jueves, 2 de febrero de 2017

Apropiacionismo


Arte.
La apropiación de obras de arte para ser recontextualizadas es una práctica constante del arte contemporáneo que surgió junto con las ideas del posmodernismo. Esta estrategia se volvió muy popular a finales de los 70, con obra de artistas como Barbara Kruger, Cindy Sherman y Sherrie Levine, pero fue probablemente Richard Prince (1949, zona de Canal de Panamá) con sus refotografías quien llevó la apropiación a su paroxismo. De 1980 a 1992 Prince produjo Cowboys, su serie más icónica, a partir de imágenes que fueron extraídas de las propagandas de los cigarros Marlboro, imágenes que agrandó, les quitó el texto, y que nombró como un trabajo propio, al apoderarse de sus cualidades alegóricas. Prince no sólo consiguió aislar ciertos símbolos de la cultura estadounidense –la épica individualista representada por un hombre blanco que es al mismo tiempo una especie de símbolo sexual y un modelo a seguir en un sentido un poco bélico–, sino que delataba también un estrategia de fragmentación y de deseo, aquélla a la que incitan las imágenes con las que somos bombardeados diariamente para hacernos consumir. Estas piezas no sólo infringían la propiedad intelectual, sino que precisamente por su estatus de ser una imagen reconocible, el autor podía jugar con la lectura e inducir, a partir de ellas, varios grados de derivación; podríamos decir que estas imágenes a su vez no eran originales, porque al ser usadas para una campaña publicitaria, eran disociadas de la marca que representaban, para asociarse y apropiarse de valores esenciales de la identidad norteamericana. Las piezas de Prince cuestionaban las nociones de originalidad y autenticidad dentro de lo que una construcción social ha definido como la propiedad intelectual; moraleja: ladrón que roba a ladrón tiene 100 años de perdón.

En estos días, Prince, el rey de la usurpación, ha vuelto a darle un vuelco al estatus de la obra de arte, al invalidar una de sus propias piezas públicamente. Se trata de su serie Instagram, integrada por impresiones en tinta de fotografías sacadas del Instagram de otras personas.

La hija del nuevo presidente de Estados Unidos, Ivanka Trump, es una entusiasta coleccionista de arte, y Prince, quien le había hecho un retrato a partir de una selfie que ella se tomó frente al espejo mientras la peinaban y maquillaban, le devolvió a su galería los 36 mil dólares que le tocaban de comisión por la pieza, y declaró en su cuenta de Twitter: “Éste no es mi trabajo, lo niego, es falso. Lo reniego, esta obra ya no es mía”.

Esta acción de protesta funciona a muchos niveles, primero en lo político. Como él mismo escribió: “este no es un gesto, es una acción de protesta. Es algo sobre lo cual tengo el control, como un sí o un no”.

También esta acción de Prince es una declaración de guerra en una era de sobrecomunicación y de manipulación de información, y tercero, plantea la responsabilidad ética que tienen los artistas al momento de vender sus obras. ¿Tiene el artista que tomar en cuenta la ideología del coleccionista de su obra o la procedencia de esa fortuna? ¡Sí!, dice Prince.

En otras latitudes, “el arte es prostitución”, decía Charles Baudelaire… ¿Que sería del mercado del arte, de las colecciones mexicanas y mundiales si los artistas asumieran una postura ética ante quién y de dónde proviene el dinero de quienes compran sus obras? 

