Jesús Ferrero_INCESTO EN PROVENZA (3)

1 de octubre a las 11:56  · 

@clavesderazonpractica.

[15 de marzo]

En un lugar del valle del Po hay un camino de carros rodeado de árboles frondosos y fraternales donde se halla la casa de Mudu, un hermafrodita con aspecto de mujer que guarda su diferencia en secreto y como un regalo tan solo para la gente que se lo merece. Cuando llego a su morada tengo la impresión de penetrar en el espacio embrujado de un sueño. Mudu pertenece a la categoría de lesbianas de pueblo y tiene un clítoris rojo y brillante que parece un pene, que en realidad es un pene. Mudu me conduce al baño para que me despoje de los sudores del tren. Luego cenaremos bajo la higuera del patio y más tarde veremos las estrellas desde su cama ubicada en el último piso de la casa, con una mansarda que da al cielo.

Mientras nos miramos a los ojos le confieso a Mudu que hace días tuve un sueño en el que me acostaba con mi madre. No lo sentía como un acto de amor, era más bien un acto de dominación. Luego le digo a Mudu que nunca he leído ninguna novela donde una madre fornica con su hija. Mudu me mira con asombro y me susurra: “En contra de lo que se cree, en los pueblos hay una sexualidad más abierta y diversa que en la ciudad, si bien todo se lleva a cabo de forma oculta. Yo he conocido a madres que se acostaban con sus hijas en estos apacibles rincones del Po. La mujer que vive en la casa de la colina se consuela con su hija desde que falleció su marido”. “¿Y lo sabe la gente”?, le pregunto. “Verás, amiga, eso sólo lo sé yo, y tengo por condición la discreción”. “¿Tu madre está viva?”, me interpela. “Sí”, le contesto,’’¿por qué lo preguntas?”. Mudu se encoge de hombros y murmura: “En los sueños podemos hacer el amor con los muertos porque en los sueños los muertos no mueren nunca, mi amor.” De súbito me echo a temblar y pienso que Mudu y yo estamos muertas en una mansión extensa como el cielo de una región sin nombre al otro lado del océano. (Continuará).