martes, 30 de octubre de 2018

HOMENAJE A DJUNA BARNES _Luis Antonio de Villena




Mi amiga Clara Pastor que lleva en Barcelona la editorial Elba, acaba de sacar un librito de Djuna Barnes (la gran conocida y desconocida) titulado “Mi Nueva York. 1913-1919” y es un conjunto de artículos y crónicas, sobre la entonces más novedosa ciudad de los rascacielos, escritos por una joven Barnes, que hacía en su ciudad de nueva, ágil y muy activa periodista, colaborando en revistas varias y  periódicos. Hace bastantes años -en 1989- ya salió en español  “Nueva York” de Barnes en una extinta Mondadori. Pero la edición de Elba es mejor, más selecta y mucho mejor traducida . Lleva un prólogo también de Mª Ángeles Cabré.  Es el perfecto comienzo de una mujer atractiva, lesbiana, buena y novedosa escritora, que viviría muchos años en Europa (sobre todo en París) como tantos americanos de la “generación perdida”, y que terminó regresando a Nueva York, para apenas salir en sus últimos cuarenta años de su ciudad y aún de su apartamento de Patchin Place. Djuna Barnes (1892-1982) murió con 90 años.Casi olvidada y a la par, de nuevo, tremendamente prestigiosa. Barnes dijo poco antes de morir: “La vida es horrible, espantosa y breve”. Luego se corregía enseguida: “En mi caso lo único que no ha sido es breve.” Algún vecino que la conocía le solía gritar, ya vieja, desde la otra ventana: ¿Estás viva, Djuna? Y por toda respuesta ella dejaba ver su mano anciana. Vivió elegante, bohemia y lésbica el Paris de Gertrude Stein, de la millonaria americana que escribía en francés, Natalie Barney o de la activa periodista y narradora (entre tantos y tantas, como Dolly Wilde) Kay Boyle. Djuna vivió un apasionado y una tanto destructivo amor con la escultora, norteamerica también, Thelma Wood. Según muchos críticos, eso está detrás de la más importante novela de Djuna Barnes (publicada  en 1936 con prólogo de su siempre protector T. S. Eliot) “El bosque de la noche”, en inglés “The Nightwood” , como el apellido de Thelma.
La vida literaria de miss Barnes había comenzado, a la par del periodismo que podemos leer ahora, con “El libro de las mujeres repulsivas” en 1915. Djuna Barnes siempre jugaría en buena literatura, con el lesbianismo, la sátira, la autobiografía, más o menos camuflada, y un cada vez mayor apetito intelectual. En 1921 se fue a París de donde sólo regresaría a fines de 1939. Ahí está su novela  “Ryder” de 1928, donde cuenta que a los quince años la viola un jardinero, con el consentimiento de su padre. Quizás el padre mismo. El estupendo libro de relatos, “Una noche entre los caballos” (1929)  Y, además de alguna obra de teatro, “Humo y otros relatos tempranos”, versos bastantes herméticos,  o el drama en verso “The Antiphon” (La Antífona), 1958, en el Barnes trabajó años y que terminó estrenándose en un circuito meramente universitario -los editores decían que era muy aburrido- con la  presencia, otra vez, de Eliot.  Lesbiana, elegante, escritora moderna, vieja culta y algo perturbada, Djuna Barnes (tan refrescante y lúcida en “Mi Nueva York”) terminó siendo un mito de la libertad, la modernidad y la transgresión. Un personaje fascinante. Paul Bowles decía que, alguna vez en Europa, Djuna Barnes se maquillaba con color verde…




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