miércoles, 1 de febrero de 2017

El amante del budismo femenino



“¡Libre, soy libre! Libre de la cocina y del mortero. (...) Libre de mi marido insoportable. Libre también de la sombrilla bajo la que trenzaba cestas de bambú (recordarla me da escalofríos). Apenas un susurro, y me abandonan la lujuria y el odio. Y me siento a los pies de algún árbol frondoso y empiezo a meditar en la felicidad que me hace libre”. Así habló una de las primeras mujeres budistas, contemporáneas de Buda, y que recoge Therigatha (Kairós), que significa literalmente poemas de ancianas sabias, y que ha traducido, versionado e interpretado el poeta Jesús Aguado. Una colección de poemas considerada la primera antología universal de literatura femenina. “Su calidad y hondura propiamente literarias”, asegura el poeta, “ha sido atestiguada por todos los que las conocen, algunos de los cuales las igualan en importancia a las grandes composiciones de esos genios de la poesía y la espiritualidad de la India que fueron Kalidasa, Kabir, Mirabai. Forman, además, por ser contemporáneos del mismo Buda, un testimonio esencial para conocer el budismo de los orígenes según lo vivieron estas mujeres devotas y valientes que no dudaron en enfrentarse a las convenciones para conseguir la liberación y la iluminación”.
No dudaron en enfrentarse a las convenciones para conseguir la liberación y la iluminación
Jesús Aguado vivió durante años en Benarés, la ciudad más antigua del mundo: “Fui con una visa de turista, me enamoré de la ciudad y de los poetas devocionales de la India y me quedé. Benarés significa ciudad de la luz, allí se cruzan la luz física y la luz espiritual. Un día llegaron a mis manos los poemas de estas mujeres. Me he pasado años leyéndolas y aprendiendo de ellas”.
Poco después de que Buda comenzara a propagar sus enseñanzas (según unos vivió entre el 560 y el 480 a.C y según otros entre el 460 y el 380 a.C.) se organizaron las órdenes religiosas que agrupaban a los hombres y, poco después, a las mujeres. Estas monjas o bhikkhunis, que llevaban una existencia austera y retirada del mundo, algo en sí mismo revolucionario en una época de enormes rigideces sociales sobre todo para las mujeres, compusieron poemas que contaban sus respectivos caminos espirituales en muchos casos con abundantes datos autobiográficos y gran riqueza de referencias históricas y cotidianas. 
Pero al principio Buda no las aceptó: “Las mujeres de su círculo familiar insistían en seguir sus enseñanza y Buda las rechazó en dos ocasiones, pero finalmente les permitió crear el monacato budista femenino, aunque estableció ocho reglas que las subordinaba a los varones, que con el tiempo se fueron eliminando porque estas mujeres alcanzaron cotas de iluminación equivalentes a la que alcanzaban los varones, y porque de alguna manera mostraron a Buda que no había género a la hora de entender esas verdades supremas. Una vez que uno alcanza la iluminación o el nirvana ya no hay hombres ni mujeres sino personas liberadas que transcienden todas las diferencias”. Pero ellas tuvieron que luchar, porque en aquella época las mujeres estaban supeditadas al hombre, debían servir a sus maridos, padres, hermanos. “Primero tuvieron que librarse de sus ataduras sociales, fueron unas luchadoras que se enfrentaron a grandes dificultades para conquistar su libertad. Los hombres podían renunciar y nadie les ponía problemas, pero las mujeres debían solicitar el permiso del padre o del marido, o esperar a que se muriera”.
Las primeras budistas son ancianas pero que le hablan a uno, paradógicamente, con la voz de una niña
Las autoras que aparecen en el Therigatha proceden de estratos sociales muy diferentes. Algunas, como Mahapajapati, considerada la fundadora de la primera orden budista de mujeres, fueron esposas de un gran señor; otras como Vimala, prostitutas; las hubo eruditas y semi analfabetas, apasionadas y frías. Inevitable preguntarse si tanta dificultad da una poesía diferente: “Da una poesía más limpia, más cristalina, más directa, es como un vaso de agua pura. La poesía de los hombres es más racional, más escolástica, mientras que la de ellas está más relacionada con la experiencia de lo cotidiano”, explica Aguado. “Yo sentía que parte de esa pureza que representaban sus poemas me quitaban la sed de conocimiento de otra manera. Te da la impresión de hablar con personas muy cercanas. Son ancianas sabias pero que le hablan a uno, paradójicamente, con la voz de una niña. Los niños tienen un contacto directo con lo esencial, si uno les escucha aprende mucho de la vida”. Esas mujeres sabias, asegura el poeta, hablan de cosas esenciales y verdaderas por las que no ha pasado el tiempo, aunque lo dijeran hace 2.500 años. “Enseñan la importancia de ser libre interiormente para relativizar todo lo que ocurre fuera... Incluso a no apegarse al desapego”.
Las palabras de Buda se han traducido en masculino, pero desde el principio, como demuestra este libro, las mujeres han tenido palabra y han sido esenciales en la transmisión del canon budista. “Los hombres llevamos siglos siendo dueños del discurso. Ya nos toca sentarnos a escuchar en lugar de sentarnos a decir”. Pero uno o una siempre se pregunta si esos pensamientos serán útiles siglos después: “Ellas tenían una relación directa con los acontecimientos del mundo. Hoy nuestra vida es muy compleja, nos desborda, y para no perderse en los laberintos del mundo contemporáneo hay que dejarse guiar por la sencillez y por la experiencia directa de lo cotidiano. Las verdades esenciales ya estaban contadas por ellas y muy bien contadas”.

