rara”, de escribir, en los móviles, en el Twitter, en el Whatsapp, no hace que la ortografía empeore o mucho menos se olvide, Gabriel García Márquez tenía razón habría que simplicar el español para amarlo desde que somos niños. 



lunes, 8 de abril de 2019

Millás: «El silencio de la RAE sobre el lenguaje inclusivo es prepotente»



El escritor Juan José Millás. E. NARANJO -
El escritor Juan José Millás. E. NARANJO - 
07/04/2019
CARMEN NARANJO | MADRID
El autor Juan José Millás se enfrenta a diario en sus escritos con los problemas que le plantea el genérico para dar visibilidad a las mujeres y considera que el «silencio» de la RAE sobre este asunto y el «malestar» que existe en la sociedad demuestra su «prepotencia y falta de sensibilidad». Y está convencido de que la RAE no va a responder al informe que encargó la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, sobre el lenguaje inclusivo para las mujeres en la Constitución porque los académicos consideran que sería «rebajarse», asegura Millás.
«El machismo patriarcal ha contaminado todos los ámbitos de la realidad pero el mundo académico dice que a la lengua no la ha contaminado. ¿Qué es la lengua, la Virgen María?», se pregunta el escritor, que explica que como autor que escribe a diario se encuentra casi todas las semanas con el problema de que «no llega» con el masculino utilizado como genérico y se tiene que «buscar la vida».
Millás (Valencia, 1946) acaba de publicar ‘La vida a ratos’ (Alfaguara), una novela en forma de diario que narra la vida de un personaje llamado Juan José Millás.
«Es una novela hecha a base de un diario de vida cotidiana, en el que cada semana es una unidad narrativa», explica el escritor, ganador de premios como el Nacional de Narrativa, el Primavera o el Nadal por su obra, traducida a más de veinte idiomas.
En su diario aparecen fragmentos de vida cotidiana, como las visitas a la psicoanalista, el taller de escritura, los paseos por la ciudad, la familia o los amigos que le sirven para expresarse de una forma libre e irónica con un humor que, dice, no busca y «es un efecto colateral indedeseado».
Y recuerda cómo cuando era joven le molestaba que los lectores le dijeran que se habían reído con sus libros porque escribía de cosas serias, aunque cree que ya se ha acostumbrado y sospecha que su humor tiene que ver con el modo con el que se acerca a la realidad, desde la paradoja y la ironía.
Asegura que hubo una época en la que la gente «huía como loca hacia la actualidad», mientras que ahora es la actualidad la que corre hacia nosotros: «Hay un exceso de actualidad que no nos deja ver las cosas ni tener la distancia para apreciar el mundo y tener un pensamiento sobre él», explica.
Y es que la gente no lee periódicos, lee titulares en digital y éstos no explican la realidad: «Creemos que estamos informados porque tenemos muchos datos; desde que nos levantamos hasta que nos acostamos somos un depósito de datos», pero eso no es información sino que «estamos desinformados», señala.
Ante esta situación cree que es necesario que a la gente le informen desde el «talento».
«Empiezas a ver un programa de un debate político en la televisión y te tienes que ir», dice el escritor, que cree que la actualidad es una época de políticos mediocres, que tienen una «agresividad» que no tiene nada que ver con la vida diaria de la gente.
«No nos representan, no somos así de agresivos», opina Millás, que cree que está todo «sobreexcitado por arriba».
Porque «si eres compañero de viaje de un fascista, que no es un insulto», aclara hacia el líder de Vox, Santiago Abascal, ¿cómo lo justificas?. Diciendo que el otro es peor que eso, diciendo que el otro es un terrorista».