domingo, 20 de septiembre de 2020

El oficio de profesor/ Mieke Bal sobre la enseñanza Peio Aguirre

 


Publicado el 2020-09-20

Los ecos de lo que hasta hace poco se denominó “giro educacional” en el arte se han ido apagando lentamente, como corresponde a los vaivenes de los discursos curatoriales; sin embargo, la educación era, es y seguirá siendo uno de los fundamentos sobre el que se sostuvo el arte moderno, como ahora lo hace el contemporáneo. The Trade of the Teacher. Visual Thinking with Mieke Bal (Valiz, 2018) es un recordatorio de la necesidad de una pedagogía artística que trascienda los estrechos confines del saber académico para asentarse en esa frontera liminar, productora, que es la experiencia, la intuición y el deseo. A partir de una serie de conversaciones informales, Jeroen Lutters desgrana el pensamiento y el posicionamiento de la pensadora Mieke Bal sobre el “arte de la enseñanza” en la cultura visual y en las humanidades.  

Más que un libro de entrevistas o conversaciones al uso, se trata de un texto en el que el entrevistador tiene el mérito de desaparecer prácticamente, para convertirse en un discreto editor de las palabras de Bal. Mieke Bal elude cualquier coraza teórica y haciendo uso de un lenguaje directo transmite el entusiasmo y la energía que le caracterizan y que ha dejado huella en incontables generaciones de estudiantes en todas partes.

A modo de estímulos a estas conversaciones de media tarde, Lutters le presentaba a Mieke Bal distintos “objetos de enseñanza” como obras de arte apreciadas por ella: Bansky, Rembrandt, Marlene Dumas y George Deem, además del siempre presente Caravaggio. A partir de un proceso de fragmentación y desmontaje en las páginas del libro, las obras comienzan a desvelar aspectos periféricos que gracias a una lectura atenta adquieren sentido e informan de las intenciones del arte. La narratología de las imágenes se convierte en garantía de ética pedagógica. 

“Enseñar es un privilegio”, comienza diciendo Mieke Bal, porque “significa que tienes el placer y el privilegio de ser testigo del aprendizaje de otras personas, es emocionante ver cómo aprenden y sentirte empoderada por ello”. ¿Qué significa enseñar? se pregunta Bal, a lo que siguen una secuencia de ideas las cuales pueden llegar a convertirse en consejos útiles. No obstante, este libro no es un manual de enseñanza, no podría serlo, ya que no es la intención que lo impulsa. 

Se trata más bien del despliegue de una ética personal y subjetiva amparada en la experiencia y en la autobiografía. Quizás el libro se acerca más a la confesión de una pasión a lo largo de la vida, por la enseñanza, ejercida en contextos tan amplios y variados como la educación primaria o en másteres académicos de posgrado. Aborda una enseñanza cuya ética que reside en la generosidad del compartir, en las relaciones intergeneracionales, y en el entusiasmo.  En el libro también se cuelan recuerdos y confesiones personales sobre su hijo, o un divertido encuentro en su época de estudiante radical con Roland Barthes en el que, sin que ella fuera del todo consciente de a quien tenía delante, exhortó —micrófono en mano— al resto de estudiantes a abandonar la conferencia de Barthes como protesta contra el sistema académico y su elitización. 

Para Mieke Bal toda enseñanza conlleva un proceso de aprendizaje bidireccional aunque ni profesor ni alumno sean plenamente conscientes de ello. La enseñanza es, además, el territorio en el que Bal ha puesto a prueba muchos de los conceptos desarrollados a lo largo de décadas: lectura atenta, narratología, Denkbilders [imágenes benjaminianas que piensan], preposterous history [o “historia trastornada”], y muchos otros. 