Persistence, Not Genius, Is the Reason We Know Einstein’s Name


Science Writer and Lecturer
Einstein had three great character traits. “I might not be more skilled than other scientists,” he liked to say, “but I have the persistence of a mule.” If he built a house of cards and it came crashing down, young Einstein would exhale and start again, says biographer David Bodanis. He languished for many years in a patent office in Switzerland, unable to get a job as a high-school teacher, while in the top drawer of his desk were four recently completed papers – two of which were Special Relativity and E=mc2. He pressed on with his work until people noticed. Secondly, Einstein had a thick skin. One bad whisper can shatter most mere mortals, but in 1920 there was an anti-Einstein rally at the Opera House in Berlin, where people opposed to “Jewish science”. Later still, in 1933, highly educated students from Göttingen, one of the greatest university in the world at the time, burned his books. Thirdly, he was inherently noble. He had a great conscience for his fellow humans, and used a huge amount of his income and other raised money to get people out of Germany and safely to America. Despite having thick skin, he was not callous – he had great sensitivity for humanity as a whole. Though the FBI did not let him be part of the team that built the atom bomb, Einstein’s work paved the way for the technology. When he heard the U.S. had dropped the bomb on Japan, he was grief stricken, and said “If I had known I wouldn't have lifted a finger.” David Bodanis' most recent book is Einstein’s Greatest Mistake.

lunes, 30 de enero de 2017

Prólogo a la Autobiografía de Bertrand Russell







“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación.
He buscado el amor, primero, porque conduce al éxtasis, un éxtasis tan grande, que a menudo hubiera sacrificado el resto de mi existencia por unas horas de este gozo. Lo he buscado, en segundo lugar, porque alivia la soledad, esa terrible soledad en que una conciencia trémula se asoma al borde del mundo para otear el frío e insondable abismo sin vida. Lo he buscado, finalmente, porque en la unión del amor he visto, en una miniatura mística, la visión anticipada del cielo que han imaginado santos y poetas. Esto era lo que buscaba, y, aunque pudiera parecer demasiado bueno para esta vida humana, esto es lo que -al fin- he hallado.
Con igual pasión he buscado el conocimiento. He deseado entender el corazón de los hombres. He deseado saber por qué brillan las estrellas. Y he tratado de aprehender el poder pitagórico en virtud del cual el número domina al flujo. Algo de esto he logrado, aunque no mucho.
El amor y el conocimiento, en la medida en que ambos eran posibles, me transportaban hacia el cielo. Pero siempre la piedad me hacía volver a la tierra. Resuena en mi corazón el eco de gritos de dolor. Niños hambrientos, víctimas torturadas por opresores, ancianos desvalidos, carga odiosa para sus hijos, y todo un mundo de soledad, pobreza y dolor convierten en una burla lo que debería ser la existencia humana. Deseo ardientemente aliviar el mal, pero no puedo, y yo también sufro.
Ésta ha sido mi vida. La he hallado digna de vivirse, y con gusto volvería a vivirla si se me ofreciese la oportunidad.”
Bertrand Russell, “Autobiografía”, 1967. Traductor: Pedro García Puente. Edhasa, 2010 (*