A partir de las imágenes que aquí se le ofrecen, la narratología se despliega como un método personal, sensible, que ella pone en práctica y pone a disposición de los alumnos. Se trata de una herramienta tanto política como artística sustentada en “mostrar” más que en “decir”. La lectura de las imágenes es un acto de narración porque, “una historia es más influyente que decir ‘yo pienso’, porque entonces el otro puede decir ‘no estoy de acuerdo’. Pero si solo muestras una imagen, también estás diciendo ‘yo pienso’, pero no lo dices en voz alta, ni siquiera te das cuenta: ves y asumes que el acto de ver es la verdad”. Una pintura de Rembrandt, Tito estudiando, le sirve para comprender lo que significa aprender; interrumpir la escritura o la lectura, levantar la vista, tomarte un respiro y decirte a ti mismo: “aguarda un minuto”. Otro cuadro del pintor flamenco, Betsabé con la carta de David, nos sumerge en las múltiples perspectivas que el artista nos está contando en ese cuadro. La pensadora insiste en que la presencia y la observación del espectador es un acto de producción, no una situación pasiva. 

Mieke Bal propone descategorizar y en su lugar optar por metáforas y alusiones porque categorizar supone encajonar los conceptos. También aconseja evitar el concept dropping o no utilizar los conceptos como marcas o labels es solo uno de sus numerosos trucos. Los alumnos se merecen respeto e intimidarles con teoría sin antes proporcionarles herramientas con las que trabajar no sirve de mucho, explica.

Asimismo, respetar las obras de arte significa que éstas han de leerse de manera atenta y próxima. Esta lectura atenta [close reading] se hace a partir de los detalles y concede su importancia a desaprender y a suspender el juicio temporalmente. Afirma Bal:

“Necesitamos desaprender la separación entre intelecto y emoción. Se nos ha dicho que son muy diferentes, el primero más provechoso, más de confianza que la segunda. En consecuencia, se nos enseñó: no seas emocional sino más bien racional. Pienso que la lectura atenta es un actividad en la que desaparece la distinción entre lo intelectual y lo sensual”. 

Lo interesante de este libro es que sus destinatarios son al mismo tiempo artistas, críticos, curadores, profesores y también estudiantes. Mieke Bal señala que lo importante en todo aprendizaje es no entender, no avergonzarte de no entender a Lacan, mientras introduce su teoría de la “historia prepóstera” o anacrónica que abre de manera productiva las relaciones entre pasado y presente. 

Con respecto a las relaciones personales entre profesores y alumnado, Bal trata de articular maneras de ejercer la crítica pero también proteger y no desanimar al alumno. Para ello, propone una ética basada en la amistad en lugar de la pasión, porque la pasión es egoísta. En su lugar, la amistad es parcial y más democrática, generalmente se tiene más de una amistad, no es exclusiva y se va revisando con el tiempo. A colación de esto se pregunta:

“¿Por qué crees que después de cada sesión iba a un pub con los participantes? Para continuar la discusión. La idea era hacer una transición desde el espacio del salón de clase en donde trabajábamos a discutir los temas más libremente, pero también para transmitir un sentido de la amistad”. 

Este es un libro de ideas y no un ejercicio de literatura. Contiene la semilla de ese “no método” que consiste en incitar a la gente a que aprenda por sí misma. La práctica de la enseñanza es política pero en ningún caso partidista, dice ella. 

Refiriéndose al curating, Bal menciona el narcisismo o el riesgo de ver al curator en lugar de ver la obra de arte, no sin antes señalar que todo comisariado supone componer un conjunto donde se da un plusvalía de significado de la propia combinación. 

En estas y otras reflexiones se da por descontado que la enseñanza es una actividad práctica, presencial, no por el mero hecho de cumplir con unos requisitos académicos espaciales a menudo caducos, sino porque es una actividad, una praxis, en la que el intercambio ha de incorporar un grado alto de implicación e intensidad. La actual coyuntura de la pandemia ha reactivado el debate sobre la enseñanza telemática u online.

Aunque no sabemos la opinión de Bal al respecto, se sabe que utiliza herramientas tecnológicas y redes sociales, haciendo vídeos, rodando, dando conferencias por todo el mundo. Sin embargo, la autora alerta de la inutilidad de la instrucción que solo se hace con libros. La enseñanza como práctica [Teaching is a Practice] es uno de sus mottos. Así como la única manera de sustraer un conocimiento y una cualidad social es ejerciéndola. 

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*Jeroen Lutters, Mieke Bal, The Trade of the Teacher. Visual Thinking with Mieke Bal, Valiz, Amsterdam, 2018.

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